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viernes 15 de noviembre de 2024

Jag HaPésaj y los éxodos judíos

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RAV CARLOS A. TAPIERO

Enlace Judío México | Pésaj describe la historia redentora del éxodo de Egipto en tiempos de Moshé Rabeinu [1], con sus componentes milagrosos – las 10 plagas, la apertura del Mar Rojo [2], la caída del man (maná) por 40 años -. Se trata del nacimiento del pueblo judío como tal, con el ingreso a su libertad física – una familia de 70 almas [3] que crece hasta su transformación en un pueblo de más de dos millones de seres humanos[4] -. Tal como un niño nace de su madre – en la apertura del vientre materno, y desde su hábitat líquido -, el pueblo de Israel surge de entre las aguas del abierto Yam Suf – ese mar que arma dos murallas para la salida del pueblo protegido por Dios.

El pueblo judío vivió muchos otros éxodos. El nuevo Estado de Israel se nutrió, como la Tierra de Israel en la época de Moshé y Yehoshúa, de algunos de los grandes éxodos del pueblo judío en su milenaria historia. En Pésaj, se trató de un éxodo redentor. En el incipiente y en el posterior establecido Estado de Israel, los éxodos inmigratorios fueron también libertadores, aunque de otras características: siempre producto de la expulsión, de la discriminación, de la violencia antisemita. Los sobrevivientes de la Shoá; los cientos de miles de refugiados judíos de los países árabes, expulsados ante la creación de Israel; el millón de judíos del caído bloque soviético; los miles y miles de judíos que se refugiaron en Israel en diferentes hecatombes económicas en Occidente; la evacuación de los judíos etíopes… todas esas grandes olas inmigratorias, esos éxodos, hicieron del Estado de Israel una entidad no sólo posible, real, sino también una Nación desarrollada, pujante, próspera, creciente, avanzada, estable y fuerte.

Theodor Herzl, el Padre del Sionismo, definió al futuro Estado de Israel (por el que trabajó denodadamente y al que proféticamente vislumbró 50 años antes de su creación), desde muchas perspectivas diferentes – reconociendo siempre su posible carácter de refugio para el pueblo judío por doquier. Él sabía que masas de idealistas judíos habían emigrado y se habían establecido en la histórica vieja-nueva Tierra de Israel[5] para restablecer allí la vida nacional judía, creando instituciones e infraestructuras que pudieran sostener a un Futuro Estado – el tercero – para el pueblo judío por doquier. Pero advertía que Israel se tornaría en la única alternativa para comunidades judías perseguidas y acosadas – él comprendió lo trágico de esa verdad más de 40 años antes del Holocausto -. Grandes y significativos números de idealistas diseñarían a la Nación reconstruida, nutriendo con su fervor al ethos nacional judío. Las grandes mayorías – los refugiados, los distintos éxodos -, se incorporarían de forma orgánica a la Nación Judía en el Estado de Israel, tomando esa ideología como propia y transformándose, con ello, en parte orgánica del país; transformándose en israelíes.

Moshé Rabeinu y su sucesor Yehoshúa tuvieron el gran desafío de hacer de su pueblo liberado una Nación con un destino y un propósito compartidos, después del Gran Éxodo. Los líderes del Israel moderno tuvieron que afrontar un reto parecido – transformar a las más diversas y dispares Diásporas judías en un grupo orgánico con un propósito común -. Ese gran desafío fue alcanzado por el éxito en ambos casos, aunque con menores y mayores tropiezos – de los que cuenta la Torá y los Neviím, y de los que testifican los personajes vivos del nuevo Estado Judío, y escritores de todo el mundo -. Jorge Luis Borges, uno de los más grandes poetas y cuentistas del siglo XX, es una de las voces más facundas testificando el paso de éxodo a Nación. Borges expresa con una maravillosa elocuencia en su poema “Israel, 1969” ese proceso que de judíos en éxodo a Israel hace israelíes en vida nacional plena:

“Temí que en Israel acecharía
con dulzura insidiosa
la nostalgia que las diásporas seculares
acumularon como un triste tesoro
en las ciudades del infiel, en las juderías,
en los ocasos de la estepa, en los sueños,
la nostalgia de aquellos que te anhelaron,
Jerusalén, junto a las aguas de Babilonia,
¿Qué otra cosa eras, Israel, sino esa nostalgia,
sino esa voluntad de salvar,
entre las inconstantes formas del tiempo,
tu viejo libro mágico, tus liturgias,
tu soledad con Dios?
No así. La más antigua de las naciones
es también la más joven.
No has tentado a los nombres con jardines,
con el oro y su tedio
sino con el rigor, tierra última.
Israel les ha dicho sin palabras:
olvidarás quién eres.
Olvidarás al otro que dejaste.
Olvidarás quién fuiste en las tierras
que te dieron sus tardes y sus mañanas
y a las que no darás tu nostalgia.
Olvidarás la lengua de tus padres y aprenderás la lengua del Paraíso.
Serás un israelí, serás un soldado.
Edificarás la patria con ciénagas: la levantarás con desiertos.
Trabajará contigo tu hermano, cuya cara no has visto nunca.
Una sola cosa te prometemos: tu puesto en la batalla”.

En estos días previos a la celebración de Pésaj, en los que recordamos festivamente el final de la opresión egipcia, y el nacimiento de la Nación judía en el éxodo que condujera a una vida plena en la Tierra de Israel, recordemos también, cuando cantemos “Avadim haínu; atá benéi jorín” – “Fuimos esclavos; ahora somos libres” – cuán maravilloso, cuán extraordinario, cuán feliz es el hecho de que los nuevos éxodos del pueblo judío, acompañados por el idealismo sionista moderno, dieran nacimiento, una vez más, a nuestra vida nacional presente en el Estado de Israel. Pésaj fue liberación entonces; y Pésaj es liberación hoy – en nuestra vida nacional recuperada.

Quiera Dios que la celebración de otro Pésaj en nuestras vidas personales y familiares nos devuelva a nuestra memoria histórica como familia que se hizo pueblo, y luego Nación, en la Tierra Prometida: en nuestra amada Éretz Israel.

Quiera Dios que valoremos el producto de los éxodos que hicieron de nuestro pequeño Estado de Israel una gran Nación, tal como se nos pide que valoremos al Gran Éxodo de Egipto del que leeremos en nuestra Hagadá de Pésaj.

Quiera Dios que disfrutemos de este presente glorioso, aunque difícil, sabiendo que precisamente el precio de esa libertad es nuestra acción decidida por mantenerla y hacerla propia, santificando con ello nuestras vidas y las de los nuestros.

Y quiera Dios que disfrutemos de un encuentro con nuestros seres más queridos en derredor de la cena de Pésaj, en abrazos amorosos y diálogos significativos.

Que este Séder y todos los futuros sean de liberación y de redención para nuestro pueblo y para todos los hombres y mujeres de buenas acciones.

¡Jag Pésaj Saméaj!
¡Jazak ve’ematz!

*El Rabino Carlos A. Tapiero es Vice-Director General & Director de Educación de la Unión Mundial Macabi


Fuente:periodistadigital.com

 

 

#Pesaj

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