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jueves 26 de diciembre de 2024

JUDAICA / Exilio y Captura

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“Luego de medio siglo de silencio,
la figura de mi tío va teniendo
los merecidos honores.”
Liliana Hermann

 ARGENTINA. Extraño lugar en el profundo sur de las Américas, vaciado de nativos, construido con inmigrantes. Cuando los demás países cierran las puertas a la condenada población Europea, es de los pocos que acepta Judíos en los años previos al conflicto mundial. Al final de la guerra, así como recibe sobrevivientes del holocausto, también acoge a miles de Nazis certificados. Estos refugiados dispares a veces viven puerta con puerta en las tranquilas calles de Buenos Aires.

CUANDO Adolf Eichmann llega en 1950, sin dificultad obtiene documentos de identificación y permiso de trabajo. Es Ricardo Klement, católico, soltero, apátrida, registrado con siete años menos que sus 44 años. Todavía cauteloso, se atreve a escribir a su mujer en mano propia, informándole que todo está bien en la lejana Argentina. Trabaja en Capri, una empresa de Carlos Fulder que entre sus listas de empleados tiene altos funcionarios Nazis, como topógrafo en obras acuíferas en la provincia de Tucumán.

EN EL VERANO de 1952 su esposa Verónica Liebl y sus tres hijos Klauss, Horst y Dieter se reúnen con él y se trasladan en 1953 a Buenos Aires al barrio de Olivos donde sus vecinos incluyen varios dirigentes y oficiales de la SS como Christmann Kurt, Fishbook Hans, y su colaborador directo Karl Otto, quien es presidente de la cámara de comercio Germano Argentino En 1955 nace un cuarto hijo, al que llaman Ricardo. Vera Eichmann tiene 45 años y Ricardo Klement, 50. En 1959, obtiene un trabajo primero como mecánico, y luego capataz en la fabrica de Mercedes Benz en Suárez, un suburbio de Buenos Aires. Poco tiempo le durará esta respetabilidad. Aunque cambia su nombre para esconderse, la esposa e hijos mantienen los suyos. Esto es lo que eventualmente lleva a su captura en 1960.

EN CONTRASTE con Josef Mengele, cuya apoderada familia le subsidia sus vacaciones sudamericanas, Eichmann no tiene patrimonio que lo sustente, y su vida en exilio es dura. Es soldado raso, un hombre acostumbrado a formar parte de un grupo, ahora condenado a vivir una vida difícil y sin liderazgo. Su existencia es difícil, sus camaradas lo consideran traidor y no lo respetan. Vive parcamente en un suburbio económicamente deprimido de Buenos Aires. La casa de ladrillo en la que vive la construye en fines de semana con ayuda de sus hijos alemanes. Disfruta diez años de anónima vida en relativamente apacible existencia.

EXTRAÑA los días de gloria, cuando es imprescindible para el partido. Se encuentra amargado por su pobreza y falta de poder. Tal vez por eso accede a ser entrevistado para un libro de memorias propuesto por Willem Sassen, periodista holandés que también es oficial de la SS y doblemente condenado por crímenes de Guerra, Sassen coquetea con algunos servicios de los países vencedores con información de sus antiguos camaradas. Con la ayuda de brandy y cerveza, Eichmann suelta un poco la cautela y discreción, se graban varias horas de conversaciones.

PRESUME de sus logros. Se preocupa de no haber hecho lo suficiente, justifica su papel. Sueña con regresar a Alemania a ser enjuiciado y escribe una carta al entonces canciller de Alemania Occidental Konrad Adenauer, cuyo gobierno ya ofrece cargos gubernamentales a criminales como su Secretario de Estado Hans Globke, quien fuera asesor de las leyes raciales de 1935. Su esperanza es que las regalías del libro escrito con Sassen sostengan a su familia durante el (poco) tiempo que espera estar en la cárcel.

EN LA entrevista con Sassen, Eichmann tiene la oportunidad de ser alguien otra vez. “No me arrepiento de nada. Si nosotros hubiéramos matado de los 10,3 millones de judíos a 10,3 millones de judíos yo estaría contento y diría: está bien, liquidamos a un enemigo.” Sus indiscreciones generan tanta atención que no sabrá donde ponerla más tarde. A la hora del juicio declara que las entrevistas con el periodista son realizadas “bajo la influencia del alcohol, son falsas e inauténticas.”

TIENE cuidado en Argentina, se relaja y no se relaja. Sabe que lo buscan y sabe cual es su probable destino si lo atrapan. A sus hijos les indica llamarlo “tío” cuando estén fuera del hogar. Sus hijos mayores, que respiran el Reich desde niños, están registrados en el Colegio Alemán, junto con los de Mengele. Ellos son menos discretos. Aunque Eichmann es uno de los hombres más buscados en el mundo y desde 1956 existe en Alemania un pedido de captura internacional, los que encuentran su pista no son ni el Mossad ni cazadores dedicados como Simon Wiesenthal y Tuviah Friedman, quienes activamente buscan por el mundo Nazis y colaboradores.

IRÓNICAMENTE, es un hombre ciego quien lo identifica. Lothar Hermann recibe antes de la guerra una probada del infierno que vendrá. Hermann es antifascista, y de los primeros en sufrir la persecución del régimen Nazi como huésped ocho meses en Dachau. Pierde un ojo al ser brutalmente apaleado por un SS en su estancia en el campo de concentración. Recibe su liberación en 1936 a cambio de sus propiedades familiares y de inmediato escapa a Holanda, donde se casa y embarca a Sudamérica en 1938 para llegar a Argentina en 1940. De once hermanos y sus padres, solo se salvan cuatro. El resto es exterminado en los campos.

EN LA posguerra, Hermann se dedica a tramitar seguros de jubilación y pensiones a la comunidad alemana de Buenos Aires. Sus vecinos incluyen criminales de guerra y sus hijos sociabilizan con los hijos de éstos. Nadie habla de la guerra. En esos universos paralelos, hay cosas que se dan con las sincronías de la vida. Como un día en que la hija de Lothar, Silvia Hermann, con doce años, va al Cine York y conoce  y comienza a socializar con Klaus Eichmann. Es ella quien consigue la dirección del burócrata de los trenes para su padre.

LOTHAR envía en 1954 la primera alerta a la Delegación de Asociaciones Israelitas en Argentina (DAIA) y a las autoridades israelíes en Argentina. No recibe respuesta. En 1957 escribe a su amigo el fiscal judeo-alemán Fritz Bauer, a quien conoce cuando son prisioneros en Dachau. Bauer sabe que no puede confiar en la justicia alemana, plagada de Nazis, ya que alguien podría delatar la cercanía de su informante con Eichmann, poniendo en peligro su vida y la de su familia. Pasa la información a Israel, quien realmente no prioriza tanto la búsqueda de justicia sino la construcción del estado a través del resarcimiento económico por los crímenes. Isser Harel, jefe del Mossad, tiene que decidir entre perseguir enemigos anteriores y defenderse de enemigos presentes. Veintisiete cartas habrá de escribir, indignado y perplejo por la falta de reacción del gobierno Israelí. Aún cuando se ofrece públicamente una recompensa por su cabeza, no hay respuesta.

Obviamente ustedes no tienen ningún interés en detener a Eichmann.”

HERMANN y su familia, por miedo a sufrir las consecuencias de sus denuncias, salen del barrio Olivo y se mudan a Coronel Suárez en 1955, otro barrio lleno de refugiados alemanes. Teme por su vida, y continúa asegurando la vida de sus ex-compatriotas.

Amor a los Judíos

TOMARÁ algunos años más, y mucha insistencia, hasta que la inteligencia de Israel decide ir por su blanco. Aún cuando han enviado vigilantes, no se creen que el gran Eichmann es el Mago de Oz detrás de la modesta casa sin electricidad ni agua corriente. Dudan la credibilidad de una persona no vidente; consideran que Hermann no está en sus cabales por el estado en que queda consecuencia de la tortura. La familia Hermann insiste, encuentra más evidencias y documentos. En dado momento ya es innegable la información. Wiesenthal recibe confirmación cuando visita un Barón que como él colecciona sellos. Le muestra una carta donde el corresponsal comenta que “ese cerdo Eichmann está en Argentina.”

“¿Te sirve de algo esta carta?”

FINALMENTE se ponen las pilas los Israelíes. Saben que es poco probable que funcione una extradición legal ya que no hay acuerdo de extradición con la Argentina del gobierno de Arturo Frondizi. Por eso se envía una docena de agentes del Mossad –un escuadrón específicamente encargado de la búsqueda de criminales de guerra – para preparar su captura y evacuación, incluyendo un experto en falsificar documentos, uno que tiene buen conocimiento de Buenos Aires y uno suficientemente fuerte para atraparlo.

EL EQUIPO renta y modifica dos casas, vigila a Eichmann en su trabajo y su casa, toma fotos para verificar que es el hombre correcto, ensaya el rapto cientos de veces. Una noche lluviosa, el once de mayo de 1960, lo atrapan en la calle cuando camina del autobús a su hogar. ”Tuve que usar guantes esa noche,” dice Peter Malkin, el encargado de poner su brazo alrededor del cuello del flaquito Eichmann, elegido por su fuerza y su habilidad con los disfraces y artes marciales. ”Sabía todas las órdenes que salieron de su boca. Tenía que poner algo entre ésta y yo.” La hermana, primos y sobrino de Malkin habían sucumbido en las atrocidades de la guerra.

EN ENERO de 1960, cuatro meses antes de su captura, una vidente le predice a Eichmann que será juzgado y morirá antes de los 57 años. En ese entonces tiene 54 años. El día que ocurre su rapto, Eichmann ofrece un grito, luego mínima resistencia. Los agentes esperan un monstruo y encuentran un “simple obrero, escuálido y apagado.” No es una personalidad fuerte. El prisionero es leal y soldado obediente, lo que se le dice hacer, hace. Está resignado a su suerte.

¿Cómo te llamas?
Ricardo Klement
¿Cuál es tu numero de SS?
Soy Adolf Eichmann

HACE AÑOS Eichmann espera y teme este momento. Sabe que son Israelíes sus captores. Primero lo desnudan, le vendan los ojos, le atan las manos, lo alimentan con comida kosher. Luego lo visten en pijama de rayas. Las humillaciones son leves comparativas a sus crímenes. Los agentes pasan nueve días mientras los hijos de Eichmann lo buscan.

“TIENES un niño hermoso,” dice Malkin en conversaciones durante esos nueve días, ignorando las directivas oficiales de no hablar con el prisionero. “Me recuerda otro niño que pudo haber sido su hermano. Era el hijo de mi hermana. La única diferencia es que este niño está muerto.” Eichmann lo mira aterrorizado. “Dijo: ¡No es mi culpa! Era Judío. Yo no tengo nada en contra de los Judíos, ¡al contrario! ¡Amo a los Judíos!”

Y con eso, Eichmann recita la frase que tantos Judíos
recitan antes de entrar a las cámaras de gas,
“Sh’ma Israel….”

CUANDO logran que firme un documento donde el prisionero declara que va a Israel voluntariamente, lo visten de sobrecargo de El Al y sale en el avión que regresa la delegación Israelí que atiende las celebraciones argentinas del 150 aniversario de la Revolución de Mayo.

ARGENTINA protesta el rapto, el pueblo indignado que un ciudadano naturalizado – aún cuando criminal de guerra bajo nombre falso – haya sido capturado a escondidas atravesando la soberanía nacional. Disminuye el reclamo cuando se van conociendo los crímenes de Eichmann. La familia del plagiado deja su hogar. Verónica Liebl regresa a Alemania con sus hijos menores. Uno de sus hijos mayores participa en actividades nazis por su propia cuenta. Los crímenes de odio contra Judíos se destapan. En un caso, graban una swástika en el pecho de una joven cuyo padre asiste en el secuestro. El presidente argentino expulsa al embajador de Israel y logra un voto condenatorio en las Naciones Unidas.

Anulación del Héroe

SE ANUNCIA su captura a través de los medios, atribuyendo el mérito a Wiesenthal para evitar aludir a la ilegal actuación del Mossad durante el secuestro. La versión de Lothar Hermann, el verdadero héroe de esta historia, es denigrada y excluida del relato oficial que describe el secuestro y posterior enjuiciamiento.

HERMANN manda cartas al Estado de Israel en 1961 para solicitar la recompensa ofrecida por cualquier dato ver. Vive lola de .ce una recompensa por su cabeza, nadoie ie de vivir.recabezas.ror. Nunca han vuelto a ver ese archivo, mas es suídico sobre Eichmann. La contestación del estado es que sea buen judío y mantenga la satisfacción que el criminal está bajo custodia y ya cerca de su día de juicio. En una de las misivas, plantea que va a dar a conocer la verdad sobre el caso, que se ve envuelto de extorsión, asesinato y engaño. Envía copias a Pinchas Rosen, Golda Meir, David Ben Gurión y el fiscal del caso Eichmann Gideon Hausner. Unos días más tarde, irrumpen en su casa cinco agentes del estado de Israel y un alto directivo de la DAIA en conjunto con dos de Alemania para intimidarlo. Utilizando periodistas de Inglaterra, llegan a Coronel Suárez inventando que Lothar Hermann es Mengele, el doctor muerte de los campos.

A PARTIR de esta acusación, Lothar vive otra pesadilla. Es arrestado. En la cárcel es interrogado y maltratado durante dos semanas por la policía, sin jamás entender por qué le privan su libertad. El eslabón más importante en la captura de Eichmann, el hombre que insiste ante la indiferencia de Israel, es amenazado y vigilado por la policía argentina durante los diez años que le siguen. Hermann vive con miedo el resto de su vida, su casa es bunker llena de cierres, candados y pasadizos secretos. Su hija Silvia sale exiliada a Estados Unidos en 1959 porque Lothar teme por su vida. Nunca la vuelve a ver.

EN 1971 Hermann es invadido por un cáncer. Tuvia Friedman realiza una colecta con otros sobrevivientes del Holocausto para invitar a Hermann a Israel. No comprende cómo el estado, que dispone millones de dólares para otros asuntos, no está dispuesto a pagar los 10 mil dólares de recompensa prometidos. Friedman coordina con Golda Meir un reconocimiento. Finalmente se le otorga la recompensa, que utiliza para pagar los gastos de su enfermedad.

LOTHAR Hermann muere en 1974. Un familiar encuentra su tumba desértica en el cementerio municipal de Coronel Suárez, profanada, sin nombre ni gloria y sin reconocimiento que es él quien hizo justicia a seis millones de almas. En cincuenta años de la famosa captura se publican cientos de libros, películas y documentales. Pocos mencionan el papel de Lothar Hermann, que da su vida por un concepto de Justicia que no cabe en los esquemas de los grandes poderes.

DE LOS cuatro hermanos que sobreviven la guerra, uno es Lothar y otro Hugo, abuelo de la mujer que se encarga de investigar y redimir la memoria de su tío abuelo. Liliana Hermann, sobrina nieta de Lothar, mantiene firme lucha para que el mundo conozca esta parte de la historia. La gradual develación de la información ocurre con otra sincronía: En 1999, el hermano de Liliana solicita la ciudadanía alemana. Con el acta de nacimiento de su abuelo, recibe también un gordo dossier sobre Lothar Hermann, que de inmediato se le arrebata de las manos como un error. Nunca han vuelto a ver ese archivo, mas es suficiente para comenzar la búsqueda de raíces que lleva a Liliana a descubrir esta escondida pieza del rompecabezas.

BUENA parte de la historia sigue atorada en documentos clasificados por Israel, Alemania, Estados Unidos. La periodista alemana residente en Argentina Gaby Weber gana un juicio a los servicios de inteligencia alemanes para liberar los documentos, y logra que se le entreguen cuatro mil páginas del archivo Eichmann. El gobierno de Angela Merkel se queda con 100 páginas, a más de 50 años de su captura. En los tachados documentos que rescata, Weber encuentra que con la guerra fría casi todos los alemanes que se encuentran en Argentina, Nazis o no, son reclutados para los servicios secretos de los países involucrados. Y afirma que Eichmann trabaja tanto para Estados Unidos como para la Unión Soviética e Israel.

EN SUS investigaciones, Weber, ahora vetada por el gobierno de entrar a Estados Unidos, dice que Israel tiene poco interés en encontrar Nazis porque en esa época de construcción de estado, además de recibir el dinero de las reparaciones de guerra, negocia con Alemania la creación de su programa nuclear. Que existe un acuerdo tácito de no ir tras los criminales. Otro informes de años posteriores indican que Mengele, quien se escabulle en la época de la acción contra Eichmann, está localizado en Brasil, mas Israel no hace nada al respecto.

“(LOTHAR) DEJÓ este mundo sin gloria alguna perdiendo lo más preciado de su vida injustamente por exigir justicia a quienes deberían impartirla,” dice Liliana, quien al hacer contacto con Ricardo, el hijo argentino de Eichmann, recibe su apoyo en la búsqueda de la verdad. Sólo en el 2010 se restaura la tumba de Hermann, lo honran sus vecinos y las autoridades locales. El 13 de agosto de 2012, en ceremonia discretamente apoyada por Israel, la DAIA otorga honor póstumo por su parte en la captura.

EL ESTADO de Israel actúa con intereses y contradicciones, toma decisiones políticas más que morales, que van más allá de nuestro entendimiento. Se siguen revelando fragmentos que no sabemos donde colocar en la acartonada versión de la historia que recibimos a través de los medios populares. Preocupación por la imagen, a través de secretos y mentiras, con agendas dobles y triples, a costa de vidas individuales, los mitos oficiales buscan mantener idealizado al país que amamos más allá de su sombra. ¿Es o no es el deseo de Justicia el que lleva a juicio a uno de los más importantes eslabones del asesinato del alma Judeo-Europea? La Buena Guerra todavía no nos permite descansar en paz.

QUERIDO lector. Esta historia es aún más complicada de lo que podemos comprender. Te ofrezco lo que he podido juntar hasta ahora. Con el entendimiento de que hay información errónea, y otra fuera de contexto y que cada dato que descubrimos tiene decenas y cientos de historias que siguen escondidas. Procuro presentarla buscando luz y no juicio, buscando paz y no Justicia. Porque la Justicia está en otro lado.

“Y la verdad nos hará libres.”

Yehudit Lev,  10 de Nissan, 5774

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