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viernes 22 de noviembre de 2024

Éxodo: Cronología

Exódo: Cronología - Enlace Judío México

IRVING GATELL PARA ENLACE JUDÍO

Hacia el año 3500 AEC

Los Sumerios inventan la rueda y la escritura. Con ello, se consolida lo que podemos llamar la primera cultura de la Historia.

Hacia el año 2700 AEC

Se logra la unificación de Egipto y se impone un sistema político unificado (aunque se le llama “Imperio Antiguo”, no es propiamente un Imperio).

Hacia el año 2575 AEC

Keops y otros faraones construyen las grandes pirámides de Egipto. Según tradiciones posteriores, el alto costo de estos proyectos generará la decadencia y el colapso del poderío egipcio.

Hacia el año 2350 AEC

Sargón usurpa el poder en Sumeria y se convierte en el líder del primer Imperio de la Historia: el Imperio Acadio. Sus dominios se extienden desde la zona occidental de Irán, toda Mesopotamia y parte del occidente de la actual Turquía.

Hacia el año 2220 AEC

Las coaliciones integradas por amorreos y semitas (principalmente de la tribu Gutu o Guti) ponen fin al Imperio Acadio. Mesopotamia se reorganiza en Ciudades-Estado y se alcanza un elevado nivel cultural, pese a que los comentarios sumerios que se conservan siempre son despectivos.

Este tipo de grupos semita-cananeos dedicados al pillaje fueron llamados por los Sumerios con un término especial que no se ha logrado fonetizar, pero sabemos que en Egipto se les llamó Aviru (plural de Avir), equivalente a Hebreos.

En Egipto, la unidad lograda por las Dinastías de faraones anteriores está en pleno colapso. Hacia el 2200 AEC comienza el llamado Primer Período Intermedio.

Hacia el año 2100 AEC

Los Sumerios derrotan a los Gutis, recuperan el poder y establecen su nueva capital en Ur, la ciudad más poderosa durante los siguientes 100 años.

Es en este período de la Historia donde se ubica el inicio de la saga de los Patriarcas Bíblicos, al ubicar al todavía llamado Abram como originario de “Ur de los Kashdim” (es un anacronismo: los Kashdim fueron posteriores; en realidad, fue Ur de los Sumerios; si no se le menciona así, fue porque cuando se hizo la recopilación de estos relatos bíblicos por escrito, los Sumerios ya habían sido completamente olvidados).

Por su parte, Egipto está otra vez en proceso de reunificación, y hacia el año 2050 AEC Mentuhotep II logra consolidar lo que los historiadores llaman el Imperio Medio. Se inicia una nueva era de desarrollo.

Hacia el año 2000 AEC

Ur es destruida por los ataques de amorreos y semitas (principalmente elamitas). Puede decirse, en función de la terminología egipcia de la época, que Ur es destruida por los Hebreos.

Los grupos semitas nómadas y seminómadas que antes encontraban en Sumeria el mejor lugar para desarrollar sus actividades comerciales, empiezan a trasladarse hacia el occidente, más cerca de Egipto, que está empezando su nuevo auge como potencia económica y militar. Es en este contexto histórico que se puede ubicar la migración de un clan Hebreo hacia Canaán, que en el relato bíblico es identificado como la familia de Abram.

Hacia 1980 AEC

Llega al poder la Dinastía XII de Egipto, y junto con ella el esplendor del Imperio Medio. Los Aviru o Hebreos expanden sus redes comerciales gracias a los negocios entre egipcios, fenicios y cretenses.

Hacia 1800 AEC

El poder egipcio se empieza a colapsar y los grupos de extranjeros semitas se vuelven más poderosos. Una invasión proveniente de Canaán, integrada por semitas y cananeos (Hebreos), conquista una parte del territorio egipcio alrededor del año 1720 AEC, y empieza la era de los Hiksos (“reyes extranjeros”, en egipcio). El territorio se divide, y mientras los descendientes de los reyes egipcios originales siguen reinando desde Tebas, los Hiksos construyen Avaris, su capital. Durante esta etapa Menfis se mantiene como cabeza de un reino egipcio semi-independiente.
Es en esta etapa que se ubican los relatos relacionados con Yaacov y Yosef. Este último, por sus características, es un perfecto ejemplo del Avir que se convierte en Hikso.

Hacia 1630 AEC

Explota el volcán de Santorín en las costas del Mar Egeo, y los estragos provocan desórdenes naturales que van a ser vistos como “plagas” de origen divino. La coyuntura tiene un fuerte impacto en la vida política de Egipto: Menfis cae bajo el dominio Hikso, y los faraones Hebreos obtienen el dominio total del territorio del norte.

El recuerdo de estas plagas y el beneficio obtenido por los Hebreos será preservado por los descendientes de los Hiksos hasta quedar integrado al relato del Éxodo.

Hacia 1550 AEC

Ahmosis I de Tebas derrota a los Hiksos y los obliga a replegarse hacia Canaán, reunificando con ello todo el reino. Comienza el Imperio Nuevo, y los semitas que permanecen en Egipto quedan reducidos a vasallaje. Estos eventos también van a sobrevivir en la memoria histórica de los descendientes de los Hiksos, que seguramente se fusionan con los Hebreos que habían permanecido en Canaán desde siempre.

Hacia 1480 AEC

Tutmosis I, tercer faraón del Imperio Nuevo, conquista Canaán y parte de Siria. Los Hebreos -tanto los semitas y cananeos que siempre habían permanecido allí, como los descendientes de los Hiksos que habían regresado al territorio un siglo antes- comienzan su integración al universo egipcio. El esplendor egipcio va a llegar a su máximo posible, especialmente durante el reinado de Tutmosis III.

Hacia 1380 AEC

Tutmosis IV empieza a distanciarse del poderoso clero de Amón -deidad principal en Egipto-, y empieza un discreto pero creciente intento por reformar la religión egipcia. Su hijo Amenofis III empieza a promover el culto al Disco Solar (llamado Atón), y el distanciamiento con el clero empieza a generar inestabilidad política.

Hacia 1339 AEC

Sube al poder Akhenatón, quien va a llevar los impulsos revolucionarios a su máximo posible. Pésimo administrador político, su indolencia e ineptitud provocan que se pierda el control de las provincias de Canaán y Siria, al tiempo que se llaga a la peor fricción con el clero de Amón.

A eso se agregan serios problemas en la sucesión dinástica, debido a una epidemia (“plaga”) que afecta los niños egipcios y provoca varias muertes en los hijos de Akhenatón, que muere hacia el año 1322 AEC. Con ello, el clero de Amón recupera todo su poder y se dedica a destruir los registros históricos de este faraón “hereje”.

Es en este punto donde debió ocurrir la saga de Moisés, príncipe egipcio de origen semita (lo cual fue posible porque desde hacía casi siglo y medio que los Hebreos habían sido integrados al Imperio Egipcio) que le dio continuidad al intento de reforma religiosa de Akhenatón. Evidentemente, ante el fracaso del proyecto en Egipto, tomó a sus seguidores y se dirigió hacia Canaán justo en la época en la que el control egipcio se había colapsado. Este grupo debió establecer cierta afinidad -si no es que una amplia integración- con los Hebreos previamente establecidos allí: tanto los que nunca se habían movido del territorio, como los descendientes de los Hiksos llegados siglo y medio atrás.

Hacia 1321 AEC

Después de un período de inestabilidad, sube al trono Tutankamón, que muere a los 19 años de edad y con ello pone fin a la poderosa Dinastía XVIII. Tras una nueva etapa de cambios en el trono, Paramesu -visir del faraón Horemheb- toma el poder y asume el nombre de Ramsés I. De origen semita y factiblemente emparentado con los Hebreos, funda así la Dinastía XIX.

Hacia 1275 AEC

Ramsés II recupera el control de Canaán y parte de Siria, y durante su largo reinado (66 años en total) Egipto recupera su esplendor. En el año 1274 AEC se enfrenta a los Hititas en la batalla de Kadesh, y aunque es muy probable que haya sido derrotado, se firma un acuerdo de paz don el reino de Hatti y se establece un sólido vínculo comercial que durante el siguiente medio siglo beneficia profundamente a ambos imperios.

De esta época proviene la memoria histórica de una conquista de Canaán a cargo de un gran líder semita.

Hacia 1213 AEC

Meremptah hereda el trono de su padre, Ramsés II, y se dedica a administrar un reino sólido y fuerte. Sin embargo, las invasiones de los llamados Pueblos del Mar vienen a desestabilizar toda la política en la cuenca oriental del Mediterráneo. Aunque logra repeler los ataques en su propio territorio, no puede evitar que los Filisteos se establezcan en la costa de Gaza, fundando un reino autónomo. Hacia el año 1178 AEC, el Imperio Hitita se colapsa ante el embate de los Pueblos del Mar por un lado, y los bárbaros Gasgas, por el otro. Grupos de sobrevivientes encuentran refugio en Canaán, todavía controlado por los egipcios, que les son completamente hospitalarios.

Bajo el reinado de Ramsés III (1183-1152 AEC), Egipto pierde definitivamente el control de Canaán y Siria, que regresan al sistema de zonas autónomas o Ciudades-Estado. Una importante cantidad de Hebreos llegados a Canaán después de la reconquista de Ramsés II se fusiona o, por lo menos, se conecta con los Hebreos ya establecidos allí: los que siempre permanecieron en el territorio, los descendientes de los Hiksos llegados dos siglos y medio atrás, y los descendientes de los que llegaron con Moisés un siglo antes.

Hacia 1150 AEC

Los cuatro grupos de Hebreos comienzan un proceso de unificación política en el que se constituyen dos bloques que compiten por el poder: los descendientes de los Hiksos (identificados en el relato bíblico como las tribus de Yosef) y los descendientes del grupo llegado con Moisés (identificados en el relato bíblico como las tribus lideradas por Yehudá y Levi). De este último grupo surge y se desarrolla el proceso de unificación espiritual bajo la premisa de una religión monoteísta.

En este proceso están presentes también importantes grupos de Amorreos y descendientes de Hititas.

Hacia 1000 AEC

Por primera vez se logra la unificación política en un sistema monárquico, y si el relato bíblico es correcto al señalar que el primer rey -Saúl- fue de la tribu de Biniamín, significa que la primera partida la ganan los descendientes de los Hiksos (o las tribus de Yosef; recuérdese que Yosef y Biniamín son los hijos de Rajel). Sin embargo, no logran imponer una dinastía, y el poder se consolida en un linaje de la tribu de Yehudá.

En este punto, el apelativo “hebreo” ya no está en uso y queda sustituido definitivamente por “israelita”.

Hacia 930 AEC

Las tensiones políticas provocan la división del reino. En el norte, Samaria se convierte en la capital de los reyes herederos del pasado Hikso. En el sur, Jerusalén se convierte en la capital de los reyes herederos del bloque de Moisés.

En esta época debieron elaborarse las primeras versiones de los relatos que hoy tenemos en el Génesis y el Éxodo.

Samaria se convierte en una importante potencia regional gracias a su gran producción de aceite de oliva y vino. Jerusalén permanece todavía como una ciudad pequeña.

Hacia 750 AEC

Los asirios están en pleno proceso de expansión militar, y la situación se vuelve cada vez más difícil para Samaria. Muchos israelitas empiezan a emigrar hacia el sur, y la densidad demográfica del reino de Yehudá se altera radicalmente.

Por primera vez entran en contacto las diversas tradiciones y memorias históricas de los antiguos hebreos, y es probable que durante el reinado de Josías se haya integrado una versión arcaica de lo que hoy es el Tanaj, en donde habrían estado incluidos los relatos originales sobre la Creación, el Diluvio, los Patriarcas y las migraciones de Hebreos entre Canaán y Egipto, y una sección de profetas y de escritos misceláneos (muchos de esos libros, hoy perdidos).

Años 605 a 587 AEC

Los babilonios imponen su vasallaje en Yehudá, y tras un intento de Zidkiyahu por liberarse, Jerusalén es sitiada y destruida. Con ello, mucho del patrimonio escritural del antiguo Israel se ve profundamente afectado. Un amplio contingente de la población es llevado en calidad de exiliado hacia Babilonia, y durante medio siglo el país permanece en ruinas. Seguramente, en esa etapa algunos sacerdotes sobrevivientes se dedican a recopilar el material sobreviviente a la catástrofe.

Año 539 AEC y sucesivos

Babilonia sucumbe ante la expansión persa, y Ciro el Grande ordena la restauración de Judea y Jerusalén. Las siguientes generaciones de líderes religiosas -entre quienes destaca el Escriba Ezra- se dedican a restaurar el patrimonio escritural de Israel -ahora identificado como pueblo judío-, y entre finales del siglo VI e inicios del siglo V AEC se logra la organización definitiva de los libros de la Torá.

Seguramente, se sigue el molde antiguo con secciones de libros de profetas y escritos misceláneos, y se consolida una primera versión del Tanaj, que luego será completada con los libros que se escriben en esa época y después.

Para los relatos del Génesis y Éxodo, los escribas judíos hacen uso del material fragmentario recuperado. Por ello, los relatos originales de Samaria (herederos de la tradición iniciada con los Hiksos) y de Jerusalén (herederos de la tradición iniciada con Moisés) se fusionan en las versiones actuales de estos dos libros.

En el caso del Éxodo, se crea un relato de proporciones monumentales, en el cual se integran las memorias históricas de los cuatro eventos ya referidos: las plagas y el empoderamiento de los Hiksos, la migración de los Hiksos hacia Canaán, la migración de Moisés hacia Canaán y su legado como legislador, y la conquista de Canaán por las tropas de un faraón semita (y de factible origen hebreo).

El resultado es un relato de grandes alcances arquetípicos, en donde todos los éxodos de Israel tienen cabida. La razón es fácil de entender: en ese momento, el pueblo judío acababa de protagonizar otro éxodo más, regresando de Babilonia hacia su hogar ancestral. Por esa razón, los contenidos directos del relato están claramente enfocados a fortalecer la identidad nacional y espiritual de los que regresaron de Babilonia, lo cual implica que muchos matices propios de los relatos originales quedaron relegados (algo por demás inevitable; el daño causado por los babilonios debió influir mucho en ese sentido también).

Para concluir, sólo quiero agregar la reflexión siguiente:

El estudio de la Historia del texto bíblico es fascinante. Es más complejo de lo que a simple vista parece, y en ese sentido, hay una idea central muy propia del Judaísmo (y concretamente, del Judaísmo Rabínico) que me parece es una genialidad (o inspiración Divina, si se le mira desde la experiencia religiosa): nuestro verdadero trabajo es interpretar nuestra realidad. La interpretación del texto bíblico nos remite a épocas pasadas, pero un Texto Sagrado no puede ser sólo una lección de Historia.

Lo importante es cómo aplicamos las enseñanzas de ese Texto Sagrado en nuestra cotidianeidad.

El ejemplo nos lo puso la generación de escribas de los tiempos de Ezra: reconstruyeron el relato del Éxodo, pero pensando en el Éxodo que ELLOS MISMOS ESTABAN VIVIENDO.

Así mismo, cuando nosotros leemos y estudiamos esos pasajes, DEBEMOS PENSAR EN NUESTROS PROPIOS ÉXODOS o, por lo menos, en los Éxodos que acontecen en nuestros tiempos, porque es AQUÍ Y AHORA donde el texto bíblico debe iluminarnos.

Por eso, la Hagadá de Pésaj no podría ser más asertiva y contundente que al recordarnos que CADA UNO DE NOSOTROS DEBE VERSE A SÍ MISMO COMO SI HUBIESE SIDO PARTE DEL ÉXODO.

La realidad es que, cuando vemos el relato bíblico en toda su dimensión histórica, el dato es correcto: hemos sido parte del Éxodo, y eso es lo que le da una unidad atemporal e indestructible al pueblo de Israel.

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