SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | Con cuánta frecuencia alguien poderoso le dice a alguien que se acerca buscando ayuda o apoyo: “Cuentas conmigo, no te preocupes”.
La persona se va esperanzada y confiada en que se le ha abierto la puerta de la fortuna, o por lo menos de alguna aspiración o sueño, para darse cuenta, cuando requiere que se cumpla el “cuentas conmigo”, que debe empezar a preocuparse, porque la oferta era hueca. Lo más seguro es que no lo vuelvan a recibir.
Con cuánta frecuencia un político le dice a una persona, no te preocupes, yo lo veo. Y cuándo llega el momento de ver concretizado el apoyo, debe empezar a preocuparse porque el “yo lo veo” era una frase lanzada para salir del paso. Aquel que se hizo ilusiones para contar con cierto apoyo se da cuenta que se quedó con un palmo de narices, lo más seguro es que el político no lo vuelva a recibir.
Se cuenta la anécdota de una persona que va a ver a su amigo, el presidente de la república, para que lo ayude a ser diputado, el presidente le da instrucciones para promover la candidatura, él las sigue al pie de la letra y resulta que no es diputado, sabedor de que el que palomeaba la lista de diputados era su amigo el presidente, decide usar la prerrogativa de ir a reclamarle la derrota, y el presidente le responde: “Nos chingaron”. Otra versión es que le responde: “Perdimos”. El personaje y todos los que escuchamos la anécdota quedamos convencidos que el presidente mintió, porque le convenía mentir. Una de las moralejas es que la lealtad es unidireccional, los poderosos exigen apoyo y lealtad incondicional, pero se quedan con la prerrogativa de cumplir solamente si les conviene.
Tal vez uno sabe que al acercarse a los poderosos entra al terreno de los mensajes cifrados que quieren decir cualquier cosa, menos la intención que tienen las palabras, lo que no es otra más que engaño. Frases como “cuentas conmigo, yo lo veo, estamos contigo, eres nuestro gallo”, son tan falsas como la intención de quien las dice. El problema que tiene el personaje que se acerca a pedir apoyo, es que carece de la capacidad de entender el mensaje que le han dado y se convierte irremediablemente en una de las piezas de un juego de ajedrez que no entiende, y por supuesto, no controla.
Un personaje buscó el apoyo del secretario de Hacienda para ser comisionado del IFAI, tenía las credenciales para aportar algo de lo que se carece en ese nivel, era experto en tecnologías de la información, el secretario lo envió a solicitar un apoyo que era irrelevante, el que por supuesto no se dio, en parte porque era simplemente un recurso para distraer y desgastar al solicitante; por supuesto que el interfecto no fue comisionado, y dudo que haya vuelto a ver al secretario para preguntarle qué pasó.
El que busca el apoyo entra al mundo de las reglas no escritas, que cambian sin previo aviso y que hunden a la gente en el terreno de la incertidumbre, en ese terreno lleva la mano quien tiene la capacidad de modificar las reglas, y esta no es la sociedad. Por eso la simulación, el fingimiento y la mentira son profundamente anti democráticos.
Una de las grandes contribuciones que han hecho los analistas de la naturaleza del mexicano, es que es mentiroso. Octavio Paz lo lleva un paso más adelante al sostener que se esconde tras máscaras; el ocultamiento de la verdadera cara no es otra cosa más que la continuación del engaño.
El mexicano miente, con o sin necesidad, es simplemente una conducta usual. Hay quien dirá que es mitómano, otros dirán que esa neurosis lo lleva a creer sus propias mentiras. Son legendarias las historias de políticos que pagan inserciones en los medios ensalzándolos y luego, al ver la inserción impresa, creen que son grandiosos. En parte por eso el país está anclado, hoy es difícil discernir qué es verdad y qué es mentira, y muchas veces las grandes decisiones se basan en grandes mentiras.
En una ocasión le pregunté a un subsecretario de la Reforma Agraria, cuánto era la frontera agraria del país, me respondió que nueve millones de hectáreas, le pregunté que en base a qué me daba esa cifra, la respuesta era esperada: “Acuerdo del subsecretario”. Y esa invención se publicó en el informe presidencial y en base a ella se hicieron sesudos estudios, análisis profundos y se tomaron decisiones que impactaron al país. Al subsecretario lo premiaron con una gubernatura.
Si el mexicano es mentiroso no es posible pensar que sus representantes, los políticos, no lo sean. El político es solamente un reflejo de la realidad nacional y no se puede desprender de los patrones culturales dominantes.
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