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“En el Planeta Auschwitz,
cada fracción de segundo tiene
diferentes ruedas de tiempo.
Y los habitantes de ese planeta
no tenían nombres.”
K. Tzetnik
GIDEON HAUSNER no tiene experiencia en casos criminales, ni frente a una corte de justicia. Polaco de nacimiento, es un abogado comercial recién designado fiscal general de la nación que ahora lidera la parte acusadora. No va a perder la oportunidad de su vida y decide ser él quien va a tomar a Eichmann por los cuernos.
SE INTENCIONA llevar el procedimiento de manera humilde, como una alabanza a la coherencia, al orden, al respeto absoluto por las reglas de evidencia, a la cortesía. Preside el panel especial de la Corte Distrital de Jerusalén el juez de la Suprema Corte Moshe Landau, junto con Benjamín Halevi e Ytzhak Raveh. Asisten a la fiscalía de Hausner, los abogados Gabriel Bach, Ya’akov Bar-Or y el Dr. Ya’akov Robinson.
LA DEFENSA busca frenar el proceso alegando que Israel no puede proveer un juicio justo. El Dr. Robert Servatius afirma que Eichmann ya es considerado culpable por el trato mediático y que los jueces son incapaces de mantenerse neutrales, que por su dolor personal y nacional son psicológicamente incapaces de juzgar objetivamente. La corte rechaza el alegato: “Aquellos que se sientan en juicio son jueces profesionales, acostumbrados a medir evidencia; llevan a cabo su labor en plena vista del público… es nuestro deber refrenar las emociones cuando estamos sentados en el lugar de los jueces. Cumpliremos con este deber.”
LA LEY bajo la cual se juzga a Eichmann data de 1950, y no está realmente diseñada para capturar Nazis sino para que los sobrevivientes en Israel tengan un recurso legal si llegan a encontrar a Judíos que se comportaron, digamos, “menos que correctamente” con sus correligionarios durante la desgracia mutua. A Halevi casi no se le permite participar en el juicio. Él había sido Juez durante el caso Kastner, el primero y sonado juicio concerniente aquello que pasó “allá.”
ES UN CASO de libelo de 1954, una disputa en la que el entonces portavoz del Ministerio de Industria y Comercio Rudolf Kastner busca defenderse de la acusación de Malchiel Gruenwald, quien en un panfleto afirma que Kastner colabora con los Nazis. Kastner, líder de la comunidad Húngara, en el último coletazo de la guerra intercambia y mete en un tren de vida a mil seiscientos de sus allegados por más de 400 mil que mueren en los campos. El juez Halevi condena a Kastner por “haber vendido su alma al Diablo.” En este caso, el Diablo es Eichmann, y el juicio termina con el asesinato de Kastner afuera de su casa.
¿POR QUÉ es diferente el juicio Eichmann a juicios previos de la Segunda Guerra Mundial? Nuremberg establece precedentes legales para los crímenes en contra de la humanidad, mientras que el juicio de Eichmann excede la jurisprudencia para involucrar las narrativas personales de los sobrevivientes para propósitos extralegales. Lo que crea revolución en este juicio es “la legitimación y validación de las víctimas, y el discurso que los empodera por su papel no de víctimas sino como testigos de la fiscalía dentro del juicio.”
QUINCE AÑOS después de Nuremberg, la guerra ya no está tan fresca, sus consecuencias inmediatas tranquilizadas, el polvo de las cenizas acomodado. Las heridas de los sobrevivientes van cerrando, más el dolor queda dentro. Ahora tienen más fuerza – física y emocional – para exigir justicia y presentarse ante ella. Si en Nuremberg la evidencia consiste principalmente de documentos, el juicio en Jerusalén traerá la voz de las víctimas al foro. La Solución Final se traduce a primera persona, singular.
AHORA EXISTE un estado soberano que puede proveer restitución. Es el año de Bar Mitzvah de Israel, y se estrena como país adulto llevando a su principal perpetrador al banquillo. La mayor parte de la gente espera que Eichmann sea encontrado culpable. Lo que no saben es qué exactamente ocurrirá cuando la historia, la memoria y la ley se encuentren en este teatro jerosolimitano. ¿Podría la ley ser adecuada para adjudicar justicia en tal evento? ¿Sería justicia o meramente retribución? ¿La estrategia de la defensa intentaría justificar el genocidio? ¿Cuál sería la lección para el futuro?
Impronta Mediatizada
NO HAY en Jerusalén un juzgado con suficiente capacidad para dar cabida al interés que el caso evoca. El Complejo Ruso, donde las cortes regulares se llevan a cabo, es un edificio modesto. Teddy Kollek, quien años más tarde se volverá uno de los más conocidos alcaldes de Jerusalén, es encargado de coordinar que un centro cultural todavía bajo construcción sea terminado antes de un año. Bet Ha’Am (La Casa del Pueblo) es modificada para permitir que la prensa observe el juicio a través de un circuito cerrado de televisión. De los 750 asientos en el auditorio, más de 400 son reservados para la prensa. Elie Wiesel cubre el juicio para The Forward; Alfred Kazin para The New Republic. Hannah Arendt, por supuesto, para el New Yorker.
MIENTRAS QUE Israel recibe el juicio principalmente a través de la radio nacional Kol Israel – no es sino hasta 1968 que la televisión entra a formar parte de la cultura nacional – en Estados Unidos y el resto del mundo millones de personas reciben la versión televisada, producida por Robert Fruchtman para Capital Cities Broadcasting. La película se envía por avión diariamente a Nueva York para ser emitida el siguiente día.
LA MEMORIA que evoca cada medio es distinta. La diferencia es que mientras Israel recibe una impronta acústica de las voces de sobrevivientes, la memoria visual estadounidense pierde la fuerza de las víctimas y se enfoca en la imagen del archivillano en viva piel, enfatizando su rígida mandíbula, sus gestos involuntarios, su boca prensada marcada de cinismo. La pantalla estadounidense se entremezcla con comerciales, la fascinante caja de cristal que protege al acusado de vengadores solitarios se parece a la de los concursos que prometen 64 mil dólares por responder correctamente. Aquí responder correctamente puede implicar un viaje al paredón.
EL EVENTO es profundamente marcado por las emisiones de Kol Israel. Se emiten las sesiones ininterrumpidas. “En todos lados, la gente escucha apasionadamente – en sus casas, en oficinas, en cafés y tiendas y autobuses y fábricas.” Cambia la faz de Israel, une psicológicamente a los jóvenes Israelíes, sin pasado, con su historia reciente. Genera revolución en su auto-percepción. Es el evento radiofónico más importante previo a la guerra de los seis días.
A DOS semanas de comenzado el juicio, el poeta Haim Gouri, en crónica para el diario local Davar, escribe: “El país continúa como siempre. Día y noche, y el juicio lo acompaña…Fuera de la corte, no hay señal externa. Pero está en el aire y en el agua, es como el polvo de los árboles.”
PARA LA mayor parte de los Israelíes, es el primer encuentro importante con el trauma del Holocausto. Además de las emisiones en vivo, todas las noches escuchan Yoman Ha’mishpat, un recuento de media hora de la sesión del día, editado y narrado por el personal de Kol Israel después del noticiario nocturno.
LA RADIO facilita una transformación importante en el estatus de los sobrevivientes del Holocausto en el país. Antes se les mira como personas profundamente traumatizadas, incapaces o reacias de hablar de lo que ocurrió “allá”. Ahora se les invita a dar testimonio con sus historias. A través de la radio cambian de ser cuerpos sin habla, a voces sin cuerpo. Comienza el proceso cultural de integrar el doloroso pasado colectivamente.
Shoshana Felman en “El inconsciente jurídico: Juicios y traumas en el siglo XX,” un estudio publicado por la Universidad de Harvard en el 2002, describe un “Teatro de Justicia”, un escenario público no solo para la práctica de la ley, sino para la recreación del trauma a través de las deficiencias de la ley. “Los testimonios de sobrevivientes no son necesarios para condenar a Eichmann, más si lo son para transformar un litigio criminal a una narrativa pública del trauma.”
Entrada Deslizada
EL JUICIO comienza la mañana del 11 de abril de 1961. “Eichmann se escurrió dentro de la corte esta mañana, fuera del misterio y leyenda de su encarcelamiento, casi sin ser notado. El cielo sabe que la corte estaba listo para él,” escribe James Morris en The Man in the Glass Case que aparece en el diario inglés The Guardian el 12 de abril de 1961. “Y ahí estaba parado en una caja de vidrio en contra de balas como una exhibición en un museo – demasiado grande para una algalia o un ave de paraíso, demasiado pequeño para un esquelético dinosaurio – que era el enfoque de todo.
“PERO CUANDO entró, por una de esas curiosas ironías medio freudianas de grandes eventos, la mayor parte de nosotros estaba mirando a otro lado. Se desliza casi astutamente…Noté una extraña rigidez en sus movimientos, una torpeza en su locomoción. Casi no miraba a la corte – no tenía a nadie a quien mirar – pero aún en sus pequeños gestos de preparación y expectativa pensé que reconocía los síntomas: en algún lugar dentro de sí, detrás del traje oscuro y la ligera sugerencia de desafío, Adolph Eichmann temblaba.”
¿Eres Adolph Eichmann? Sí señor. Ja voll.
MARTHA GELLHORN, novelista, ensayista y corresponsal de muchas guerras del siglo XX, alguna vez mujer de Ernest Hemingway, describe la luz brillante que daña los ojos, el escondido sistema de sonido de la televisión, el aire acondicionado demasiado frío. “Y de todos modos, uno sudaba.”
“SUS OJOS curiosamente reptilianos, su cara aguda, su pelo oscuro camino a la calvicie. Cambia sus lentes frecuentemente, sin razón explicable. Aprieta su boca angosta, la frunce. A veces hay un ligero tic en su ojo. Lame sus dientes con la lengua, parece pegada a sus encías,” escribe Gellhorn. “El único sonido que sale de la caja de vidrio es cuando – con un gran pañuelo blanco – se suena la nariz…Día tras día se echa para atrás en su silla, impasivo, y escucha testimonio de los hombres y mujeres que atormentó. Usualmente sus palabras parecen cansarlo; a veces hay algo de irritación. Ciñe su boca…
“Le tememos porque sabemos que está cuerdo.”
SE LE ACUSA de conspiración, de dar instrucciones a todas las autoridades alemanas en todas las posiciones. Como resultado de estas regulaciones se genera la cantidad de Judíos asesinados, ya sea con gas o con balas. Israel acusa a Eichmann también por el asesinato racial de los gitanos, por quien nadie aboga. Los nazis habían decidido exterminarlos por ser elemento “asocial.” En la corte prevalece el dolor y el horror.
LOS CRÍMENES cubren doce años. Toma una hora leer la acusación, que incluye asesinato en masa, esclavitud, tortura, privación de derechos humanos básicos y robo de propiedad. Como pruebas se presentan dos mil documentos incluyendo registros Nazis, transcripciones del juicio de Nuremberg y páginas de la entrevista con Willem Sassen.
Primera Persona, Singular
EL GENOCIDIO ocurre a grandes cantidades de personas, y también ocurre a uno por un individuo. La policía del Buró 06 que investiga recomienda el testimonio de cincuenta voces de sobrevivientes, y la fiscalía decide colocar a cien testigos. Un trauma de esta magnitud tiene que salir por algún lado, y esta es una buena oportunidad. Continuar escondiendo esta historia es deshonesto, poner una curita en un cuerpo roto y magullado. Algunos sobrevivientes se muestran renuentes de presentarse en el estrado: Si hablo, voy a hablar por días enteros y no nos pueden parar. Este juicio es evento histórico destinado a cambiar conciencia y cambiar la agenda del estado de Israel y del mundo judío en general.
LA HISTORIADORA Deborah Lipstadt en “The Eichmann Trial,” volumen que revisa el juicio a 50 años de distancia, busca romper el mito que previo a este evento no existía voz para el Holocausto en Israel. Algunos sobrevivientes ya comenzaban a hablar; el establecimiento de Yad Vashem, el museo nacional del Holocausto, había causado controversia en Israel; el juicio y asesinato de Kastner había sonado en la conciencia pública. La discusión si existía. La diferencia, afirma Lipstadt, es que por primera vez, “El mundo presta atención.”
ES LA primera vez que los sobrevivientes hablan de manera tan sistemática, y la primera vez que el mundo escucha de una manera tan sistemática. Con el tiempo los sobrevivientes envejecerán, se abrirán, compartirán más. Los testigos hacen recuento de sus desgarradoras historias de familias separadas que nunca más vuelven a ver. Hausner pregunta una y otra vez, a uno tras otro sobreviviente,
“¿Por qué no se defendieron?”
YA’AKOV Gurfein, quien logra escapar del Ghetto de Cracovia, del infame campo de Płaszów donde opera Amon Goeth, el villano de la Lista de Schindler, y atraviesa Eslovaquia, Rumanía y Hungría antes de llegar a Palestina, responde a la pregunta, ¿Por qué, si sabían que estaba destinado a Belzec, abordaron el tren?, “Esto era en 1943. Después de tantos años no teníamos ya fuerza para resistir. Queríamos morir más rápidamente.” Otros logran escapar con él, porque “se volvió a prender una chispa dentro de la gente. Yo no hubiera saltado, si mi madre no me hubiera empujado forzosamente.”
EL LITUANO Abba Kovner, poeta y líder partisano, responde: “No nos pregunten por qué hubo tan poca resistencia. Pregunten cómo es posible que siquiera hubo resistencia. Para resistir se necesita una autoridad nacional, alguien que lo organizara, ¿quién lo iba a hacer? Hablábamos múltiples lenguas, veníamos de múltiples nacionalidades. No teníamos armas, ni comunicación. ¡Es un milagro que haya habido resistencia!”
EN SU libro “The Years of Extermination: Nazi Germany and the Jews 1939-1945” que en el 2008 le merece el Premio Pulitzer, el sobreviviente de origen checoslovaco Saul Friedlander describe la manera en la que los Judíos son gradualmente arrinconados, y como, en todo nivel, la sociedad falla en confrontar a la máquina administrativa de genocidio.
“EL ESTADO Nazi primero logra aislar a millones de sus vecinos a través del incrementado peso de su venganza oficial. Los judíos fueron gradualmente restringidos en sus horas de compras, sus escuelas, el uso de teléfonos, coches, bicicletas, aparatos eléctricos; tenían que construir sus propios refugios anti-aéreos, utilizar sus propios zapateros, se les negaba fruta, pan de jengibre, chocolate, mascotas, pan blanco, pieles y tabaco. Aun así, en el Este, las exterminaciones ya habían empezado, los Judíos en el Oeste todavía podían vivir temporalmente una vida restringida sin un sentido inmediato de peligro entre vecinos que, a nivel personal, a veces simpatizaban pero no se involucraban.”
FRIEDLANDER muestra, dice Lipstadt, que esto no les ocurrió por un error genético sino porque nadie les ayudó. Escribe Friedlander, “Ni un grupo social, ni una comunidad religiosa, ni una institución académica o profesional en Alemania o a través de Europa declaró su solidaridad con los Judíos.”
EN TODOS lados, los Judíos primero son privados de sus derechos como ciudadanos, luego de sus bienes materiales, luego son marcados con una estrella amarilla y arreados dentro de los ghettos, para morir de hambre e inmundicia, y finalmente, porque nada de esto es suficientemente rápido, son asesinados por decenas de miles a diario. Aquellos que pueden trabajar son esclavizados. La muerte se extiende hasta que se vuelven inútiles de cansancio. En el camino son apaleados, heridos, y asesinatos a voluntad. Sus cuerpos rotos rápidamente y con habilidad; el espíritu parece haber soportado hasta dentro de las cámaras de gas. Las personas son asfixiadas con cianuro y logran mantener su humanidad. Los Sonderkommando encuentran los cuerpos de las mujeres que hasta el final abrazan a sus hijos, y desprenden a hombres y mujeres que mantienen las manos trenzadas en el tipo de amor que dura hasta que la muerte los separa.
“LA GENTE se da cuenta que no es por la ‘mentalidad del exilio o diáspora’ que los Judíos no pelean de vuelta, ni porque son débiles, sino que quienes son perseguidos y asesinados lo son por “destino geográfico y cronológico.” Simplemente estaban en el lugar incorrecto en el momento incorrecto.
“Ahí, de no ser por la gracia de Dios, estaría yo.”
RECIENTEMENTE se revela que a la hora del juicio contra Eichmann, la fiscalía elige no permitir el testimonio de un sobreviviente que goza de una apariencia física fuerte y musculosa. Esto puede causar un efecto no deseado. Es mejor llamar a personas con la imagen correcta de sobreviviente. Esa decisión hoy día nunca se pondría por escrito, por miedo a que salga a la prensa. La juez retirada Saviona Rotlevy cuestiona la sabiduría de la decisión y el deseo de mostrar a sobrevivientes como frágiles y débiles. “Cincuenta años después, todavía nos aferramos a la narrativa de la víctima, y es una lástima,” dice Rotlevy “porque no nos permite ver a otros como víctimas hoy.”
LA SELECCIÓN de testigos también es causa de polémica política en la periferia del juicio. Izik Ramba, editor del diario “Herut” del movimiento de derecha, acusa a Hausner de minimizar el papel que juegan los luchadores del ghetto del Betar a favor de los de izquierda como Kovner y Zvia Lubetkin, cuyos testimonios considera distorsionados.
ASÍ COMO no se puede hablar de la culpabilidad de todo un pueblo, tampoco se puede hablar de inocencia de todo un pueblo. La voz de disidencia de repente sale a relucir. Hay víctimas dentro del grupo de víctimas. “¡Oye tú!” una voz desde el público grita y apunta el dedo al miembro del consejo judío húngaro Pinchas Freudinger en el estrado, “¡Tú nos callaste para que no corriéramos! ¡Para que tú y tu familia pudieran escapar!” Y esa voz se manifiesta en diferentes personas del público, y vez tras vez son acalladas por el juez que los saca del recinto. Orden en la corte.
LOS JUDÍOS acusan a los judíos, y esto más tarde será una de los puntos importantes por los que es atacada Hannah Arendt en su evaluación del New Yorker. Pero tienen razón. La guerra de los Judíos es factor importante, barrido bajo la alfombra, pero siempre presente y gran agravante para la masa de judíos que terminan en los hornos.
“Todos estamos desesperadamente involucrados.”
EL CASO más dramático que para muchos representa la esencia del juicio es el de Yehiel Dinur, autor conocido como Ka-Tzetnik, quien al poco tiempo de comenzar su testimonio se colapsa, expresando el trauma sin palabras. No tiene significancia legal, más es el momento memorable del juicio, donde el trauma personal se entrelaza con el trauma colectivo y lo transforma en trauma nacional, colectivo y público.
SI K-TZETNIK representa la emoción sin palabras, el testimonio del Dr. Moshe Beisky, entonces magistrado de Tel Aviv, describe la experiencia con tranquilidad y nitidez, con profundidad analítica. Se mantiene de pie, honrando la solemnidad de la corte. Beisky describe una escena donde quince mil personas atestiguan el ahorcamiento de un niño de 15 años que pide clemencia después de que se rompe la cuerda en el primer intento.
EL FISCAL Hausner lo interrumpe: “Quince mil personas estaban ahí paradas – y frente a ellas cientos de guardias.
“¿Por qué no atacaron? ¿Por qué no se rebelaron?”
BEISKY PIERDE la soltura, se sienta, titubea: “Yo creo que esto no se puede explicar – no se puede responder. No hay una respuesta clara. Puedo hablar de la situación general. Y tal vez de ahí se puede deducir.
“SERÁ difícil entender para cualquiera que no estaba ahí. Esto ocurrió en 1943, ya era el tercer año de la guerra, y no empezó con esto. Empezó con otras cosas. La gente – todos los Judíos – ya estaban en un estado de depresión por todo lo que habían soportado. Esto es un aspecto. El segundo es que todavía existía esperanza…
“YA NO puedo – y reconozco esto – que después de dieciocho años ya no puedo describir la sensación de miedo. Este sentimiento de miedo, hoy que me presento ante ustedes, Sus Señorías, ya no existe y supongo que no es posible definirlo para nadie. Esto es un miedo que inspira terror. La gente está parada frente a ametralladoras, y el mero hecho de ver el ahorcamiento de un niño y sus gritos – entonces ya no permanece ninguna habilidad de reaccionar.”
“El miedo al peligro es diez mil veces
más aterrador que el peligro en sí.”
Daniel Defoe
Yehudit Lev, 30 de Nissan, 5774
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