SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | Hace unos años conocí en Los Ángeles por medio de una diputada de Jalisco a varios pobladores de Temacapulín, Jalisco; promovían su lucha en Estados Unidos en contra de la construcción de una presa (El zapotillo) que inundaría su pueblo. Según su dicho, el gobernador había logrado el apoyo del INAH para la inundación, se cubrirían varios pueblos que estaban protegidos por la ley, pero al parecer la influencia de un gobernador logra autorizaciones que por definición están prohibidas. Entre los planes del gobernador estaba construir una marina, en la que él, según los pobladores de Temacapulín, tenía intereses económicos. La diputada facilitaba acciones políticas, porque siendo de oposición no tenía capacidad de lograr acciones legislativas para corregir lo que se veía como un error. Especialmente porque hay una corriente que se opone a las presas porque emiten gases.
Hoy leo en el periódico que la construcción avanza, que la inundación es inminente, que no obstante haber una resolución de la Suprema Corte de Justicia para que la altura de la cortina no arrase con los pueblos, la CONAGUA y el gobierno del Estado de Jalisco han decidido aumentar su altura, lo que viola la resolución de la corte y condena a la inundación a los pueblos; o sea, que la lucha fue infructuosa, en el nombre del progreso, una vez más se arruina al medio ambiente, el legado histórico y por supuesto, la vida de varias comunidades, porque se inundarán 3 pueblos donde viven más de medio millón de personas.
A éstos daños se le agrega el agravio de siempre, porque el nuevo gobernador durante su campaña les prometió que no inundarían y ya ha iniciado las gestiones para desplazar a la gente y continuar con el arrasamiento generalizado; hay que ver lo que hace la búsqueda de votos y el sometimiento al poder central.
La gente se molesta, con razón, porque los políticos no cumplen lo que prometen. De hecho, el actual gobernador de Jalisco, cuya efigie ha sido quemada en esta semana santa, reafirma la definición de demagogia, que consiste en prometer algo que de antemano se sabe que no se cumplirá. Esta distancia entre la promesa y las intenciones ocultas, es lo que en gran medida desprestigia a la política y los políticos, provoca apatía en los procesos formales como las elecciones, y propicia acciones sociales que el gobierno considera amenazas, como los cierres de carreteras. Y es que el terreno no es parejo, la sociedad se ve arrasada por políticos hipócritas y carece de canales de freno a los excesos.
Con tal de conseguir votos los políticos son capaces de ofrecer las perlas de la virgen. Es memorable la propuesta de un político uruguayo ingenioso que prometió que para ahorrar gasolina todas las calles serían de bajada, sin embargo, es raro el político sarcástico, que esté dispuesto a llegar al nivel de burlarse de la política y de aquellos que prometen hasta lo que no se puede conseguir.
Los políticos normalmente están dispuestos a sacrificarse por el bien de la sociedad, y de ellos mismos por supuesto. Un candidato a gobernador de Texas, cuando fue cuestionado sobre su interés en el puesto respondió: Necesito espacio en el closet. En un despliegue de honestidad, cuando le preguntaron si tenía esqueletos en el closet respondió: ninguno, todos se están asoleando en la playa; respuesta que contrasta con el intento de ocultamiento que normalmente despliegan los políticos para que no se vea quiénes son sus aliados, sus propiedades y sus verdaderas intenciones en el gobierno. En este sentido es revolucionario plantear que ningún político pueda promover proyectos que no mostró en campaña, para evitar que sorprenda a la sociedad, especialmente porque ya en el poder se escuda en su supuesta legitimidad para tomar decisiones que pueden estar repudiadas por una buena parte de la sociedad.
Encontramos así dos problemas. Por un lado los políticos que prometen con ligereza cuestiones que no tienen la intención de cumplir; por el otro, hay políticos que tienen una agenda oculta que implantan muchas veces en contra de los deseos de segmentos societarios que dejaron de ser tomados en cuenta.
En el caso de Temacapulín nadie consultó a la sociedad para ver si estaban de acuerdo en el proyecto, más todavía, cuando se enteraron de la existencia del mismo asumieron una postura militante en contra de él, especialmente porque la ruina de su patrimonio histórico, cultural, religioso y personal beneficiará a comunidades lejanas, especialmente la ciudad de León, Guanajuato.
Como vemos, todas las acciones societarias parecen haber sido infructuosas, el gobierno se sale con la suya, la gente paga las consecuencias, O sea, la historia de nunca acabar.
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