La biografía impostada

DAVID SOLAR

Enlace Judío México | Al cumplir la edad militar esquivó su reclutamiento yéndo a Múnich.

Adolf Hitler (Braunau am Inn, Austria, 20 de abril de 1889-Berlín, 30 de abril de 1945) un joven fracasado, un ambicioso resentido, un mediocre incapaz de empeñarse en un trabajo que requiriera esfuerzo y constancia, terminó siendo uno de los personajes más terribles del siglo XX, un dictador que preparó a Alemania para una venganza apocalíptica y la condujo a una destrucción inenarrable. 125 años después de su nacimiento, su figura, obra y atroces consecuencias siguen presentes y, sin duda, es la figura más estudiada, biografiada y debatida del siglo XX.

Fue un mal estudiante que no superó la enseñanza media aunque sus profesores le reconocían inteligencia y gran memoria, pero le achacaban su vagancia. Perdió su pubertad en Linz vagueando a costa de su madre, sólo ocupado por la asistencia a la ópera y sus fantasías sobre la remodelación urbana de la ciudad. En Viena, a donde se trasladó para estudiar Bellas Artes, dejó constancia de su auténtica capacidad: no superó las pruebas de acceso e incapaz de aprender un oficio y abordar un trabajo que requiriera esfuerzo, dilapidó su mediano peculio en la ópera, en conocer la ciudad, sus instituciones políticas y en asistir a todo tipo de mítines nacionalistas, desembocando en la indigencia, viviendo en casas de acogida y logrando algunos ingresos como pintor de postales.

Al cumplir la edad militar esquivó su reclutamiento trasladándose a Múnich y desde allí recurrió a todo tipo de tretas para evitar las reclamaciones del ejército austriaco. Pero al estallar la Gran Guerra, corrió a alistarse, quizá creyendo que el conflicto le permitiría escapar de su sórdida existencia y mísero futuro.

En la guerra, tras haber visto diezmado a su regimiento, hizo como en la paz: escurrió el bulto, se enchufó en la plana mayor y ejercitó como enlace de segunda línea, granjeándose, incluso, una cruz de hierro de despacho -tal como ha demostrado Thomas Weber , en La Primera guerra de Hitler-.

Tras la derrota, parece que coqueteó con los comunistas del Gobierno golpista de Baviera en 1918/19 y, que, tras el derrocamiento de los comunistas, salvó la piel delatando a quienes los habían apoyado. Se trata de un período mal conocido porque los nazis trataron de borrar huellas tan comprometedoras y Hitler, en su Mein Kampf se fabricó todo un mítico pasado militar, lo mismo que falsificó su pubertad y juventud.

E igualmente, fabuló la construcción de la ideología nazi, que pretendió cocinada en las trincheras junto con los camaradas del regimiento Linz. No hubo tal. Su ideario anticomunista lo recibió en la Universidad de Múnich, en un curso de adoctrinamiento anticomunista para impartir lo a los soldados; su antisemitismo data de la misma época, 1919, cuando en el regimiento le pidieron que sistematizara las razones del antisemitismo. Sus ideas sobre la “puñalada por la espalda”, el impago de las indemnizaciones de guerra, la remilitarización, el rechazo de la ocupación extranjera, la unificación de todos los alemanes son las ideas del nacionalismo y de gran parte de los alemanes del momento, indignados por la paz cartaginesa impuesta en la conferencia de Versalles por los vencedores.

Las ideas de la superioridad aria y la pureza de sangre las había escuchado a los charlatanes nacionalistas en las calles de Viena, las había absorbido en las óperas wagnerianas y se las pulieron filósofos como Rosenberg, uno de sus colaboradores de primera hora.

El Lebensraum, “el espacio vital”, la expansión hacia el Este, era también una vieja idea de los geopolíticos nacionalistas, que Hitler conoció gracias a su fiel Rudolf Hess, discípulo del profesor Haushofer, portaestandarte de la Geopolítica. La primera vez que Hitler habla del Lebensraum es en Mein Kampf, escrito durante su encarcelamiento en Landsberg tras el Putch de Múnich de 1923.

Es decir, las ideas que Hitler esgrimió como orador político inicialmente en el DAP y, luego, en su NSDAP -evolución de aquel- son fruto de sus vivencias anteriores a la guerra, de las ideas desarrolladas para sobrevivir en la posguerra al servicio del Ejército, de la reacción general alemana contra las imposiciones de Versalles y de cuanto se le fue adhiriendo gracias a su círculo nazi de primera hora, hasta su formulación en Mein Kampf.

Como se ve, aunque no saliera de las trincheras como Hitler pretendió para darle un tinte heroico, el ideario nazi fue fruto de la guerra y el propio Hitler, también. Sin la Gran Guerra, Adolf Hitler hubiera sido un don nadie, que hubiera consumido su existencia pintando postalitas para turistas.

Fuente:elmundo.es

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