Los hijos del odio

J. JAIME HERNÁNDEZ

Enlace Judío México |Los Tsarnaev son un ejemplo de la radicalización que sufren muchos migrantes en EU.

En el primer aniversario del atentado terrorista contra el Maratón de Boston, la gran ausente ha sido la sórdida historia de los hermanos Tamerlan y Dzhokhar Tsarnaev, autores del ataque.

Las historias de los héroes y supervivientes del maratón de 2013 se superpusieron en la edición de este año a la de los terroristas domésticos, esos inmigrantes convertidos en extremistas que hoy reposan bajo lápidas anónimas o en cárceles de máxima seguridad.

Esos hijos del odio han inaugurado una nueva fase en la era del terror, que mantiene en vela a los servicios de inteligencia dentro y fuera de Estados Unidos, siempre a la espera del “lobo solitario” que llega de ninguna parte para asestar un nuevo golpe y poner en entredicho al sistema de seguridad antiterrorista más sofisticado e invasivo del planeta.

Hace un año —la noche del 19 de abril de 2013—, tras una cacería de más de 72 horas, Dzhokhar Tsarnaev, el terrorista de apenas 19 años que junto a su hermano Tamerlan, atentó contra miles de personas que participaban o contemplaban el tramo final del Maratón de Boston, era capturado y se encontraba finalmente bajo vigilancia del FBI en un hospital de esta ciudad.

Casi dos horas después de su detención, el presidente Barack Obama compareció en una improvisada rueda de prensa en la Casa Blanca para solidarizarse con las víctimas del atentado y, al mismo tiempo, felicitar a los cuerpos de seguridad por la captura del menor de los hermanos Tsarnaev.

Pero, también, para reconocer abiertamente las muchas dudas relacionadas con el caso: ¿Qué motivó a los hermanos Tsarnaev a volverse contra una nación que les recibió como refugiados políticos 10 años atrás?

“¿Cómo han podido estos dos jóvenes, que crecieron y estudiaron aquí como parte de nuestras comunidades y de nuestro país, recurrir a este tipo de violencia?”, se preguntó esa noche Obama.

Un año después, el ex comisionado de Policía de Boston, Ed Davis, quien ayudó a dirigir la investigación, señala: “La más obvia, la principal razón del atentado es la motivación. Es lo único que explica el hecho de que dos jóvenes que habían emigrado y se encontraban en un país aparentemente muy bueno, terminaron por radicalizarse”.

Aunque en un primer momento los servicios de inteligencia apuntaron hacia la organización terrorista Al-Qaeda, la rápida captura de Dzhokhar y el abatimiento de su hermano Tamerlan, mientras éste intentaba huir, confirmaron que el ataque había sido responsabilidad de dos “lobos solitarios” alimentados por la sed de venganza contra EU por sus guerras en Irak y en Afganistán.

“Los muertos y heridos en Boston fueron daños colaterales. Un ataque contra un musulmán es un ataque contra todos”, fue la frase que, mientras huía, Dzhokhar escribió en un papel que según sus cálculos, sería su testamento político una vez que fuera ejecutado por la policía.

Pero Dzhokhar no fue abatido. Y su testimonio permitió recomponer las piezas de un rompecabezas al que aún le faltan algunas piezas, incluyendo el tipo de relación que mantuvieron agentes del FBI con Tamerlan y las circunstancias en las que las agencias de inteligencia le perdieron la pista mientras realizaba recurrentes viajes a Daguestán, en Chechenia.

Aunque el proceso contra Dzhokhar no comenzará sino hasta noviembre, su caso entra en la categoría de terrorismo doméstico. Un fenómeno al alza en Estados Unidos.

Según el reporte “La Amenaza del Terrorismo Doméstico” —elaborado en febrero pasado, por el Servicio de Investigación del Congreso—, tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, los servicios de inteligencia han descubierto y, en algunos casos, frustrado más de dos docenas de atentados terroristas a manos de los llamados “terroristas domésticos”.

Y añade: “Desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 200, los terroristas domésticos, o nacionales que cometen delitos dentro de la patria y se inspiran en ideologías extremistas, no han recibido tanta atención de las fuerzas del orden federal”, se apunta en el reporte en alusión a fallas como las que facilitaron a los hermanos Tsarnaev orquestar el atentado del año pasado en esta ciudad.

En marzo de 2013, unos días antes del atentado en Boston, el Director Nacional de Inteligencia, James Clapper, advirtió durante una audiencia en el Senado que “las amenazas terroristas se encuentran en una fase de transición caracterizada por un movimiento jihadista que se ha vuelto cada vez más descentralizado”.

El 15 de abril de 2013, Tamerlan y Dzhokhar, dos hermanos de origen checheno e inspirados por la causa jihadista, demostraban que el diagnóstico era real, al atacar con bombas de fabricación casera la recta final del maratón más legendario en EU, con un saldo de 3 personas muertas y más de 260 heridas.

Lo cierto es que las primeras muestras de esta atomización terrorista en Estados Unidos llegaron de la mano de personajes como Carlos Bledsoe, un ciudadano estadounidense que se convirtió al islam y se cambió de nombre.

Precedentes

Bledsoe, hijo de un próspero hombre de negocios del transporte en Memphis, Tennessee, tuvo una infancia y adolescencia normales. Hasta que decidió convertirse al islam mientras realizaba estudios en la ciudad de Nashville. En medio de un gradual proceso de radicalización religiosa, Bledsoe se trasladó a Yemen para trabajar como profesor de inglés y, al mismo tiempo, aprender árabe. En ese entonces tenía 22 años de edad.

El 1 junio del 2009, con 24 años, Bledsoe reapareció convertido en un extremista islamista que perpetró un ataque contra una base de reclutamiento militar en la localidad de Little Rock, Arkansas, donde asesinó a un soldado y dejó herido de gravedad a un segundo.

Cinco meses después de este atentado, Nidal Malik, un psiquiatra militar de 39 años y nacido en Estados Unidos, protagonizó —el 5 de noviembre de 2009—, el peor atentado dentro de una base militar en Fort Hood, Texas. El saldo fue de 13 militares ajusticiados a sangre fría.

Pocos meses después, Faisal Shahzad, un estadounidense de origen paquistaní de 34 años, fracasaba en sus planes de perpetrar un atentado terrorista en la plaza de Times Square, en el centro de Nueva York. Tras su fallido ataque, el 1 de mayo del 2010, Faisal intentó huir hacia Paquistán. La rápida actuación de los servicios de inteligencia impidió que su avión despegara del aeropuerto John F. Kennedy. El terrorista frustrado sería capturado 53 horas después de ver fracasar sus planes.

Su caso —al igual que ocurrió con los hermanos Tsarnaev—, dejó en evidencia la ambivalencia en la que muchos ciudadanos o naturalizados en Estados Unidos y con raíces islamistas deambulan hoy, traicionados a veces por un sentimiento de lealtad dividida entre la que deben a aquellos que han muerto en su país de origen o en el de sus ancestros y la que deben a su país, para terminar siendo arrastrados por la pendiente del extremismo terrorista.

Fuente:eluniversal.com.mx

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