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Rudolph Herzog recopila en un libro la sátira y todas las manifestaciones del humor durante el régimen nazi: caricaturas, cabaret, espectáculos, películas y una recopilación de chistes por los que más de uno fue ejecutado en la horca.
Seis millones de judíos muertos no pueden hacer reír a nadie. Mucho menos los casi 20 millones de seres humanos que por su condición étnica, sexual o religiosa fueron confinados a los casi 43.000 campos de trabajo, guetos y fábricas que el régimen nazi diseminó por toda Europa.Y sin embargo hay quienes se preguntan, ¿reía la gente durante el Tercer Reich? ¿Existía tal cosa como el humor o la comicidad? Pues sí. Alguien se lo preguntó: el escritor, actor y realizador alemán Rudolph Herzog. Y lo hizo en un libro que Capitán Swing Libros ha editado en España con el título Hitler, el cerdo está muerto.
Con el subtítulo Reír bajo Hitler, comicidad y humor en el Tercer Reich, Herzog hace un recorrido por la sátira durante los años del régimen nazi y reúne todas las manifestaciones del humor: caricaturas, cabaret, espectáculos de variedades, entretenimiento, películas, canciones pop y musicales. En sus páginas queda muy clara una cosa: la imagen caricaturizada del Führer no fue en absoluto una invención de la posguerra.
Debido a la trágica dimensión de los horrores cometidos por el régimen nazi mucha gente tiene dificultades para adoptar una mirada cómica sobre Hitler y el nazismo. Cada vez que alguien lo hace es acusado de restar importancia y trivializar el Holocausto, pero lo cierto es que hay una larga historia del humor como herramienta ideológica y de repudio.
En los primeros años del régimen, dice Herzog, muchos alemanes se burlaron de Hitler y otros altos funcionarios. Los episodios y estampas de aquellas historias son tan fascinantes como aterradoras: la supresión de la escena de cabaret antifascista de la década de 1930, las bromas durante la Segunda Guerra Mundial, las colecciones de “chistes susurrados” publicadas en los medios al terminar la guerra, así como los numerosos alemanes encarcelados y ejecutados por contar chistes sobre el Führer y su entorno.
Las bromas recogidas por Herzog muestran que no todos los alemanes fueron hipnotizados por la propaganda nazi, ni veían en Hitler un portento de la virilidad, la política y la inteligencia. Sin embargo, también es cierto que la persecución a quienes se mofaban del Führer sirvió para confeccionar una nueva lista negra: la de los “graciosos”, la gente que los nazis temían o detestaban por ser quienes eran y no por lo que habían hecho. El libro documenta algunos episodios, como el chiste que le costó la vida a la trabajadora de una fábrica de armamento, Marianne Elise K., quien fue ejecutada en la guillotina. ¿La razón? Esta broma: “Hitler y Göring se encuentran en la Torre de la Radio de Berlín y el Führer dice que le gustaría hacer algo que de verdad hiciese felices a los alemanes. Göring le responde: ¿Por qué no saltas?”.
Herzog documenta distintas bromas y chistes en las que puede percibirse la acritud y censura no sólo a la figura de Hitler sino de quienes le seguían. En uno de ellos, el Führer acude al manicomio donde es recibido por todos los pacientes con el obediente saludo alemán. Sólo un hombre no alza el brazo en señal de respeto. Hitler se acerca a él y le pregunta: “¿Por qué no me saludas al igual que todos los demás”. A lo que este responde: “Oiga, yo soy el enfermero. Yo no estoy loco”.
Incluso en algunos es posible comprobar que muchos temas, por ejemplo los campos de concentración, eran conocidos por la mayoría: “Dos hombres se encuentran en la calle”, relata uno de los chistes. ”El primero dice: “Me alegro de verte de nuevo ¿Cómo era en el campo de concentración”, a lo que este responde: “Fue genial. Por las mañanas nos daban el desayuno en la cama, con café recién molido o cacao. Hacíamos algo de deporte y luego almorzábamos un menú de tres platos: sopa, carne y postre. Después de eso jugamos a algunos juegos de mesa y tomábamos una siesta. Después de cenar, también veíamos películas”. El primer hombre, que no daba crédito a lo que escuchaba, le responde: “¡Wow! Se dicen otras cosas sobre ese lugar. Hace poco estaba hablando con Meyer, quien también pasó algún tiempo allí. Me contó historias de terror.” El segundo hombre asiente en serio y dice: “Ya, claro, por eso volvieron a enviarlo allí”.
Hijo del prestigioso director de cine Werner Herzog, Rudolph Herzog ya había realizado el documental Heil Hitler, el cerdo está muerto (2006), una primera versión de su proyecto de investigación sobre el humor en el Tercer Reich. Su segundo libro, Una historia corta de la locura nuclear (2013), ha sido publicado recientemente en el Reino Unido, los Estados Unidos y Canadá; y próximamente, en 2014, será lanzado un documental basado en el libro y dirigido por él mismo. Entre sus obras más conocidas cabe destacar el documental El agente (2013) que trata sobre Werner Stiller, el agente doble de la Stasi que escapó de Alemania Oriental y se convirtió en un millonario en Goldman Sachs.
Fuente:vozpopuli.com
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