SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO
“Si te gustan las salchichas y la política no te asomes a donde se hacen”. Esto me lo dijo un senador y ya lo he escuchado en otras partes. Qué grave que sea la nueva definición de la política, porque si hasta un senador se asquea, quiere decir que las cosas deben estar muy mal. Claro que el senador no me dijo que lo asqueaba de la política, de la que es protagonista mayor.
Los embutidos normalmente están hechos de desperdicios, ¿será lo mismo con la política, o con los políticos?
En una plática con una joven talentosa, que enseña sobre política mexicana, le platicaba yo sobre algunas de las suciedades que he descubierto en la política y ella, incrédula primero, pasó a horrorizarse al descubrir que la política se mueve por muy bajos instintos y peores pecados, y no por lo que se escucha en los medios de comunicación.
En un momento de la charla me preguntó por qué nadie dice todas esas cosas, por qué nadie lo publica y las razones son variadas:
1) Los políticos son sucios, corruptos, pero no estúpidos, hacen sus maniobras con mucha inteligencia para no dejar rastros.
2) Los políticos desarrollan una cierta complicidad, de tal forma que terminan cubriéndose las espaldas entre ellos.
3) Siempre hay filtraciones, pero quién será el valiente que se atreva a publicarlas y quién será el crédulo que crea esas historias que son fantásticas: un candidato presidencial se hace de propiedades playeras de alto valor para retirarse de la contienda; candidata a gobernadora que por 20 millones de pesos declina a favor de alguien de un partido diametralmente opuesto; periodistas que reciben depósitos millonarios a cambio de hablar bien del gobierno; periodistas que extorsionan a políticos; legisladores que reciben millones de pesos a favor de votar por el gobierno.
4) Aunque la sociedad mexicana se ha inclinado a creer casi todo, sabe muy bien que las cosas de las que se enteran pueden ser venganzas entre los políticos, o que pueden no ser verdad porque igual la prensa tiene precio, y se puede manipular para golpear contrincantes o promover una imagen deseada.
¿Qué sucedió para que la política llegara a esos niveles?
Normalmente me responden que hay corrupción en todo el mundo, y ponen el énfasis en Estados Unidos, como si eso fuera suficiente para justificar a los mexicanos. El silogismo es sencillo. Hay corrupción en todo el mundo, los políticos son corruptos, por lo tanto, los políticos mexicanos son corruptos. ¡Bravo!
El problema es que no se trata de una clase de lógica, se trata de una distorsión brutal en la política y que suceda en todo el mundo, no justifica a nadie, no se trata de mal de muchos, consuelo de penitentes. Aunque el problema surge cuando traes a colación casos como Suecia, Finlandia, y entonces te responden que allá las cosas son distintas.
Ya sé que no somos finlandeses, pero si ellos pueden ser honestos, por qué aquí no se puede.
La respuesta es que se trata de un rasgo cultural, lo que me causa muchos problemas.
Si todo el mundo es corrupto, premisa que es falsa, ¿por qué los niveles de corrupción e impunidad en México son tan elevados? Si la versión de legisladores vendiendo votos es cierta, entonces este país ya no tiene remedio y posiblemente no encontremos muchos casos de éstos en el mundo.
He sostenido que la alternancia es la culpable del deterioro en la honestidad. Antes los políticos sabían que el sistema los sostendría de por vida, era una cuestión familiar, eran corruptos pero se moderaban; ahora, saben que su tiempo posiblemente dure seis años, y entonces deciden aprovecharlos al máximo, de tal forma que con lo que se embolsen se puedan retirar, y así encontramos funcionarios que con menos de 50 años tienen mansiones en varios países, obra de arte millonaria y fondos disponibles para no tener que preocuparse del futuro.
Cuando un político llega a enriquecerse deja de destinar sus energías para gobernar, y cuando los políticos se dedican a cubrir las trapacerías de sus colegas, el buen gobierno se desvanece y la democracia se esfuma.
Va esta reflexión para la inminente aprobación de las leyes secundarias de las reformas, porque han abierto la puerta para el enriquecimiento de unos cuantos, de aquellos que aspiran a entrar a las filas de la oligarquía nacional, aunque para ello se sacrifiquen los grandes intereses nacionales y el bienestar de las grandes mayorías.
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