LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO
Las celebraciones de Pesaj y la Semana Santa
Enlace Judío México |Esta semana, por segundo año consecutivo, fuimos invitados por nuestros consuegros, los padres de Guido, esposo de mi hija menor, al Seder de Pesaj (celebración de la Pascua judía); también fue mi hermana menor, Java. Los consuegros son observantes de la fe judía y el Seder lo realizaron conforme a la liturgia de la misma; no obstante que yo no guardo el Shabat (descanso y dedicación al rezo los sábados) y tampoco la Kashurt (alimentos elaborados bajo el ritual judío y supervisión de las autoridades religiosas), dos de los principales preceptos de la religión judía, considero que la celebración de Pesaj representa la flamita, que entre otros factores, alimenta mi espíritu judío.
Mi hija e hijo mayores, por el asueto de la Semana Santa y de Pesaj, se fueron a descansar a la playa con sus respectivas familias. Me imagino que bajo una Guía de Pesaj, a través de una Tablet, realizaron de manera insustancial el Seder. Por otra parte, por primera vez en mucho tiempo, quizá décadas, no fuimos convocados al Seder de nuestros amigos Abraham y Bila. En la comida de Pesaj asisten alrededor de veinte de sus familiares y amigos. Pienso que no fuimos invitados porque con el tiempo la relación de amistad se ha deteriorado y por tanto el interés mutuo por la convivencia ha mermado; así son las relaciones humanas y no deben provocar resentimientos si hay madurez de las personas.
En el contexto de la celebración de las fiestas religiosas de la Semana Santa destaca la representación de la Pasión de Cristo en la delegación de Iztapalapa, una de las dieciséis que conforman el Distrito Federal; y que tiene una población de dos millones; la celebración de la Semana Santa en Iztapalapa se inició en agradecimiento a que terminó una epidemia de cólera morbus que diezmó a la población en 1833. Desde 1842 los habitantes de esta delegación realizan en la Semana Santa una representación de los pasajes más importantes de la Pasión de Cristo, teniendo como escenarios paisajes de la región: iglesias, capillas, calles, parte del Cerro de la Estrella, la explanada del Jardín Cuitláhuac y de diferentes escenarios preparados para la ocasión.
Los 84 protagonistas de esta “gran obra teatral” se transforman, toman la investidura de vírgenes, nazarenos y otros personajes bíblicos; los “artistas” son seleccionados cuidadosamente, no solo por sus dotes artísticas, sino también por sus antecedentes de fe; para poder representar a Jesucristo, los candidatos deben tener los atributos físicos necesarios para resistir el trasladarse a través del gran escenario llevando a cuestas la Cruz de Madera que pesa aproximadamente 90 kilos, tal como lo estipulaba el código penal romano de aquella época, soportando además “caídas y golpes” de los soldados romanos con un clima generalmente muy caluroso.
La fiesta inicia el Domingo de Ramos con la Bendición de las Palmas en la Parroquia de San Lucas, el Jueves Santo se realiza una procesión por las principales calles y el Viernes se lleva a cabo el juicio de Jesús ante Poncio Pilatos, y los clarines anuncian que este ha sido condenado; azotes y coronación se escenifican en la explanada del Jardín Cuitláhuac; entonces se da inicio al vía crucis rumbo al Gólgota (Cerro de la Estrella); en este trayecto se representan las tres caídas de Cristo y se escenifican los demás pasos del calvario hasta su crucifixión.
La escenificación de la Pasión de Cristo es vista por tres mil espectadores; sin embargo, Iztapalapa es visitada en la Semana Santa por tres millones de personas atraídas por el misticismo del lugar en esa fecha. Considero que la celebración ha perdido emotividad; de ser la fiesta mayor de los católicos se ha convertido en un grotesco espectáculo televisivo, detrás del cual existen intereses económicos, está muy lejos de la solemnidad con que se realiza en San Luis Potosí y San Miguel Allende, especialmente con sus procesiones del Silencio, y ni qué hablar de la Semana Santa en Guatemala, en la Ciudad Capital, en Antigua y Chichicastenango, que tuve la oportunidad de vivir con mi familia en 1995 y de la cual hice referencia en una Crónica anterior; la Semana Santa en Guatemala por su autenticidad y la emotividad que mostraron los fieles en las procesiones y en las misas ha sido el evento religioso con mayor impacto en mi persona, al igual que el sentimiento que experimenté cuando estuve en el Muro de los Lamentos en Jerusalén.
En este marco, preocupa que particularmente en Semana Santa, en diferentes iglesias, los sacerdotes continúen con sus homilías antisemitas, culpando a los judíos de la muerte de Cristo y que todavía se practique, aunque esté prohibido por la autoridad, la quema de Judas en el Sábado de Gloria. Asimismo, considero que la Iglesia en pleno siglo XXI no debería permitir las flagelaciones que parte de sus fieles se hacen para expiar sus pecados, que incluso, en el caso de Filipinas, llegan al extremo de crucifixiones reales.
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