“Para los Judíos
siempre hubo dos Adolfs.”
Tom Segev
YEHUDIT LEV PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | EICHMANN RECIBE más apodos que ningún otro contemporáneo Nazi: Calígula, Zar de los Judíos, Administrador del Genocidio, Gran Inquisidor, Técnico del Genocidio, Implementador de la Solución Final, Burócrata, Especialista, Asesino en Masa. Hannah Arendt lo califica de bufón. Sus acusadores fiscales lo llaman diabólico y satánico, más barbárico y sanguinario que Genghis Khan, Attila el Huno o Iván el Terrible. Él parece disfrutar de maquiavélicos juegos mentales, y se describe a sí mismo como zángano, de mente estrecha, pedante, y cauteloso burócrata que nunca dobla las reglas. “El mundo entero me calumnia, me acusa de cosas y me persigue durante quince años.”
Tom Segev, historiador israelí
lo llama simplemente, “La Cara del Holocausto.”
EN SU LIBRO del 2005, Crimes of the Holocaust: The Law Confronts Hard Cases, (Crímenes del Holocausto: La ley se enfrenta con casos difíciles) Stephan Landsman, profesor de leyes de la Universidad DePaul, dedica un capítulo al juicio de Eichmann.
“EN ISRAEL, como en Nuremberg, el juicio…está seriamente desequilibrado, con la parte acusadora bien documentada y profundamente celosa, y la defensa reposada y reactiva,” escribe Landsman. “Es conducido en un clima decididamente hostil al acusado y realizado con propósitos educativos y políticos mucho más allá de su convicción. El proceso fue formado con reglas de procedimiento que permitieron la admisión de grandes cantidades de evidencia contaminada, irrelevante o perjudicial…Al final del día, como con Nuremberg, la fiscalía fue salvada de graves errores solamente gracias a la intervención de un Juez justo que evitó que el proceso se volcara hacia la opresión.”
LANDSMAN explica que durante los meses de interrogatorio el prisionero no tiene acceso a un abogado, no tiene protección en contra de la auto-incriminación, y es llevado en un tono que solo puede ser descrito como inquisitorial, posiblemente llegando a un grado de coerción. El fiscal le adjudica la responsabilidad de todas las muertes generadas por la Gestapo y la SS.
ISRAEL no permite que ningún abogado local participe en la defensa. En parte porque saben que el público Israelí no lo podrá tolerar. Temen que sufra el mismo destino que acaeció a Rudolf Kastner, acusado de colaborador y asesinado en 1957. Eso deja al Dr. Robert Servatius aislado y con pocas armas para defender a Eichmann. No está ahí mientras su cliente regala al fiscal miles de páginas de material que sirven para condenarlo a la hora del juicio. El jurista alemán no conoce la cultura legal Israelí, no sabe nada del procedimiento, ni las particulares de la interpretación legal, ni nada acerca de los jueces ni adversarios a los que se tendrá que enfrentar.
CUANDO acepta el caso, aún remunerado con la entonces considerable suma de 30 mil dólares pagados por el Estado Israelí, Servatius solo cuenta con Dieter Wechtenbruch como su equipo legal, y una asistente, en contraste con media docena de abogados apoyados por el Buró 06 de la policía israelí que preparan el caso fiscal. La experiencia de la defensa es con la ley continental europea, que se basa en testimonios escritos y no en interrogatorios en vivo. Servatius desconoce el amplio rango de reglas de evidencia que se aplican en un tribunal de leyes del modelo anglosajón. Dedica la mayor parte del tiempo a estudiar los mil 600 documentos proveidos por el fiscal. El defensor constantemente menciona los estrechos límites bajo los que se encuentra y la escasez de sus recursos.
SERVATIUS no puede citar en la corte todos los testigos para la defensa que le hubiera gustado; Por ejemplo, alemanes que viven en libertad bajo la ley internacional y las leyes de su país, son amenazados con arresto bajo sospecha de crímenes de guerra que los puede llevar a pena de muerte si acaso pisan el suelo de Israel. “Expertos y testigos potenciales que podían haber ayudado muestran oídos sordos ante las peticiones de la defensa. Son intimidados y prevenidos de aparecer en el estrado a favor del acusado.” La defensa presenta entonces sólo un testigo vivo, Eichmann mismo, cuyo interrogatorio previo sirve como soga de verdugo.
ENTRE las estrategia de la defensa: no interrogar a los sobrevivientes; evitar tácticas de retraso; cuestionar la legalidad del juicio; cuestionar la habilidad de imparcialidad de los jueces; aseverar que la ley bajo la cual se juzga es inválida; proponer que Eichmann no es parte del liderazgo que toma decisiones, proponer que era imposible resistirse a llevar a cabo estas órdenes; y declarar que en ocasiones el acusado toma acciones que previenen la persecución y exterminio de los Judíos.
AL FINAL del día, la corte de Jerusalem admite que Servatius, alemán, veterano de la Wehrmacht, ciudadano de la nación que desata la ola antisemita más viciosa de la historia, “estaba prácticamente solo en esta agotadora batalla legal.”
LOS JUECES mismos se encuentran bajo terrible presión. No solamente tienen sustanciosas asociaciones personales con el Holocausto, cada uno es sujeto a escrutinio político antes de su designación, y son limitados por la necesidad didáctica y educativa del juicio. Los diarios Israelís a gritos reclaman la sangre de Eichmann.
EL JUEZ Moshe Landau trabaja día y noche para mantener los procedimientos con decoro, proteger el acusado de los excesos de la fiscalía, y considerar cuidadosamente las ramificaciones de los materiales entregados. Es una alternativa desapasionada y dignificada a Benjamin Halevi, quien desde el caso Kastner busca masticar vivo a Eichmann. “Landau salvó los procedimientos,” dice Landsman. “Logra ganar el apoyo de Yitzhak Raveh a pesar de que Halevi lo había designado al panel de jueces, y éste provee el apoyo crucial para que los esfuerzos de Landau lleguen a ser exitosos.
LOS JUECES son incapaces de negar a los testigos sobrevivientes la oportunidad de continuar sus declaraciones, aún cuando, lejos de ser relevantes al caso, van más allá de las preguntas del fiscal. Por propia admisión, los jueces no tienen control completo del proceso, tienen que ver y escuchar todo lo que les es presentado, admisible o no. “Que Landau y Raveh hayan mantenido tal ecuanimidad es un gran logro.”
Acusado y Juzgado
EL ACUSADO se ve amarillento-gris, temeroso finalmente. Su voz es bajita cuando comienza a hablar y cuenta la historia de su vida. Es hombre modesto. En su búsqueda de lugar en el mundo, se acomoda con el asunto de los Judíos. Quiere aprender hebreo. Sus superiores consideran que un rabino puede influenciarlo más allá de la enseñanza del lenguaje. Él los convence, y muestra que realmente es bondadoso con los judíos. “Hubiera sido fácil decir ‘encerremos un rabino y tendrá que enseñarme’, pero no, le pagué tres marcos por hora, el precio usual”. Ésa es la época de ratoncito. Luego, los aires del Reich insuflarán su ego desproporcionadamente, explotará en ira y poder. A la hora del juicio, regresará al insignificante tamaño que tanto sorprende a quienes esperan encontrarse con el diablo personificado.
DURANTE el juicio dice que le molestan las terribles condiciones en los trenes y los campos de tránsito. Pero su correspondencia y documentos demuestran que su principal objetivo es lograr las deportaciones de manera económica y con la mínima interrupción a las operaciones militares. Eichmann es un nuevo prototipo de criminal, un perpetrador de escritorio (Schreibtischtater) que hace su trabajo burocrático.
“Yo sabía, pero aún así no podía cambiar las cosas.”
EICHMANN dice querer salirse de la desagradable tarea. Solicita transferencia, aún al frente de batalla. Así también sus subalternos, como el finado Dieter Wisliceny, cuyo testimonio en Nuremberg es clavo del ataúd en este caso. Como a Eichmann sus superiores no le permiten escapar, tampoco él permite que se vayan los de abajo. “Todos estamos sentados en el mismo barco, nadie puede salirse de aquí.”
SE PREOCUPA por sus colegas, lo que tanta matanza les puede estar haciendo a ellos. “O se vuelven locos, o se vuelven sádicos. Nuestra propia gente.” Cuando le piden opinar sobre el comandante de Auschwitz Rudolf Höss, dice que no lo puede juzgar, pero siente compasión por él. Su trabajo es tan más sucio que el de meramente despachar trenes. Hoy día existe una clasificación llamada “Heridas Morales” que sufren los soldados regresando de la guerra habiendo cometido atrocidades con las que no pueden vivir.
HAY MUCHOS departamentos en la Gestapo, los líderes de seguridad rotan en el curso del conflicto. El único que mantiene su puesto durante la guerra es Eichmann, quien firma cientos de documentos que ahora lo incriminan. “Soy solo una pequeña tuerca en la enorme máquina de aniquilación de Hitler,” alega.
LA DEFENSA insiste que como subordinado teniente coronel (Obersturmbannführer) meramente obedece ‘ordenes superiores’ aun cuando celosamente, porque es la voluntad de Adolf Hitler, cuya palabra tiene fuerza de ley en el Tercer Reich. Lo realizado son actos de Estado: si los alemanes hubieran ganado, Eichmann hubiera sido condecorado.
“UN OFICIAL toma un juramento de lealtad,” dice el acusado. “Si este juramento se rompe, entonces ese hombre es un sinvergüenza.” Eichmann valora el verse como un hombre leal antes que saberse persona respetuosa de la vida. “La cuestión de conciencia es asunto del jefe de estado, del soberano” dice.
“Un juramento es un juramento.”
Una Vuelta de Tuerca
“LA PRESIÓN de considerar a Eichmann como un genio maligno detrás de todo acto de genocidio nazi es irresistible,” escribe Landsman, “no solo porque en términos dramáticos una gran acusación requiere de un gran acusado, sino porque los humanos tendemos a adjudicar una particular maldad a aquellas cosas o personas que causan consecuencias verdaderamente catastróficas. Era tal vez imposible en Israel de 1960 ver este criminal Nazi de nivel medio por lo que meramente era y juzgarlo por lo que había hecho, en vez de representar en él, el mecanismo entero del genocidio.”
EL FISCAL quiere comprobar que Eichmann no es mera tuerca. Que la hora de tomar decisiones, cuando existe la posibilidad de hacer excepciones, no atraviesan la oficina de Eichmann. Por ejemplo, el profesor Weiss, experto en radares con muchas patentes, cuya clemencia es solicitada por un general del ejército alemán. Eichmann no se inmuta con el superior rango y no accede. O los doce miembros judíos del partido Nazi en Holanda, cuyos líderes solicitan que no se les deporte, que pueden ser espías, que sus compañeros se desmoralizarían. Eichmann, “por cuestión de principio, no puede estar de acuerdo con la petición.”
EL TESTIGO Georges Wellers, relata un caso que incrimina directamente al hombre en el banquillo. En Francia, padres e hijos son separados. Los niños son enviados a Drancy, algunos tan jóvenes que no saben sus propios nombres. Están sucios, enfermos y desesperados. “En la noche, estaban completamente solos en unos enormes cuartos alumbrados con un solo foco azul, porque era tiempo de guerra y era precaución para los ataques aéreos,” dice Wellers. “Estaban un lugar casi sin luz. Dormian en el piso. Frecuentemente lloraban, se agitaban, gritaban por sus madres. Algunas veces un cuarto entero con 120 niños que se levantaba a mitad de la noche, perdían control completo de sí mismos y gritaban. ¡Era terrible!”
LA CORTE produce un documento comprobando que Eichmann mismo firma la orden de enviar a estos inocentes a Auschwitz. Ni uno sobrevive.
HOY DÍA el antisemitismo de Eichmann ha sido documentado ampliamente. Cuando en la incriminadora entrevista argentina de 1956 Willen Sassen pregunta si tiene algún remordimiento, este dice, algo alcoholizado, “Si. Lamento no haber sido más estricto en llevar a cabo nuestra meta. Mira lo que pasó: El Estado de Israel existe y esa maldita raza continúa.” De haber matado a los 10.3 millones de judíos en las listas europeas de Wannsee, “hubiéramos destruido el más inteligente fantasma de los fantasmas humanos vivientes. Peleábamos a un enemigo que ha tenido miles y miles de años de educación para ser superior a nosotros.”
LA PRUEBA que Eichmann tiene autonomía de decisión y más que voluntad para llevar a cabo la labor de asesinato se da al final de la guerra, en el terrible caso de los Judíos de Hungría, quienes hasta 1944 habían sido protegidos por el gobierno del Almirante Miklos Horthy. Cuando Heinrich Himmler observa la inevitable derrota, desafía los deseos de Hitler y ordena a Eichmann que cese los transportes hacia el exterminio. Eichmann sabotea las órdenes de su superior, considerando que solamente Hitler puede frenar su labor. Cuando no funcionan los trenes, manda a decenas de miles a caminar en terribles condiciones los 210 kilómetros de Budapest a Viena. En tres meses envía a casi medio millón a su muerte.
EL FISCAL Hausner produce evidencia que en 1945 Eichmann dice que “saltará en su tumba sabiendo que tiene cinco millones de judíos en la conciencia, es para mi una fuente extraordinaria de satisfacción.” Eichman en defensa indica que se refiere a ‘enemigos del Reich’, como los soviéticos. El último da en tres organziaciones ilegales, la Gestado, el SD uy la SS de los trenes, de deportación y de obtener culpable de matar de su examinación, dice que es culpable de organizar los transportes, pero no se siente conectado a las consecuencias. No muestra ni culpa ni odio.
UNO DE los dos testigos no-Judíos, Heinrich Grueber, conoce bien a Eichmann. El pastor de la iglesia confesional alemana, durante la guerra busca aliviar el sufrimiento de los judíos, eventualmente terminando en campo de concentración. Grueber mantiene constante contacto con el acusadoy frecuentemente se encuentra en su oficina, rogando. En su testimonio ofrece: “La impresión que tengo de él es de un bloque de hielo o mármol, completamente vacío de emociones humanas… en la medida que se pone su uniforme, se desviste de conciencia y de razonamiento.”
Sentenciado y Ejecutado
LA CULPA de Eichmann, en su propia consideración, – o por lo menos en su alegato de defensa -, es que se desdobló. Metido en la maquinaria de la muerte, desprende su alma y cede su cuerpo para que el sistema haga con él lo que le plazca. Es un Kadavergehorsam, palabra que refiere a la obediencia ciega, el abandono total del libre albedrío a una autoridad superior. El término entra al idioma alemán a través de la orden Jesuita de San Ignacio de Loyola, que exige de sus miembros la obediencia “como si fuera un cadáver que se permite ser llevado a cualquier lado, y tratado de cualquier manera.”
EL DEFENSOR Servatius, figura imposibilitada en la abrumadoramente desequilibrada corte jerosolomita, mantiene una distancia emocional de la realidad del Holocausto. En sus argumentos de cierre, caracteriza las matanzas como “un asunto médico.” La corte lo interrumpe, ¿no será un lapsus linguae? No, afirma, “es un asunto de matanza y la matanza también es un asunto médico”.
ENTRE LAS palabras finales a los jueces, Eichmann dice: “Quisiera pedir al Pueblo judío una disculpa a nivel personal, y admito que me abruma la vergüenza cuando pienso en el mal que ha sido cometido en contra de los judíos y los actos que fueron perpetrados en su contra. Pero a la luz del razonamiento de este juicio, esto probablemente sería interpretado como hipocresía…”
EICHMANN dice, “Éste es el peor crimen cometido en la historia.” Pero nadie le cree. Si hubiera mostrado remordimiento en los 16 años que vive prófugo, podría haber afectado la sentencia final. Está totalmente convencido que debe de sufrir por otros, de soportar lo que el destino le impone. El hombre de mármol finalmente muestra su compasión, y la dedica a sí mismo.
“NO SOY el monstruo que hacen de mí,” insiste. “Acuso a los líderes de abusar de mi obediencia… Se considera la obediencia una virtud. Puedo pedir la consideración que se dé al hecho que obedecí, y no a quién obedecí. Son los altos cargos, a los que no pertenecía, los que dieron las órdenes, y son ellos quienes, en mi opinión, merecen castigo por las atrocidades que perpetraron en las víctimas. Pero los subordinados ahora son también víctimas.
“Yo soy una de esas victimas.”
EL PESO de la evidencia es demasiado grande. Después de 14 semanas de testimonio que involucra 1,543 documentos, y 120 testigos del fiscal (90 de los cuales son sobrevivientes), el juicio cierra el 14 de agosto del 1961.
LOS TRES tres jueces declaran que no es culpable de matar personalmente a nadie, y es inocente de supervisar las actividades de los Einsatzgruppen. Es responsable, sin embargo, de las terribles condiciones dentro de los trenes, de la deportación y de obtener judíos para tales trenes. Se le encuentra culpable de crímenes en contra de la humanidad, crimenes de guerra, y crímenes en contra de polacos, eslovenios, y gitanos. Es culpable de membresía en tres organizaciones ilegales, la Gestapo, el SD y la SS. Cuando dictan la sentencia, los jueces concluyen que no meramente sigue órdenes, sino que cree en la causa Nazi de todo corazón y que ha sido perpetrador clave del genocidio.
LA CORTE considera que no es la marioneta que pretende ser, sino aquél que mueve hilos. Es “un hombre de poder de conducción extraordinaria, maestro de la astucia y el engaño, inteligente y competente en la materia, con mente determinada en la misión de hacer de Europa ‘libre de judíos.’”
EL JUEZ Landau dictamina: ‘El objetivo de los crímenes…..era desaparecer un pueblo entero de la Tierra.’ … ‘El envío de cada tren a Auschwitz o cualquier otro sitio de exterminio, que transporta mil seres humanos, significaba que el acusado es cómplice directo de mil actos de asesinato premeditado.’ … ‘el acusado actúa con identificación interna con las órdenes que se le dan y con feroz voluntad de lograr un objetivo criminal, y en nuestra opinión es irrelevante… como se dio esta identificación y esta voluntad, y si es resultado del entrenamiento que el acusado recibe bajo el régimen que lo crió, como argumenta la defensa.’
“SU JUICIO fue de una ejemplar rectitud,” afirma su interrogador, el capitán Avner Less. “Ninguna de sus víctimas recibió comparable trato.”
SU CASTIGO es la pena de muerte, dictada el 15 de diciembre de 1961. El día después que la corte superior reafirma la condena, el abogado Servatius sale de Israel declarando a la prensa que “el juicio fue justo”. Se desata otra polemica mundial, entre aquellos que favorecen llevar a cabo la ejecución y quienes piden clemencia. Personas prominentes como los filósofos Hugo Bergmann y Martin Buber, la escritora Pearl S. Buck, y el pensador religioso Ernst Simon apelan en su favor.
SI ISRAEL evita esa ejecución, argumentan algunos, el juicio podría proveer una oportunidad para que el Pueblo judío demuestre ser modelo e inspiración para el mundo. Gran parte de los Judíos de Estados Unidos se oponen a la ejecución. La poeta Sueca-Judía de origen alemán Nelly Sachs, quien en 1967 compartirá con S. Y. Agnon el premio Nobel de Literatura, escribe una carta a David Ben Gurión. Ella también se considera víctima del Nazismo y le implora evitar la ejecución para enfatizar el bien por encima del mal en el mundo.
LA CORRESPONSAL de guerra Martha Gellhorn apoya la muerte y cremación. De quedar vivo se volvería símbolo. De ser enterrado, su tumba sería peregrinaje para quien se identifica con sus ideas. Hannah Arendt también considera justo el castigo.
LA EJECUCIÓN se lleva a cabo después de medianoche del 31 de mayo de 1962. Sus palabras de partida: “Larga vida a Alemania. Larga vida a Argentina. Larga vida a Austria. Estos son los tres países con los que más he estado conectado y que no olvidaré. Saludo a mi mujer, a mi familia, a mis amigos. Estoy listo. Nos encontraremos pronto otra vez, como es el destino de todos los hombres. Muero creyendo en Dios.”
COMO NO existen hornos para cremación en el país, se tiene que construir uno especial. Poco después de la ejecución, el cuerpo es cremado en un lugar secreto, en presencia de sobrevivientes. A las cuatro de la mañana del primero de junio sus cenizas son dispersas en aguas internacionales en el Mediterráneo por un barco patrullero de la marina israelí. No hay imágenes de su ejecución.
LE TOCA a Mickey Goldman / Gilad, – el policía que coteja el número tatuado en su brazo con la lista de Auschwitz que llega anónimamente de Polonia – supervisar la quema del cadáver y el esparcimiento de las cenizas. Cuenta que el polvo remanente de Eichmann es suficiente para llenar un contenedor de dos litros. Esto lo deja en estado de shock. Una de las labores de Goldman dentro de Auschwitz es esparcir las cenizas del crematorio en el hielo y la nieve para que los oficiales nazis no resbalen. Recuerda “una gran montaña de cenizas.” Tanto más que el manojo que resta del cuerpo del burócrata de la muerte.
LA PRENSA advierte en contra de llegar a la conclusión que con la muerte de Eichmann el pueblo Alemán puede deshacerse de su responsabilidad por el Holocausto. ¿Puede un hombre pagar por seis millones de muertes? Su condena no es expiación para el resto de los culpables. La nación germana todavía tiene que continuar luchando con su conciencia. Su destino es advertencia:
“La consciencia privada es la última protección del mundo civilizado,
La única garantía de la dignidad del ser humano.”
Martha Gellhorn
Yehudit Lev, 14 Iyyar, 5774
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