La salud en la ONU

JULIÁN SCHVINDLERMAN

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) está enferma. Es inmuno-deficiente al virus de la perversión política, el chantaje moral y la hipocresía. Ni siquiera su órgano responsable de velar por la salud global ha escapado del contagio.

Entre el 19 y 24 de mayo pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebró su 67 Asamblea Anual en Ginebra. El único país analizado -y condenado- sobre un total de 194 Estados-miembro, fue Israel. Ni una sola resolución fue adoptada para criticar, cuestionar o señalar la situación de la salud en ningún otro país específico del orbe.

La resolución fue patrocinada por países árabes: Egipto y Jordania (que tienen acuerdos de paz con Israel) más Marruecos, Kuwait, Libia, Omán, Argelia, Túnez, Yemen, Irak y Emiratos Árabes Unidos. 105 naciones votaron a favor, entre ellas Estados no exactamente modélicos por sus sistemas de salud, como Botsuana, Mozambique, Irán, Pakistán y Uganda.

Exceptuando a Colombia, que se abstuvo, y a varias naciones latinoamericanas y caribeñas que estuvieron ausentes, demasiadas dieron sus votos para castigar a Israel: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guatemala, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Perú, Uruguay y Venezuela. Cuba fue electa para presidir la sesión.

En su alegato, Siria acusó al Estado judío de realizar “prácticas inhumanas” contra los pobladores de los Altos del Golán y aseguró que “las condiciones de salud de la población siria en el Golán ocupado continúan deteriorándose”.

Intuitivamente sabemos que algo no está bien aquí, pero es contrastando los hechos que podemos ver realmente la magnitud del doble estándar exhibido en la ONU. La ONG suiza United Nations Watch ha presentado una tabla comparativa en materia de salud entre Israel y los Estados patrocinadores de la resolución que muestra inequívocamente la supremacía israelí en este campo.

Por citar sólo el índice de mortandad materna del año pasado, en Israel fue de 0,4 mientras que el promedio de los once países árabes fue de 4,5 (once veces peor). En Cuba, la nación electa para presidir la Asamblea Anual de la OMS, el ciudadano medio debe rebuscárselas para conseguir aspirinas, muchos hospitales carecen de agua corriente, hay muertes por cólera y en 2011 26 pacientes de un manicomio murieron debido a las “condiciones deplorables” del lugar según informó la BBC.

Y en Siria, que cuestionó a Israel en el recinto, ya hubo más de 150 mil muertos en una cruenta guerra fratricida (un tercio de ellos civiles). El régimen empleó armas químicas contra su propia población y aplicó políticas de hambruna deliberada para doblegar ciudades rebeldes.

Vale la pena detenerse por un instante en la cuestión siria puesto que en tanto el régimen Asad mata a los suyos, Israel hace esfuerzos por salvarlos. Dada la cantidad de hombres y mujeres sirios que, malheridos y desesperados, huyeron hacia Israel en busca de asistencia médica urgente, el Ejército israelí abrió un hospital de campaña en la frontera con aquel país árabe para atenderlos.

Desde 2013, cuando los primeros siete heridos se arrimaron a la frontera con Israel solicitando ayuda, sus médicos comenzaron a asistirlos, inaugurando así una misión humanitaria riesgosa y sin precedentes. Como la cantidad y frecuencia de los heridos sirios que pedían ayuda fue creciendo, el Gobierno dio la orden de construir un hospital que cubriese los casos de urgencia y evitase que ciudadanos de un país enemigo quedasen desamparados.

Al no haber acuerdos de cooperación médica entre Siria e Israel, los profesionales israelíes tienen desafíos importantes en conocer la historia clínica de los pacientes. Algunos doctores sirios envían a los heridos al país vecino con algunas indicaciones escritas en árabe o en inglés para facilitar las tareas de los médicos israelíes.

Éstos debieron ganarse la confianza de árabes atemorizados, demasiado habituados a la vil propaganda anti-israelí de Damasco. Una vez curados deben regresar a Siria, y al hacerlo deben esconder que sus vidas fueron salvadas por los “sionistas”.

Nadie podrá saber nada de esto al leer el texto de la última resolución antiisraelí de la OMS, la que se suma a las toneladas de papel que acumulan las injustas resoluciones contra Israel en la ONU. Nada nuevo bajo el sol. El castigo colectivo contra Jerusalén ha sido el sello distintivo de este desacreditado foro por largo tiempo.

*Julián Schvindlerman es analista político internacional, escritor y conferencista.

Fuente:paginasiete.bo

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Julián Schvindlerman: Analista político internacional, escritor y conferencista. Posee una licenciatura en administración de la Universidad de Buenos Aires y una Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Hebrea de Jerusalem. Es autor de los libros “Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío” y “Tierras por Paz, Tierras por Guerra”, así como de los ensayos “Introducción al Nuevo Antisemitismo” y “El Otro Eje del Mal: antinorteamericanismo, antiisraelismo y antisemitismo”. Es columnista del periódico Comunidades, de Radio Jai, de FM Identidad y de Radio Universidad de Belgrano. Es profesor invitado en la materia Tópicos de Política Mundial en la Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (UCEMA).