ROSA MENESES
Enlace Judío México | El país vive sumido en la inestabilidad y la violencia desde la caída de Ali Abdula Saleh.
Como en Libia, en Yemen la llamada ‘primavera’ árabe también ha traído una época convulsa. Pese a que los yemeníes se libraron de Ali Abdula Saleh -que llevaba en el poder desde 1978, primero como presidente de Yemen del Norte y luego, a partir de 1990, como máximo líder del Yemen unificado-, el sistema que hizo que Saleh se perpetuara en el poder no murió con el fin de su presidencia. Saleh era, después del coronel Gadafi, el mandatario árabe que más años llevaba subido al trono. Si con la caída de Gadafi se puso en evidencia la falta de un sistema político, la salida de Saleh no ha acabado con el conglomerado que sustentaba a su clan.
El descontento es patente en este país siempre a punto de caer en el caos y con la sensación de revolución inacabada. La violencia instigada por el auge de Al Qaeda en la Península Arábiga (la rama local de la red terrorista) campa a sus anchas todos los días desafiando al propio ejército y al frágil Gobierno. Saná todavía está intentando recuperar la estabilidad política perdida al calor de la revuelta social de 2011. Entonces se vivieron protestas masivas y el país estuvo al borde del conflicto armado, pero la salida de Saleh logró desactivar un estallido que hubiera acercado al país a un escenario peor que el sirio.
Fue en realidad un cambio liviano. El sistema quedó intacto, ya que asumió la máxima autoridad del país Abd Rabbo Mansur, vicepresidente desde 1994. Saleh y su clan siguen presentes entre bambalinas. Y no hay que olvidar que, en virtud del pacto que hizo claudicar a Saleh en febrero de 2012, por mediación de Arabia Saudí, ni él ni sus hijos serán juzgados ni rendirán cuentas por sus excesos.
“No se ha cambiado lo esencial y hay por ello una gran frustración y mucha decepción, sobre todo entre los más jóvenes”, reconoce Ignacio Gutiérrez de Terán, coautor -junto con Francisco Veiga y Leyla Hamad Zahonero- del libro ‘Yemen, la clave olvidada del Mundo Árabe’, que acaba de publicar Alianza Editorial. El país logró evitar el conflicto al que parecía abocado, como ocurrió en Libia y Siria en 2011. Tal escenario de guerra en Yemen podría haber sido más complicado que el que vive todavía la propia Siria, porque en Yemen hubiera sido múltiple, con más de tres bandos. Hoy, esa sombra sigue planeando sobre la sociedad yemení.
“Hubo un momento de gran tensión, cuando se produjo el atentado contra Saleh [en junio de 2011] y hubo una serie de movilizaciones militares de un lado y otro, que en el último momento, cuando todo parecía abocado al desastre, acabaron en un acuerdo. Un acuerdo muy parcial y muy quebradizo, que no satisface a los grupos que quieren una verdadera democracia”, comenta este profesor del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Los polvorines de Yemen
“En 2011 se desactivó la lucha oligárquica, pero los otros factores siguen ahí y además se están enquistando. En Yemen confluyen muchos polvorines. Está Al Qaeda en el sur y el integrismo islámico, que es muy poderoso en determinadas regiones. Está el activismo chií de los huthies (en el norte), que sigue planteando batalla al régimen central. Están las divisiones internas en el seno del ejército entre los familiares de Saleh por un lado y los prohombres del antiguo régimen. Está el conflicto del sur, con una corriente secesionista que goza de un gran apoyo social”, argumenta.
Durante mucho tiempo se habló de la solución yemení como aplicable a Siria. Pero la evolución del conflicto armado en el país mediterráneo la hace hoy inviable. “En el verano de 2011 hubiera sido posible la opción del vicepresidente. Se habló de hacer lo mismo que en Yemen con Faruk al Shara, pero el escenario se descartó porque el régimen no quería hablar de una solución que no fuera la familiar”, recuerda este experto de la UAM, que lleva años viajando a Yemen.
“El régimen de Siria son los Asad. Si los Asad se van, el régimen desaparece”, y la propia Siria como tal. “Los Asad lo han fagotizado todo y el único referente es Asad y su familia. Primero, el partido Baaz fagotizó toda la oposición, tanto tribal, como religiosa o ideológica y luego los Asad fagotizaron al Baaz”, explica el arabista. De ahí que los caminos de Yemen y de Siria sean tan diferentes. “En Siria, hemos llegado a esta situación por la intransigencia de un régimen brutal y sanguinario que, sin embargo Yemen -un régimen que no es ni mucho menos tan brutal ni sanguinario- sí se ha avenido a ceder a presiones internas y externas”, analiza.
¿Es Yemen un Estado fallido? Para este experto, no llega al extremo de Somalia. “Yo usaría mejor el término de Estado incompetente o negligente. Fallido nos lleva a una categoría en la que el Estado no existe como tal”, dice. En este sentido, son mucho más fallidos Irak, Libia o Afganistán.
Fuente:elmundo.es
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