IRVING GATELL PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | “Ahora, así dice el Señor, Creador tuyo, oh Yaacov, y formador tuyo, oh Israel: no temas, porque yo te redimí, te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si pasas por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo el Señor, D-os tuyo, el Santo de Israel, soy tu salvador. A Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque fuiste de gran estima a mis ojos, fuiste honorable y yo te amé. Daré, entonces, hombres por ti y naciones por tu vida. No temas porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: da acá; y al sur: no detengas, trae de lejos mis hijos y mis hijas de los confines de la tierra. Todos los llamados de mi nombre. Para gloria mía los he creado, los formé y los hice. Sacar al pueblo ciego que tiene ojos, y a los sordos que tienen oídos. Congréguense a una todas las naciones, y júntense todos los pueblos. ¿Quién de ellos hay que nos dé nuevas de esto, y que nos haga oír las cosas primeras? Presenten sus testigos y justifíquense; oigan y digan: verdad es. Vosotros sois mis testigos, dice el Señor, y mi Siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis lo que soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí. Yo, yo el Señor, y fuera de mí no hay quien salve. Yo anuncié y salvé, e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois testigos de que yo soy D-os, dice el Señor. Aún antes que hubiera día, yo era; y no hay quien libre de mi mano. Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará? Así dice el Señor, Redentor vuestro, el Santo de Israel: por vosotros envié a Babilonia, e hice descender como fugitivos a todos ellos, aun a los caldeos en las naves de que se gloriaban. Yo el Señor, vuestro Santo, Creador de Israel, vuestro Rey. Así dice el Señor, el que abre camino en el mar y senda en las aguas impetuosas, el que saca carro y caballo, ejército y fuerza; caen juntamente para no levantarse; fenecen, como pábilo quedan apagados. No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz. ¿No la conoceréis? OTRA VEZ ABRIRÉ CAMINO EN EL DESIERTO Y RÍOS EN LA SOLEDAD. Las fieras del campo me honrarán, los chacales y los polluelos del avestruz, PORQUE DARÉ AGUAS EN EL DESIERTO, RÍOS EN LA SOLEDAD, PARA QUE BEBA MI PUEBLO, MI ESCOGIDO. Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará”.
Isaías 43:1-21
Muy pocas veces reparamos en las singulares características que tienen los capítulos 40 al 55 del libro del profeta Isaías. En términos generales, los lectores de la Biblia pasan por alto que esta sección resulta anacrónica en relación al resto del libro.
¿Qué es lo que sucede? Que los capítulos 40 al 55 son un amplio discurso dedicado a los judíos que estaban a punto de ver el final del exilio en Babilonia y que, por lo tanto, tendrían la responsabilidad de reconstruir la nación.
Resulta anacrónico en relación al resto del libro, porque Isaías vivió en el siglo VIII AEC, y el final del exilio lo marca la conquista de Babilonia por Ciro el Persa, en el año 539 AEC. Estamos hablando de dos siglos de diferencia.
La visión más simple es que estos capítulos son un anexo al libro de Isaías, y que fueron escritos por un profeta anónimo del siglo VI AEC. La alternativa es que Isaías habría escrito una versión inicial, pero que en las épocas del fin del exilio en Babilonia dicha sección habría sido reelaborada y adaptada para ajustarla a las necesidades concretas de ese momento (una práctica muy común en los círculos proféticos del antiguo Israel).
De cualquier modo, no tenemos dudas respecto a que la redacción final de esta sección se hizo en el siglo VI AEC, debido a las referencias explícitas y directas hacia Ciro el Grande (Isaías 44:28 y 45:1).
Entonces, comencemos por ubicarnos en tiempo y espacio: es un discurso dirigido a la generación que estaba a punto de presenciar el fin del exilio, y que tendría que atravesar el desierto para regresar a su antiguo hogar y reconstruir su nación.
Es decir: un segundo Éxodo.
El autor de este discurso está perfectamente consciente de ello, y por eso usa las expresiones que he señalado con mayúsculas en la cita al capítulo 43: “OTRA VEZ ABRIRÉ CAMINO EN EL DESIERTO Y RÍOS EN LA SOLEDAD… PORQUE DARÉ AGUAS EN EL DESIERTO, RÍOS EN LA SOLEDAD, PARA QUE BEBA MI PUEBLO, MI ESCOGIDO”.
El asunto ya está prefigurado desde el inicio del discurso: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro D-os. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle a voces que su tiempo ya se cumplió, que su pecado fue perdonado; que doble recibió de la mano del Señor por todos sus pecados. Voz que clama en el desierto: PREPARAD CAMINO AL SEÑOR, ENDEREZAD CALZADA EN LA SOLEDAD A NUESTRO D-OS. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane” (Isaías 40:1-4).
Como puede verse, ya está claramente indicada la idea de que tenía que prepararse “un camino en el desierto”. El objetivo es obvio: el pueblo de Israel va a caminar por allí junto con su D-os.
Esta idea de la larga caminata vuelve a aparecer al final del mismo capítulo: “¿No has sabido, no has oído que el D-os eterno es el Señor, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se cansa, y su entendimiento no hay quien lo alcance. Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene ninguna. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen, pero los que confían en el Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:28-31).
El asunto es claro: este amplio discurso incluye varias exhortaciones a un pueblo que está a punto de emprender un largo camino a través del desierto, para regresar a su hogar abandonado y reconstruirlo.
Exactamente igual que en el primer Éxodo.
Todo esto tiene una contraparte: así como el remanente de Israel está a punto de emprender su restauración, Babilonia está a punto de ser juzgada por D-os y condenada a la derrota. Por ejemplo: “Desciende y siéntate en el polvo, virgen hijo de Babilonia. Siéntate en la tierra, sin trono, hija de los caldeos; porque nunca más te llamarán tierna y delicada. Toma el molino y muele harina; descubre tus guedejas, descalza los pies, descubre las piernas, pasa los ríos. Será tu vergüenza descubierta, y tu deshonra será vista; haré retribución, y no se librará hombre alguno” (Isaías 47:1-3).
Egipto fue juzgado antes del primer Éxodo, y Babilonia correrá la misma suerte antes del segundo.
Con el paso de los siglos hemos perdido de vista este elemento esencial en la narrativa bíblica, pero lo cierto es que el regreso de Babilonia tras un exilio de medio siglo fue visto por esa generación como un segundo Éxodo.
Ahora bien: no es accidente ni falta de atención que casi nadie repare en esa idea. Sucede que ningún autor bíblico de la época es explícito al respecto. No existe un solo pasaje en donde se hable textualmente de un “segundo Éxodo”. Se mencionan detalles muy significativos que son claras reminiscencias del otro Éxodo (como los que ya hemos señalado: preparar un camino en el desierto, D-os como aquel que da fuerzas a los que hacen largas caminatas, agua brotando nuevamente de las rocas del desierto), pero digamos que las referencias se quedan hasta allí, como si los autores bíblicos no quisieran ser más evidentes en lo que dicen.
¿Por qué?
En realidad, la pregunta es más compleja. Veámoslo de este modo: evidentemente, después del primer Éxodo (haya sido como haya sido), se preservó una narrativa y una memoria histórica que luego fue la base para que Ezra -o algún contemporáneo suyo- le dieran forma al texto tal y como lo conocemos. Es decir: hubo un acontecimiento, y luego se puso por escrito.
Entonces la pregunta es esta: ¿por qué no se hizo una crónica del segundo Éxodo tal y como sí se hizo la del primer Éxodo?
Bien. Tal vez le sorprenda, querido lector, pero la realidad es que SÍ SE HIZO. No precisamente como una crónica, pero sí se elaboró una narrativa para explicar las condiciones y significado del segundo Éxodo.
Recapitulemos lo que hemos visto a lo largo de nueve entregas: el relato del Éxodo dirigido por Moisés y que significó la salida de Israel de Egipto nos presenta severos problemas cronológicos en relación a lo que la arqueología egipcia ha descubierto. En resumen, pareciera un pastiche de eventos o sucesos que en realidad sucedieron inconexos unos con otros: ciertamente pudo haber plagas como las descritas por la Biblia, vinculadas con la explosión del archipiélago de Santorín, pero eso habría sido hacia el 1500 AEC (o antes); del mismo modo, ciertamente se construyó la ciudad de Pi-Ramsés, pero eso sucedió casi tres siglos después; igualmente, es muy factible que haya existido un gran líder que promovió una revolución monoteísta al tiempo que una plaga provocaba la muerte de varios hijos de Akhenatón, pero eso fue entre los dos eventos mencionados. Y no cabe duda de que Canaán fue conquistada por un líder semita, pero… resulta que dicho líder era un faraón, y la conquista la llevaron a cabo los ejércitos egipcios.
Entonces, pareciera que todo esto fue metido en una licuadora y de allí salió el relato del Éxodo.
Por ello resulta fundamental tener en cuenta que el final del exilio en Babilonia y el regreso a Judea fue entendido por los israelitas como un segundo Éxodo. Eso nos puede explicar qué fue lo que sucedió.
En primer lugar, hay que señalar que la idea de que después del primer Éxodo se elaboró una crónica en donde se preservó la memoria histórica del evento es INEXACTA.
Vamos por orden: Ezra estuvo a cargo de la reorganización de la religión judía al regreso del exilio. Como ya mencionamos en algún artículo anterior, uno de los aspectos críticos de ese momento fue la restauración del patrimonio escritural, toda vez que la evidencia demuestra que los babilonios habían arrasado con cuanto pudieron. En consecuencia, Ezra y sus contemporáneos tuvieron que recuperar todo lo que hubiese sobrevivido, reorganizarlo y editarlo para que estuviera en condiciones de ser útil para el renovado pueblo de Israel.
Entonces, sabemos que se hizo una crónica del primer Éxodo, pero se hizo EN LOS TIEMPOS DE EZRA. Cierto: se elaboró con material sobreviviente a la destrucción de más de medio siglo atrás. De todos modos, no podemos asegurar que dicho material hubiese estado organizado exactamente de la misma manera en la que lo organizó Ezra (ni podemos afirmarlo, ni podemos negarlo; ni modo, son los límites de la investigación documental).
Entonces, por lo menos podemos decir esto que, hasta antes de la invasión babilónica, existía una crónica escrita en la que se preservaba la memoria histórica de que:
a) Egipto fue azotado por diversas plagas (seguramente causadas por la explosión de Santorín, lo cual fue entendido en su momento como un juicio divino) y ello significó el colapso de su poderío.
b) Una plaga infantil provocó la muerte de muchos niños egipcios, incluyendo a los posibles herederos de Akhenatón, lo que significó una grave crisis política para Egipto.
c) Un líder israelita huyó de Egipto mientras el sistema imperial colapsaba, y dirigió una exitosa revolución espiritual de la cual surgió la primera religión monoteísta.
d) Canaán fue conquistado por un líder semita.
¿Por qué podemos estar seguros de que en el antiguo Israel se preservaba todo esto por escrito? Sencillo: porque fue lo que le sirvió a Ezra para elaborar el libro del Éxodo. De hecho, el material se sigue preservando en el texto bíblico, aunque reorganizado con un objetivo muy concreto: ofrecerle al pueblo de Israel que regresó del exilio en Babilonia una interpretación de lo que estaba sucediendo con ellos EN ESE PRECISO MOMENTO (siglo VI AEC).
Replanteemos nuestro problema: habíamos mencionado que se hizo una crónica del primer Éxodo, y que la duda era por qué no se había hecho la crónica del segundo Éxodo (por lo menos, lo suficientemente explícita como para entender que era un segundo Éxodo).
Contestemos: se hizo. En realidad, lo que no tenemos es la crónica del primer Éxodo. Tenemos una serie de elementos narrativos tomados de diversas crónicas, pero que no son a pies juntillas una crónica precisa del primer Éxodo, SINO UN TEXTO ELABORADO PARA EXPLICAR EL SEGUNDO ÉXODO.
Es decir: nuestro clásico relato del Éxodo no se hizo para contar una historia antigua, sino para explicar un evento QUE ESTABA SUCEDIENDO EN ESE MOMENTO (los tiempos de Ezra). Y sin duda de allí viene una idea central en la celebración de la Pascua: cada judío debe celebrarla como si él también hubiera estado en el Éxodo.
¿Por qué? Porque el Éxodo es un relato trascendental a cualquier tiempo y cualquier lugar.
La genialidad en el texto tal y como lo definió Ezra -o algún contemporáneo suyo- es que construyó un relato arquetípico que engloba no sólo los eventos que habían ocurrido siglos atrás en Egipto, sino también los que estaban ocurriendo en ese momento en Babilonia. Y, dada la lucidez y precisión del relato, los eventos de cualquier otro Éxodo en cualquier otro tiempo y cualquier otro lugar.
Un relato de proporciones universales.
Considérese lo siguiente:
a) La explosión de Santorín se dio en la época en la que el poderío del Imperio Antiguo de Egipto estaba colapsándose. Al final, el poder fue tomado por los Hiksos -grupo de origen semita y cananeo directamente emparentado con los antiguos Hebreos o Aviru y, por lo tanto, predecesor de Israel-. Probablemente en la antigüedad haya existido toda una crónica de cómo estos pre-israelitas, seguramente sujetos al poder de los faraones, fueron “liberados” por estas “manifestaciones milagrosas de origen divino” y no nada más se sacudieron el yugo de sus amos, sino que además conquistaron el poder en Egipto.
b) Hubo un momento en el que se levantó un nuevo Faraón -Ahmosis I- con el que todo cambió. Derrotó a los Hiksos y los expulsó del país. Sus descendientes incrementaron su poder, e incluso Tutmosis III redujo a los descendientes de los Hiksos a una nueva servidumbre, ya que conquistó Canaán y buena parte de Fenicia.
c) Dicho poderío egipcio también se colapsó cuando otro Faraón -Akhenatón- se dedicó más a promover una reforma religiosa que a administrar su Imperio. Sus problemas se agudizaron con una plaga que afectó a los niños y que significó la muerte de la mayoría de sus hijos, quedando sólo Tutankamón, que de cualquier modo murió antes de cumplir 20 años. Con él, el esplendor del Imperio Medio Egipcio quedó enterrado en el polvo de la Historia. Debido a los problemas de Akhenatón con el poderoso clero de Amón, las crónicas de su desastrosa época fueron, simplemente, eliminadas. Cabe perfectamente la posibilidad de que en esta época un líder destacado haya dirigido una nueva migración de pre-israelitas hacia Canaán, toda vez que el control egipcio en la zona había desaparecido.
d) La situación en Canaán no fue cómoda, debido a la presencia de otros grupos allí. Si tomamos en cuenta que los “nuevos israelitas” venían guiados por alguien educado en la aristocracia egipcia, es factible que hayan sido recibidos de manera hostil. Sin embargo, esta situación cambió un siglo después, cuando Egipto ya había entrado en la fase del Imperio Nuevo, y las tropas de un faraón semita -Ramsés II- sometieron a los cananeos e instauraron un nuevo dominio en la zona. El control egipcio no duró demasiado, pero se sentaron las bases para que siglo y medio después se consolidara la monarquía israelita.
¿Qué significa todo esto? Que tal vez hasta antes de la invasión babilónica, en el antiguo Israel se tenían las crónicas de TRES DIFERENTES ÉXODOS: por decirlo en términos tomados del texto bíblico, el primero habría sido el de las plagas (el poder egipcio colapsa y los Hiksos pre-israelitas toman el poder); el segundo, el de Moisés (el poder egipcio colapsa y un gran líder le da a los israelitas un código legal, los encausa al monoteísmo y los dirige en una migración); el tercero, el de Josué (las tropas semitas conquistan Canaán y se deja el terreno listo para la eventual consolidación del Reino de Israel bajo Saúl, David y Salomón).
Esta especulación tiene lógica en un detalle: Números 21:14 menciona la existencia de un texto llamado Libro de las Batallas del Señor (Sefer Miljamot Ad-nai), vestigio de que había una crónica bastante amplia de eventos épicos seguramente protagonizados por los israelitas, seguramente más compleja que lo que quedó en el registro bíblico.
¿Por qué Ezra no preservó toda esta memoria histórica? La respuesta no parece difícil: porque mucho de ese material debió perderse durante la invasión babilónica. El hecho de que la Torá, en su estado actual, refleje que hubo secciones donde el editor final tuvo que recurrir a diferentes fuentes para completar el relato (de lo que hablamos en el artículo anterior), refleja que hubo que rescatar el material de una condición fragmentaria, resultado de una destrucción parcial.
Pero Ezra no fusionó los datos solamente porque no se le ocurriera algo mejor que hacer. Lo hizo de un modo claramente premeditado -y téngase en cuenta que NO ERA UN HISTORIADOR MODERNO, sino EL LÍDER ESPIRITUAL DE UN GRUPO DE EXILIADOS QUE ESTABA REGRESANDO A SU HOGAR-, cuyo objetivo fue darle un sentido existencial a la experiencia que su generación estaba enfrentando: regresar de un exilio, liberarse de un vasallaje cruel, y luego restaurar una nación.
Por ello, si acaso existieron estos tres hipotéticos relatos de tres hipotéticos Éxodos antiguos (o tal vez más, o tal vez menos), Era fusionó los elementos a partir de la lógica que le daban los acontecimientos del Éxodo que él mismo estaba experimentando, que además no fue el último, porque las migraciones de judíos desde Babilonia hacia Judea siguieron durante un siglo más (y de ello nos da fe el libro de Nehemiah).
Entonces, es probable que Ezra supiera que habían existido varios Éxodos, y que calculara que existirían otros más. Por eso construyó un relato de dimensiones titánicas, con alcances universales para cada tiempo, para cada lugar, para cada Éxodo. Un relato en donde cada generación de Israel pudiera identificarse e incluirse.
El resultado fue una obra cuya genialidad es indiscutible. Inspiración divina para los creyentes, sin lugar a dudas. De todos modos, para creyentes o no creyentes, un relato que ha fascinado o desconcertado a todos los que lo han conocido desde hace 2,600 años. Es la preservación de lo más relevante de la memoria histórica de un pueblo, el pueblo de los múltiples Éxodos, que cada año sigue repasando los detalles de este, el Éxodo primordial, el Éxodo universal, modelo de cualquier epopeya de liberación.
Para concluir por hoy, un par de reflexiones:
La primera: si había un hipotético Éxodo en el que los pre-israelitas no escaparon, sino que conquistaron el poder, ¿por qué Ezra optó por la narrativa del pueblo que salió de Egipto y no la del pueblo que se impuso a sus enemigos?
Porque tenía que responder a las necesidades concretas de su generación, que era un pueblo escapando de su esclavitud en Babilonia y atravesando el desierto para ir a reconstruir su país.
Y la segunda: en Deuteronomio 18:15, Moisés aparece diciendo lo siguiente al pueblo de Israel: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, COMO YO, te levantará el Señor tu D-os. A él oiréis”.
El análisis histórico del proceso de elaboración del libro del Éxodo nos dice quien fue ese profeta, líder como Moisés que guió a Israel a través del desierto, gracias a quien la Torá fue restaurada (y lo dice el Talmud), y que la enseñó al pueblo para que voluntariamente aceptaran renovar el Pacto con el Único y Verdadero. Como Moisés.
Ezra el Escriba.
El autor del primer gran tratado sobre la libertad del ser humano.
A partir de la próxima semana, vamos a entrar en la última fase de reflexiones sobre este tema, que serán un intento (en estos temas, no se puede ir más allá de un intento) por reconstruir lo que pudo haber pasado en términos históricos, a partir de lo que la evidencia arqueológica ha revelado, y en consonancia con lo que el análisis crítico del texto bíblico nos muestra también.
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