SARA SEFCHOVICH
Enlace Judío México | Para escribir mi artículo que entrego cada semana a EL UNIVERSAL, dedico tiempo a leer, informarme, debatir con algún colega y luego para redactar con cuidado el tema elegido para comentar. Además, debo enviarlo con suficiente anticipación para que en la redacción del diario puedan organizar la página en la que se lo incluye.
Y sin embargo, nuestros representantes en el Congreso, parecen no necesitar preparación para hacer las leyes que van a guiar a un país de más de cien millones de habitantes ni tampoco más tiempo que unas cuantas horas.
Por eso pudieron en el periodo ordinario anterior, pasar montón de reformas importantísimas como las energética, de telecomunicaciones, laboral, educativa, fiscal y otras y por eso decidideron que en este periodo que terminó hace unos días, podían emprenderla con las leyes secundarias que convertirían en realidad aquellas reformas.
El periodo cerró sin que se lograra el objetivo, pero no porque los legisladores piensen que ir a velocidad es malo, sino porque políticamente no se pusieron de acuerdo en el yo te apoyo hoy pero tu me das mañana. Tan no piensan que la prisa es mala, que en un solo día, el penúltimo del periodo, desahogaron 86 puntos y en el último la secretaría de Hacienda (¿qué desde cuándo es legislador?) les hizo llegar, ¡al medio día! las propuestas para esas leyes.
Cuando en el sexenio salinista se entró al TLC, los funcionarios de la época nos convencieron de que había que hacer todo con prisa, en fast track como se le llamaba entonces, pues eso era lo mejor para el país (por cierto, idéntico a lo que hoy nos dicen).
Y así se hizo: las reformas se llevaron a cabo con tal celo y prontitud, que fueron incluso imprudentes dijo José Luis Calva: demasiado abruptamente se liberalizaron la inversión extranjera y el sistema financiero, se hizo la apertura comercial, se desregularon varias actividades económicas y se desmantelaron los instrumentos de fomento económico. Ello hizo que el resultado no fuera el crecimiento de la economía que nos habían prometido sino al contrario, una crisis brutal con fuga de capitales, devaluación, truene de miles de empresas manufactureras y de buena parte del sector agrícola. Empezó entonces el ciclo de pedir préstamos al extranjero, que vino acompañado de un duro programa de ajuste de los que imponía el Fondo Monetario Internacional. Un año y medio más tarde, “se habían perdido dos millones de empleos, los bancos tenían problemas porque poca gente podía pagar los créditos que habían obtenido con tasas artificialmente bajas y con un peso sobrevaluado y la inversión, el producto interno bruto y el consumo habían caído estrepitosamente” escribió Macario Schettino. “México ocupa el lugar de honor en un selecto club de países depredados y empobrecidos por la globalización” afirmó en aquel momento Tom Wise, del Instituto de Desarrollo Global y Medio Ambiente de Boston.
La lección fue clara: las leyes se deben pensar con cuidado, las reformas se deben planificar y realizar por etapas, preparando y apoyando a los que se verán afectados y no arrasando con todo. Las leyes secundarias precisamente son las más importantes para que se establezca con claridad lo que se puede o no se puede, lo que se debe hacer y cómo. De allí que se requiera hacerlas con cuidado para cubrir cada situación posible, llenar los vacíos y evitar contradicciones o posibilidades de interpretación diferentes.
Sin embargo, no parece que eso se haya aprendido y que los errores del pasado sirvan para mejorar el presente.
¿Qué se gana haciendo las leyes a todo vapor? Nada, más que cometer errores que luego resultan muy onerosos para México. Ojalá los legisladores se dieran cuenta que un buen caldo requiere de un cocimiento lento, de la cuidadosa selección y preparación de la verdura y la carne, y si se hace con prisa nomás no queda bien.
[email protected] www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM
Fuente:eluniversalmas.com.mx
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