Enlace Judío México | Una mujer cubierta por un burka camina por la calle con dos niños pequeños cogidos de la mano. Uno de ellos, un metro por delante, le marca el camino. Ella apenas ve a través de la redecilla que le cae a la altura de los ojos. No es una mujer afgana musulmana.
Esta mujer con sus dos hijos no camina por ninguna de las calles del país del opio, de la corrupción institucional enraizada o de las mujeres subyugadas a la voluntad del hombre. Tampoco es musulmana. Es judía, camina por la Ciudad Vieja de Jerusalén en dirección al barrio ultraortodoxo de Mea Sharim – apenas a un kilómetro de la Puerta de Damasco- y viste una de las prendas utilizadas, no sólo por las mujeres musulmanas afganas, sino también por las judías de ese país a comienzos del siglo XX. En los años cincuenta había unos 5.000 judíos en Afganistán, pero la mayoría emigraron a Israel tras la creación del Estado en 1948, dejando en el país de Asia Central apenas unos cientos.
“Se parece, pero no se trata de un burka sino de un chader”, puntualiza Efrat Asaf Shapira, comisaria de la mayor exposición de vestidos y complementos utilizados por las comunidades judías entre los siglos XVIII y XX, en el Museo de Israel. “En nuestro caso la prenda tiene dos piezas, una para cubrir la cabeza y otra para el cuerpo, mientras que el burka de las musulmanas es de una sola pieza”, agrega esta joven israelí educada en Brasil, que se estrena como comisaria.
Una moda “universal”
La muestra cuenta con más de un centenar de prendas traídas de cuatro continentes. Desde la India a Túnez, desde Nueva York a Bagdad, desde Uzbequistán a Turquía. “Disponemos de un fondo de 10.000 prendas y objetos tradicionales, acumulados a lo largo de unos 80 años, que hemos seleccionado para mostrar esa interculturalidad y universalidad que tiene la moda tradicional judía”, explica Asaf Shapira.
“Hay que tener en cuenta que los judíos vestían como aquellos pueblos entre los que vivían, por lo que la exposición no sólo es muestra de cómo vestían las comunidades sino también las respectivas sociedades durante la época pre-moderna, lo que le confiere ese carácter universal”, añade.
La exposición –bautizada como Códigos de ropa: el vestuario judío– se compone de cinco secciones, que intentan precisamente reflejar la universalidad de cuestiones como la identidad o la memoria. Entre ellas destaca la llamada A través del velo, que reabre el debate sobre si los símbolos de modestia estética como el chader representan una interpretación positiva de la identidad religiosa de la mujer o, por el contrario, una fórmula de coerción social. “Durante estos últimos años hemos observado la reaparición de este tipo de prendas en algunos barrios ultraortodoxos de Jerusalén y en la ciudad de Bet Shemesh”, comenta la comisaria.
Inspiración y referencia
En la sección Prendas para el recuerdo se enseña cómo las mujeres de origen sefardí, en la época final del Imperio Otomano, donaban prendas a la sinagoga para que en ésta se hiciera un uso ritual. “A parte de mostrar cómo las comunidades judías se vestían en los diferentes países en los que vivían durante los siglos XVIII a XX, lo más importante de la exposición es la posible inspiración que puede transmitir a los actuales diseñadores y estudiantes de moda”, enfatiza la comisaria Asaf Shapira.
Además del chader (en la tradición judía y musulmana la mujer casada debe cubrirse el cabello por cuanto representa una tentación para el hombre) de las judías de Herat (ciudad al oeste de Afganistán), durante los años sesenta y setenta, en la exposición destacan por su gran colorido los vestidos de las comunidades sefardíes de la época del Imperio Otomano (1453-1917). Entre ellas dos vestidos de Salónica (Grecia) e Izmir (Turquía). Igualmente, las llamadas berberiscas, es decir, los lujosos trajes de las judías marroquíes, que en este caso quedan representadas por una berberisca de Tetuán y otra de Fez, distintos en forma y color.
“Las comunidades magrebíes se dotaban de colores diversos para diferenciarse unas de las otras”, señala Asaf Shapira. “Por ejemplo el color de Casablanca era el rojo, mientras que en Tetuán combinaban el negro y el morado”, agrega. Aún hoy en barrios como Mea Sharim es fácil distinguir a las judías sefardíes (de procedencia española), de las ashkenazíes (de origen centroeuropeo). Las prendas utilizadas para cubrir cuerpo y también cabeza de las primeras siempre son mucho más coloridas y vistosas que las utilizadas por las segundas, más oscuras, habitualmente negras.
La religión como punto de partida
Los diferentes vestidos representan códigos de credo religioso, origen geográfico y estatus socioeconómico de las mujeres. Esto queda también reflejado en la sección designada como Exponiendo lo oculto, en la que se muestran detalles, complementos, símbolos religiosos que aparecen en forma de broche o de ornamento, sea en la parte exterior o interior del vestido. Por ejemplo los bordados de la comunidad judía de origen iraquí asentada en La India, que combinan un vestido típico de Bagdad con una acentuada influencia británica victoriana.
Otra sección dedicada a la Fusión en el vestido muestra esa interculturalidad entre Oriente y Occidente. Por ejemplo, los vestidos de la comunidad judía de Irán después de que el Shá de Persia visitara París a finales del siglo XIX. Decidió importar conceptos y patrones estéticos de la moda parisina que trasladaría a su Irán natal.
La ropa infantil también queda recogida en la sección Mujeres y hombres pequeños, que exhibe como en aquel entonces la ropa de los más pequeños era una mera réplica en miniatura de las prendas que vestían los mayores, que no algo específico para niños. Resulta curioso para el visitante observar cómo la superstición llevaba a vestir con atuendos femeninos a los varones, dotados de todo tipo de amuletos, para así protegerlos de los ¨malos espíritus¨, que en realidad eran enfermedades milenarias y devastadoras como la viruela, causantes de epidemias ocasionales a lo largo de los siglos.
Fuente:elconfidencial.com
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