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lunes 25 de noviembre de 2024

Los Hiksos y el antiguo Israel

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IRVING GATELL PARA ENLACE JUDÍO

Enlace Judío México | Desde hace mucho tiempo se da por sentado que los antiguos Hiksos tuvieron algo que ver con el antiguo Israel. La idea más generalizada era que Yosef ben Yaacov se habría engrandecido en Egipto al amparo de algún Faraón de las dinastías XV o XVI, conocidas como las de los “reyes extranjeros” (en egipcio, significado literal de la palabra Hikso).

La posterior referencia del Éxodo de que “se levantó un Faraón que no conocía a Yosef” estaría entonces ubicada en el contexto de la derrota de los Hiksos y el restablecimiento del dominio netamente egipcio. Con ello, habría empezado la esclavitud israelita en Egipto.

¿Qué es lo que sabemos a ciencia cierta de esta gente? Al igual que los Aviru -de quienes hablamos en la nota pasada- los Hiksos no eran un pueblo en concreto, sino un grupo mixto de origen semita-cananeo, donde probablemente también había descendientes de hititas. Su presencia en Egipto se debió, fundamentalmente, a razones comerciales. Sin embargo, la crisis que puso fin al llamado Imperio Medio en Egipto (que duró entre los años 2050 y 1750 AEC, aproximadamente) provocó una severa crisis política que partió en dos al reino. En el sur, las dinastías egipcias continuaron gobernando desde Tebas, pero en el norte el poder quedó en manos de estos “reyes extranjeros” que establecieron su capital en la ciudad de Avaris.

Entonces vino su florecimiento comercial: se han encontrado rastros de su presencia en Creta, Irak y España

Los Hiksos fueron derrotados por Ahmosis I, rey de Tebas, un poco antes del año 1530 AEC, tras lo cual fueron expulsados de Egipto y tuvieron que huir hacia Canaán, en donde su pista desaparece (en parte, debido a que al no ser un grupo nacional bien definido, resulta muy difícil rastrearlos; tratándose de semitas y cananeos, seguramente se asimilaron a los diferentes grupos del mismo origen previamente establecidos en la zona).

Ahmosis I (1534-1508 AEC), tras reunificar el reino egipcio, es el punto de partida para lo que los historiadores llaman el Imperio Nuevo -el más esplendoroso en la historia de Egipto-, y pronto logró consolidar su dominio en una amplia zona, que incluyó a Canaán, si bien vale la pena aclarar que en ese territorio el dominio fue económico, pero no político. La conquista militar tuvo que esperar varias décadas, hasta que Tutmosis I (1472-1466 AEC) extendió el dominio egipcio controlando Canaán y parte de Fenicia y Siria. Con Tutmosis III (1466-1412 AEC) dicho poderío llegó a su clímax: jamás en la historia Egipto había sido tan temido y tan poderoso.

Los siguientes faraones (Amenofis II, Tutmosis IV y Amenofis III) no extendieron más las conquistas egipcias, pero se dedicaron a consolidar el poderío estructural, llevando el Imperio Nuevo a un esplendor y estabilidad sin precedentes, en parte porque los tres gobernaron casi un siglo (1414-1339 AEC). Sin embargo, se sentaron las bases para una crisis futura: Tutmosis IV se distanció de los sacerdotes de Amón (los más poderosos), y especialmente con Amenofis III se empezó a fomentar el culto al Sol, representado por el dios Atón.

El clímax de esta pugna religiosa vino con el siguiente faraón, Akenatón, quien intentó imponer un proyecto monoteísta en Egipto. La oposición planteada por los sacerdotes de Amón frustró el intento, pero también lesionó el poderío del linaje real. Akenatón resultó ser un faraón muy torpe en cuanto al control de las conquistas egipcias, y durante su reinado se perdió el control de Siria (que fue conquistada por los hititas) y Canaán.

A la muerte de Akhenatón, y tras un breve período de regencia de su esposa Nefertiti, el trono fue ocupado por el último descendiente de la Dinastía: Tutankamón, que era un niño cuando empezó a gobernar y apenas había dejado la adolescencia cuando murió.

El trono fue ocupado por un breve período por el anciano visir de Tutankamón, llamado Ay, y a su muerte el poder recayó en su yerno, el general Horemheb, que tampoco pudo establecer un linaje real. A su muerte (1292 AEC), su visir Paramesu ocupó el poder, cambió su nombre por Ramses I y le dio inicio a una nueva Dinastía (la número XIX).

Hay algo interesante con esta dinastía: por los nombres de sus integrantes (Ramsés I, Sethi I, Ramsés II, Meremptah, Amenmeses, Sethi II y Siptah) es altamente probable que hayan sido faraones de origen semita. Y eso nos obliga a preguntar: ¿acaso fue una nueva dinastía de faraones Hiksos?

En términos estrictos no, porque Hikso significa “rey extranjero”, y lo cierto es que los descendientes de Ramsés I fueron visto como reyes locales. Pero es igualmente cierto que no eran egipcios al cien por ciento, sino semitas y, por lo tanto, emparentados con los Hiksos.

Tras la muerte de Siptah, Tausert, viuda de Sethi II, tomó el trono pero no pudo ejercer ningún tipo de control. Después de un período de anarquía, Sethnajt, descendiente de Ramsés II, se hizo con el poder y con ello se fundó la Dinastía XX, que fue la que marcó el declive definitivo del poderío egipcio. El único evento memorable fue que, hacia el año 1180 AEC, el Faraón Ramsés III detuvo la invasión de los “tekker” (troyanos) y los “peleset” (filisteos), también conocidos como Pueblos del Mar. Como bien sabemos, los filisteos se dirigieron hacia lo que hoy es Gaza y allí fue donde establecieron su reino.

Bien: es en este amplio y complejo contexto histórico donde tenemos que ubicar el vínculo entre Hiksos y el antiguo Israel.

Comencemos por aclarar el panorama de los Hiksos: dejando de lado su definición como “reyes extranjeros”, lo que tenemos es que un grupo semita tuvo una presencia relevante en Egipto durante un período muy extenso. Probablemente, su migración por razones comerciales se dio alrededor del año 2000 AEC, y unos tres siglos después los desórdenes locales les llevaron a ocupar posiciones políticas cada vez más importantes, hasta que se hicieron con el poder. Pese a que fueron derrotados por Ahmosis I hacia el año 1530 AEC, su presencia en los dominios egipcios no desapareció. Aquellos que habían sido vistos como “reyes extranjeros” migraron hacia Canaán, pero este territorio pasó a ser conquistado por Egipto, por Tutmosis I. Luego entonces, los semitas siguieron siendo parte del mundo egipcio durante mucho tiempo más.

Por ello, no es extraño que cuando la Dinastía XVIII empezó su decadencia con Akhenatón, en el gobierno ya hubiera funcionarios semitas perfectamente integrados a la vida egipcia, al punto de que ya no se les consideraba “extranjeros”. De ese modo, lo que siglos atrás hubiera sido definido como “hikso”, a partir de Ramsés I sólo fue otra Dinastía egipcia más en el poder.

Si tomamos en cuenta a los faraones de las Dinastías XIX y XX, la presencia semita en Egipto se extiende hasta el año 1069 AEC. Entonces, estamos hablando de un milenio completo de presencia semita. Dato importante, porque el Éxodo de Israel es uno de los grandes episodios semitas en Egipto.

¿Es posible que los Hiksos tengan algo que ver con el antiguo Israel?

Ya mencionamos que una idea tradicional bastante difundida es que Yosef pudo empoderarse en Egipto al amparo de un faraón Hikso, dado que tenían en común el ser semitas, y que la expresión del libro de Éxodo de que “se levantó un farón que no conocía a Yosef” se podría referir a Ahmosis I, el farón realmente egipcio que derrotó a los Hiksos.

Naturalmente, el texto bíblico no lo refiere de este modo. Pero recordemos: “Hikso” es una etiqueta puesta por los egipcios a los semitas que tomaron el poder en Egipto. Yaacov y su familia se veían a sí mismos como “hebreos” (Aviru, si retomamos la nomenclatura egipcia), pero los egipcios los habrían visto como Hiksos.

Cierto: es evidente que la saga de los Hiksos en particular (y los semitas en general) en Egipto es más compleja que la saga israelita. Me refiero a esto: la Biblia registra cómo los israelitas llegan a Egipto, pasan una buena temporada mientras vive Yosef, luego son reducidos a servidumbre, y finalmente son liberados milagrosamente para entonces iniciar su regreso a Canaán. En contraste, la saga semita en general incluye migraciones comerciales, una dinastía de farones Hiksos, el declive del poder, la asimilación al mundo egipcio tras las conquistas de Tutmosis I, y luego otras dos dinastías de faraones semitas.

¿Es posible que ambas sagas -la israelita y la semita- estén vinculadas? La respuesta es obvio: claro que sí. No sólo es posible, sino que es obligado: los israelitas somos, a fin de cuentas, semitas.

Entonces, lo primer que salta a la vista es que sucede algo muy similar al asunto de los Aviru. Como vimos en la nota anterior, la evidencia arqueológica tiende a mostrar que el relato bíblico registra apenas la memoria histórica de una pequeña facción de los antiguos Aviru.

En otras palabras: en los tiempos patriarcales (en términos bíblicos, en los tiempos de Abraham) los hebreos o Aviru eran un grupo semítico-cananeo repartido desde Egipto hasta Mesopotamia. Abraham apenas debió ser uno de tantos hebreos. La época alrededor del año 2000 AEC (justo cuando los futuros Hiksos empezaban a extender sus alcances comerciales en Egipto, Creta, e incluso España) fue el punto crucial donde el antiguo modo de vida hebreo -nómada y dedicado al pillaje- tuvo que evolucionar o desaparecer. Evidentemente, la mayoría simplemente desapareció y sólo quienes dieron el paso de convertirse en una sociedad sedentaria y mejor organizada sobrevivieron.

Por ello el único registro de memoria histórica que sobrevivió de los antiguos hebreos o Aviru fue el de la descendencia de Abraham, un patriarca que entendió que las épocas de nomadismo y vida furtiva habían terminado.

Ahora, tras analizar el asunto de los Hiksos, podemos ver el panorama todavía más completo: a la par que los Aviru iban desapareciendo, los grupos semita-cananeos fueron extendiendo sus alcances comerciales y, con ello, convirtiéndose en sociedades sedentarias.

Entonces, Abraham no habría sido el único hebreo en “modernizarse”. Habría sido parte de toda una tendencia regional que redefinió el modo de vivir de los semitas y los cananeos, asunto que estuvo muy vinculado a la evolución de los Hiksos. ¿Por qué? Porque estaban en el mismo territorio. La única razón para imaginar que Canaán y Egipto eran países “diferentes” sería pensar en el mapa actual. Pero en las épocas antiguas la situación era diferente: dada la importancia comercial y militar de Canaán, los egipcios siempre intentaron imponer su control allí, y en muchas épocas lo lograron. Además, téngase en cuenta que la distancia es, en realidad, mínima: desde el Nilo hasta Jerusalén hay apenas unos 400 kilómetros.

En resumen, lo que tenemos es esto: según el texto bíblico, un patriarca hebreo -Abraham- sienta las bases para que su familia se vuelva sedentaria; la inestabilidad de la época obliga a su nieto Yaacov a migrar a Egipto, pero las condiciones son favorables y en un principio los israelitas son un grupo próspero. Luego, las cosas cambian, son sometidos y finalmente tienen que salir de allí para regresar a Canaán.

Según la arqueología, hacia el año 2000 AEC la sociedad semita es un complejo fenómeno donde hay grupos nómadas que se dedican a la rapiña (los Aviru), pero también grupos mejor organizados y sedentarios que están extendiendo sus redes comerciales. Los primeros simplemente desaparecieron, a excepción de los que tuvieron la lucidez para modernizar sus modos de vida. Los segundos, en una coyuntura muy especial, se hicieron con el poder en Egipto y comenzaran a ser llamados “Hiksos” (reyes extranjeros). Naturalmente, eso debió fomentar la migración semita al país de los faraones.

La pregunta: ¿hubo grupos de Aviru que aprovecharan el auge Hikso para modernizarse en condiciones ventajosas? Júzguelo usted mismo: la capital de los faraones Hiksos se llamó Avaris, y muchos especialistas señalan que no hay vuelta de hoja con el asunto de la etimología, que nos señala que debe haber un vínculo entre los Hiksos y los hebreos.

Ahora, entendiendo el contexto histórico del que hemos hablado y usando la terminología que se recupera de la investigación arqueológica en Egipto, juntemos las dos narrativas: la Biblia nos cuenta la historia de una familia de Aviru que, en una época de grandes cambios en Medio Oriente, se convirtió en una familia de Hiksos.

La pregunta obligada ahora es por qué, si la saga israelita es parte de la saga de los Hiksos, en el texto bíblico no aparece nada de lo que luego sucedió con este grupo.

Y allí volvemos al asunto de la memoria histórica: los recuerdos son selectivos, y en el caso de la memoria histórica de los Hiksos-Israelitas, no es difícil deducir qué fue lo que sucedió.

En términos generales, la saga de los Hiksos termina mal: después de tener el poder en Egipto, fueron derrotados por Ahmosis I y huyeron hacia Canaán. Medio siglo después, sus descendientes fueron conquistados allí por Tutmosis I y convertidos en vasallos de Egipto. Pero vino su recuperación: ya integrados al universo cultural egipcio, fundaron dos dinastías de faraones, la primera de las cuales alcanzó un esplendor sin precedentes. Pero luego vino el declive, y la Dinastía XX tiene el nada honroso mérito de haber hundido el poderío egipcio a tal nivel que no se pudo recuperar en siete siglos. Después de eso, los vestigios de los Hiksos y su relación con el poder egipcio se pierden en la oscuridad de la Historia.

Por ello, es obvio que los antiguos israelitas -la otra ruta que tomaron los Hiksos- no tuvieron interés alguno en preservar estos detalles de la memoria histórica colectiva a la que pertenecían en los tiempos del Éxodo.

Nuestros ancestros representaron la otra alternativa, más discreta, pero más adaptada a los cambios sociales, políticos y culturales y, por lo tanto, la que sobrevivió.

Después de la expulsión de los Hiksos del poder en Egipto, la memoria histórica israelita se concentra en el grupo (o los grupos, como veremos en las notas siguientes) que regresaron a Canaán para ser parte de la redefinición social y política de ese territorio.

Con esto, hemos hecho un análisis general de dos temas relevantes de la arqueología moderna y el origen del pueblo de Israel: los Aviru y los Hiksos.

Ahora nos queda claro que en ambos casos, la saga bíblica está inserta en un contexto histórico muy complejo, en el que Abraham y su descendencia no eran entes únicos ni aislados en el mundo, sino parte de una sociedad muy compleja y hasta sofisticada, pero que en términos generales desapareció. Primero los montaraces Aviru, luego los poderosos Hiksos.

Desaparecidos o asimilados en su mayoría a otras naciones y culturas, sólo una de sus ramas logró imponerse a todas las transformaciones que, a su vez, pasaron por encima de grandes imperios como el egipcio y el hitita.

Y esa rama somos nosotros, Israel.

Bien: ya estamos listos para empezar con los temas verdaderamente difíciles.

¿Qué fue lo que sucedió en el Éxodo, entendiendo que el relato bíblico es la memoria histórica de Israel, pero que está inserta en toda la saga de los Aviru-Hiksos en Egipto?

Para empezar a contestar esa pregunta, habrá que intentar ubicar cronológicamente en qué momento se dio el Éxodo, y eso es lo que vamos a empezar a hacer en la nota de la próxima semana.

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