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Enlace Judío México | Tres historiadores indican que la amenaza de extremistas de extrema derecha no es menos urgente que el peligro militar de Moscú.
La bandera de Ucrania se distingue sobre una pila de ladrillos utilizados para construir barricadas en el Maidán de Kiev, el epicentro de manifestaciones violentas que llevó a la derrota del ex presidente ucraniano Viktor Yanukovich el 19 de marzo de 2014.
Mientras que el mundo se ha enfocado en la crisis de Crimea, la política de la Ucrania post-Maidán ha estado tomando forma en Kiev. Tras de casi una década de la Revolución Naranja de 2004, Ucrania tiene la oportunidad de abandonar la oligarquía postsoviética, aunque existe el riesgo de que nuevos grupos nacionalistas de extrema derecha influyan, reduciendo la posibilidad de que se desarrolle una sociedad más democrática e igualitaria en Ucrania.
Algunos observadores han advertido que un enfoque en la extrema derecha ahora, inmediatamente después de la anexión rusa de Crimea y en medio de una continua y eficaz propaganda anti-ucraniana, equivale a no apoyar al nuevo gobierno de Kiev en su proceso de alejarse de Moscú y acercarse a la Unión Europea. Estos argumentos no deben expresar simpatía alguna por la extrema derecha; de hecho, ellos prometen enfrentar la amenaza nacionalista más tarde.
Según esta postura pragmática, los peligros actuales de un régimen represivo y la agresión exterior deben anteponerse al relativamente menos urgente asunto de la retórica y las intenciones de la extrema derecha. Sin embargo, en realidad, esta secuencia de amenazas y reacciones implican por lo menos una defensiva temporaria o, lo que es peor, una decisión deliberada que esta facción no sea criticada por la opinión pública, tras de haber contribuido a derrocar a Viktor Yanukovich de la presidencia.
Aunque sea bien intencionada, esta postura es errónea por varios motivos. En primer lugar, si la extrema derecha debe estar protegida hasta que Vladimir Putin finalice su actual campaña contra Ucrania, entonces el presidente ruso puede seguir evitando que nos involucremos con los daños que ésta representa y de esa manera, evitar que ayudemos a determinar qué dirección tomará la democracia en Ucrania. De hecho, lo que la democracia ucraniana necesita es apoyo, no sólo contra Putin, sino contra su propia extrema derecha. No hay razón para creer que podemos enfrentar sólo un riesgo a un tiempo. Ucrania tiene que lidiar con ambas amenazas simultáneamente; el país no se puede permitir el lujo de perder tiempo. La extrema derecha está ejerciendo influencia y construyendo capital simbólico en este momento, explotando la exitosa revolución de Maidán y la amenaza rusa por su soberanía.
Bajo estas circunstancias, es imperativo asumir la historia y los legados del nacionalismo étnico ucraniano. La historia es especialmente urgente cuando la extrema derecha ucraniana ha elegido un auto-entendimiento y simbolismo que enfatiza sus deudas con el nacionalismo étnico de Stepan Bandera y la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN, según siglas en inglés) de la Segunda Guerra Mundial.
Recientemente nos han informado que los judíos de Ucrania son blancos para Bandera y la Organización de Nacionalistas Ucranianos al ser considerados partisanos soviéticos y por lo tanto a favor del enemigo principal de los nacionalistas ucranianos. El presunto entusiasmo de los judíos ucranianos por el régimen soviético parece explicar la violencia de los ucranianos nacionalistas contra los judíos luego del ataque nazi en 1941. En realidad, a pesar de la percepción que existían relaciones especiales entre judíos y soviéticos, muchos judíos no se alegraron ante la perspectiva del dominio soviético, y muchos más fueron atacados por su religión, vida comunitaria e identidad, o deportados y reprimidos por los soviéticos. La noción de que sólo los judíos fueron beneficiados por la invasión soviética es simplemente un estereotipo, alimentado por el paradigma del bolchevismo judío, el prejuicio de una relación especial entre el comunismo soviético y los judíos.
Tomando este enfoque, el nacionalismo étnico ucraniano está considerado únicamente como un ¨movimiento de liberación nacional,¨ que trágicamente, de alguna manera acabó chocando con los judíos. Bajo esta errónea perspectiva, las circunstancias de tiempos de guerra y fuerzas exógenas explican todo. Sin embargo, sabemos que el nacionalismo ucraniano tiene su propia forma de antisemitismo, anterior a la segunda guerra mundial. Éste era oportunista o casual, diferente al antisemitismo nazi.
Este antisemitismo ¨endógeno¨ proviene de un radicalismo de los años treinta del siglo 20, cuando la OUN había desarrollado su propio antisemitismo, asociando a los judíos con el bolchevismo e identificándolos como los ¨títeres de Moscú¨. Este antisemitismo comprendía mensajes raciales, presentando a los judíos como ¨parásitos¨, ¨corruptos¨ e intrusos en el cuerpo nacional ucraniano. Incluso se discutía la mejor manera de ¨remover¨ a los judíos de Ucrania, utilizando violencia masiva aún antes de la segunda guerra mundial. En 1938, un ideólogo contemplaba el aislamiento y el hambre para los judíos.
Al mismo tiempo que la guerra trajo oportunidades sin precedentes, es imposible ignorar las disposiciones de preguerra de la OUN que coinciden con la ideología nazi. Si éstas hubiesen sido más diferentes, la radicalización de tiempos de guerra de los ucranianos contra los judíos no hubiese sido tan sencilla ni tan rápida. En 1941, los nacionalistas llamaban por la destrucción de los judíos de Ucrania. Los folletos eran claros y brutales. Además, los nacionalistas jugaron un papel importante en la ola de pogroms de 1941, donde murieron decenas de miles de judíos.
Por otra parte, las esperanzas de los nacionalistas respecto al establecimiento de un estado satélite nazi en Ucrania y de una estrecha colaboración con Alemania fueron frustradas por el liderazgo alemán luego de que este rechazó dicha política. Sin embargo, la violencia masiva y el antisemitismo nacionalista continuaron: En 1943-44, los nacionalistas ucranianos realizaron una limpieza étnica contra los polacos. De hecho, muchos de los ucranianos que participaron en ataques contra polacos en 1943, ayudaron a los alemanes en los asesinatos de judíos. Asimismo, continuaron los llamados para defender a Ucrania del ¨bolchevismo judío¨. Líderes nacionalistas internos que declaraban que los judíos no eran el problema tenían claro que esto se debía a que la mayoría de ellos habían muerto.
La demanda de que la OUN debe ser considerada como ¨típico¨ movimiento de liberación parecido a la IRA (Ejército de la República Irlandesa) o al Grupo Stern (Leji – Lojamei Jerut Israel) es falso en otro sentido: Ideológica y explícitamente, la OUN buscaba un “führerstaat” étnicamente homogéneo, una gran Ucrania bajo control totalitario. Sus líderes estaban a favor de un nacionalismo étnico biologizado, asesinando a aquellos que no pertenecían al organismo nacional. Hasta 1934, sus terroristas políticos fueron entrenados por el Ustacha en la Italia de Mussolini; en 1940 fueron enseñados por la Gestapo de la Polonia ocupada.
Los ¨parientes¨ más cercanos de la OUN no fueron la IRA Irlandesa, o el FLN Argelino, sino la Ustacha de Croacia y otros movimientos proto-fascistas y fascistas del periodo de guerra y de entre guerra. Estos movimientos y la OUN compartieron un contexto geográfico y político de la Europa central y oriental, además de un mismo periodo histórico. Comparar puede ser útil, pero la ¨reinvención¨ del nacionalismo ucraniano de la segunda guerra mundial, apartándolo de su ámbito histórico y considerándolo un movimiento de liberación nacional propio del Imperio Británico o del ¨Tercer Mundo¨ de posguerra, corresponde a una falsa analogía que confunde en lugar de aclarecer.
No estamos a favor del ex-régimen de Yanukovych o del ataque de Putin a Ucrania. Apoyamos los objetivos democráticos de la Revolución Ucraniana, más no los principios nacionalistas de sus compañeros. Consideramos que la mayoría de los ucranianos que se opusieron a la cleptocracia criminal de Yanukovych desean crear una democracia liberal en su país, y por lo tanto no hay razón para ser menos precisos y críticos respecto a los verdaderos legados del nacionalismo étnico ucraniano.
Por el momento, la extrema derecha representa una minoría, aunque con cierta influencia; su presencia está siendo explotada por Putin a fin de distorsionar los acontecimientos en Ucrania. Al mismo tiempo, el futuro democrático político de Ucrania también requiere de una honesta y abierta narración del legado del nacionalismo étnico ucraniano, yendo en contra de cualquier intento de glorificar el nacionalismo étnico o de confundir su verdadero legado de autoritarismo y violencia étnica.
Fuente:Tarik Cyril Amar, Omer Bartov y Per Anders, Tablet
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