LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO
En las elecciones al Parlamento Europeo que tuvieron lugar en la Unión Europea (UE) entre el 22 y 25 de mayo pasado se eligieron por sufragio universal 751 eurodiputados, que integraron la Octava Legislatura de la Eurocámara que representará a la ciudadanía europea en el periodo 2014 a 2019. Son las primeras elecciones después de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa de diciembre del 2007 que introdujo cambios en la composición de la Cámara y dio más poder al Parlamento que modifican el Tratado de la UE (que es el sustrato político principal de este bloque, y que fue firmado en la ciudad holandesa de Maastricht el 7 de febrero de 1992 y entró en vigor el primero de enero de 1993) y el Tratado Consultivo de la Comunidad Europea (de marzo de 1957 que dio origen a la Comunidad).
Actualmente el Parlamento Europeo está conformado por siete grupos que abarcan el espectro político y representan a más de 160 partidos nacionales; el número de diputados se designan en función de la población de cada una de las 28 naciones miembros de la UE; las seis que tienen la mayor representación son Alemania (9.6); Francia (74); Italia (73); Reino Unido (73); España 54) y Polonia (51). Las sobresalientes ganancias en el Parlamento Europeo en las recientes elecciones por parte de partidos de ultraderecha y neonazis, que tendrán alrededor de un tercio de las bancas, han puesto en alerta a los líderes de la UE; los parlamentos electos provienen de partidos extremistas de Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Austria, y el Reino Unido, entre otros países, que enarbolan banderas racistas, expulsión de extranjeros y freno a la integración de la UE, el denominado euro escepticismo.
Desde hace más de dos años se vislumbraba el ascenso de los partidos de ultraderecha, que al final de cuentas captaron los profundos sentimientos que han surgido en la población del continente a raíz de la crisis económica y el malestar social que se ha resentido desde 2008; cabe recordar las protestas sociales del movimiento de “los indignados” que se iniciaron en España y se extendieron por toda Europa y más allá de esta. Así, Europa vive las consecuencias de años de elevado desempleo y estancamiento económico. En este sentido, los gobiernos europeos han proclamado que la economía de sus miembros se estaba recuperando, lo cierto es que fuera de Alemania, el avance económico es moderado; las economías deudoras de la zona del Euro han quedado “destrozadas” por la austeridad que se les ha aplicado, la historia europea sigue siendo de estrategias económicas destructivas que han infligido gran daño; empero, no han conducido a la recuperación; la cohesión política de la eurozona es fuerte; sin embargo, existe un creciente temor por el incremento de la membresía de los partidos euroescépticos que son una amenaza existencial al orden económico y social que se gestó en la Europa de la postguerra.
El clima racista que se vive en Europa, indica que el continente no aprendió de la lección de Hitler. Los gobiernos muestran indiferencia ante las acciones violentas de los partidos de ultraderecha que se sienten orgullosos de su odio racial; incluso algunos gobiernos protegen y promueven el racismo; en particular en Francia, cuna de la democracia moderna, se ha destapado el fanatismo racista: 70.0% de los franceses apoyaron la expulsión de 8,000 gitanos de ese país en el 2010. Previo a las elecciones se llevó un Alianza entre el partido de la extrema derecha francés, Frente Nacional, que encabeza Marine Le Pen y el líder de la ultraderecha de Holanda, Geert Wilders, para combatir la inmigración y frenar la integración europea. En Francia, como expresión racista se han multiplicado los actos antisemitas, alimentados por la comunidad musulmana en ese país. Miles de judíos franceses han emigrado a Israel recientemente huyendo del clima antisemita que se vive en el país galo. En una muestra del profesor Erik Cohen, de la Universidad de BarIlan, se menciona que el 33.0% de los judíos entrevistado de entre 18 y 40 años no se ve viviendo en Francia en el futuro; asimismo, en un sondeo similar realizado por la UE, 50.0% de los judíos franceses dijo que estaba considerando la posibilidad de mudarse a Israel. Los asaltos contra los judíos en Francia se han convertido en una rutina: vejaciones a estudiantes, incendios de sinagogas, entre otros; el gobierno francés después “de estar mucho tiempo nadando entre dos aguas, para minimizar el problema” se vio obligado a presentar un programa a través del Ministerio de Educación para ser implementado inmediatamente, el cual repartió a todos los maestros del país, “Diez Medidas para la Lucha contra el Racismo y el Antisemitismo en las instituciones Educativas”.
El gobierno no puede estar ignorando lo que las estadísticas confirman en por lo menos los dos últimos años. La lucha contra el antisemitismo no será fácil; este fenómeno está arraigado en los franceses; simplemente hay que recordar el caso del capitán del ejército, Alfred Dreyfus, que fue acusado de espionaje y por ser judío debería ser culpable. El ejército rechazó durante años reconocer su inocencia, hasta que se le liberó porque no era culpable. El sentimiento antijudío de los franceses se extiende a Israel y a sus ciudadanos. En una encuesta que se realizó en Francia e Israel se muestran datos poco alentadores; el 85.0% de los israelíes piensan que el gobierno francés es pro palestina y el 86.0% ve a los franceses como antisemitas. Por su parte, el 68.0% de los franceses califica a Israel de un Estado agresivo y 56.0% que este último no toma en cuenta los derechos humanos.
La escena política de la UE se torna gris ante el ascendente éxito de los partidos de ultraderecha quienes están cosechando el descontento que prevalece en la sociedad europea y están captando a grupos de la población cuyas inquietudes los partidos tradicionales no han sabido dar respuesta. Sin embargo, del dicho al hecho hay mucho trecho; se prevé que ante la coyuntura prevaleciente los partidos europeístas que dominan el Parlamento Europeo busquen tener mayor unidad para bloquear las descabelladas iniciativas de los partidos populistas, por lo demás, estos últimos tienen diferencias ideológicas que los dividen. El reto de Europa es mantener su modelo económico, político y social que enfrenta desencanto por la incapacidad de sus instituciones supranacionales para superar la crisis.
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