F. J. CALERO
El EIIL pretende establecer un califato islámico con la ayuda de Twitter y Facebook, donde ha propagado el terror de su avance.
Llamar por Twitter a la «guerra santa» es la gran paradoja del yihadismo de hoy, que reivindica ideas del siglo XIV sirviéndose de las últimas tecnologías de la comunicación del siglo XXI. El Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL), tal como ya hiciera Al Qaida -enemigas tras la separación-, ha utilizado las redes sociales para ganar adeptos en su objetivo de establecer un califato islámico en Siria e Irak. Y no solo para sumar guerreros a su causa, sino que su estrategia de comunicación, en parte, les ha llevado a ser la banda terrorista más rica del mundo.
Videos en Youtube de menores preparados para la yihad. Imágenes de gatos que sostienen rifles. «Transmiten su vida diaria como si fuera una epopeya», señala Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos la Universidad de Alicante. «Todas esas imágenes están inscritas en la lógica de que para ellos la yihad es una obligación que deben seguir todos los musulmanes, desde los más jóvenes hasta los veteranos», añade.
La maratón de Boston en 2013 evidenció la influencia que puede tener un mensaje que se lanza en una red social que teje asociaciones y objetivos comunes. Aquel suceso recordó al mundo los beneficios de esta tecnología para los radicales, y más cuando los hermanos Tsarnev se radicalizaron y se entrenaron a través de webs yihadistas. Igualmente, hace unos días, ABC relató la historia de Taylan Ö. Y., un joven de 14 años, que se marchó de su casa de Ankara hace mes y medio para unirse al EIIL tras haber chateado con militantes.
Aplicaciones yihadistas para smartphones
Cuando se hace apología de la violencia, Twitter o Facebook eliminan el perfil o la página, pero acto seguido seguidores de los yihadistas se abren otras cuentas, y así sucesivamente. Además, estos han ideado aplicaciones para teléfonos con las que sortear los controles y verter sus mensajes propagandísticos sin cortapisas en las redes. Un ejemplo es el siguiente perfil, cuya imagen es la bandera negra del EIIL, donde se hace eco de su avance. [En la captura del tuit: El portavoz del califato, Sheikh Abu Muhammad al-Adnani: «El sol de la yihad se ha levantado… las fronteras son destruidas… los musulmanes son glorificados»]
Prácticamente, cada operación que lanzan la comentan en las redes, apunta Álvarez-Ossorio. Eso sí, priman las exageraciones: «Aquel anuncio por el que se vanagloriaban de haber matado a 1.700 soldados cuando no pasaba de unos pocos cientos hace que no haya que creerse todo lo que publican». En la misma linea se posiciona en un artículo de la revista online Politico Aaron Y. Zelin, investigador del Instituto Washington y autor de la web especializada jihadology.net. Para él, hay una razón estratégica detrás de las ejecuciones, por ello las difunden abiertamente; el objetivo no es solo asustar a los chiíes, sino radicalizarlos para que se unan en milicias y cometan atrocidades: los suníes se unirían más aún a la causa del EIIL, por ser los presuntos protectores de su seguridad.
Se aprovechan del caos irakí y sirio para hacer ruido. Álvarez-Ossorio cree que se ha magnificado su poder porque, en realidad, no representan más de 12.000 yihadistas, frente a los 300 millones de musulmanes en todo el mundo, lo que hace que su objetivo -califato islámico- sea inalcanzable. Así y todo, señala el profesor, han conseguido algo que no pudo Al Qaida, una base regional, pero, «¿la mantendrán por mucho tiempo?».
De las mezquitas a Twitter
De hacer proselitismo en las mezquitas y escuelas teológicas del islam, en los noventa, Al Qaida pasó a ser una organización pionera al servirse de las posibilidades comunicativas de Internet para extender su mensaje. «Para esta organización terrorista, este es un mecanismo fundamental con el que atraer fondos económicos y adeptos, incluso de países occidentales, que en muchos casos no son captados por imanes salafistas. Buena parte del EIIL son extranjeros», subraya Álvarez-Ossorio. Su actual riqueza se cifra en torno a los 2.000 millones de dólares, en parte, debido a la toma de refinerías como la de Beiji, en Irak.
Se advierte, así, una estrategia descentralizada de información y propaganda, gracias a numerosos simpatizantes a los que la dirección de la organización deja intervenir, comenta Luis De la Corte, Director de Estudios estratégicos e Inteligencia del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la Universidad Autónoma de Madrid. «La ciberyihad aporta cada vez más: sería francamente difícil atraer voluntarios que se encuentran a miles de kilómetros. Las redes sociales “virtuales” son efectivas aunque siempre se presenta combinada al adoctrinamiento mediante contactos personales directos», concluye.
Fuente:abc.es
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