Nuestro sueño, la paz

IGAL RAICH PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

La noche de ayer me encontraba en un camión, de camino a un restaurant en Tel Aviv; necesitaba descansar de los exámenes y pasar un momento agradable con mi novia. En el camino comenzaron a llegarme mensajes al celular confirmando el hallazgo de los cuerpos de los jóvenes secuestrados.

La noticia no era confirmada oficialmente. Unos minutos después, la música del autobús dejó de sonar para transmitir la trágica noticia que confirmaba el asesinato de los jóvenes Eyal, Gil-ad, y Naftalí. No pude contenerme, mi novia y yo comenzamos a llorar.

Aun así queda una pregunta por responder. ¿Quién lo hizo? ¿Qué culpa tenían 3 jóvenes inofensivos? ¿Acaso ya no existe el alma humana?

La Comunidad Internacional aboga por la paz, una paz con seres malvados que cometen crímenes bestiales. A mi parecer un ser humano no tiene la capacidad de secuestrar y asesinar a 3 jóvenes inocentes de 16 y 19 años respectivamente.

A pesar que nadie quería escuchar el trágico final, la noticia no me sorprendió en lo absoluto, nuestros enemigos son las únicas personas capaces de cometer estos actos tan atroces. Eyal, Gil-ad, y Naftalí eran seres humanos normales, como tú y yo; el único delito que cometieron fue ser judíos israelíes.

En 2011, dos palestinos de 17 y 18 años de edad irrumpieron en la casa de la familia Fogel en Itamar, un asentamiento no muy lejos de Ariel. Los salvajes asesinaron al padre, Ehud (Udi) Fogel, la madre, Ruth Fogel, y tres de sus seis hijos: Yoav de 11 años, Elad, de 4, y Hadas que contaba con tan sólo 3 meses de nacido. Los asesinos decidieron usar cuchillos como su arma, lo convirtieron en un ataque frontal, un ataque personal.

Debemos de mencionar que Hadas, el bebe de 3 meses, fue decapitado por un pueblo enemigo, un pueblo con el cual la Comunidad Internacional nos obliga a firmar la paz.

Hoy es un día terrible, no podemos dejar de pensar en Eyal, Gil-ad, y Naftalí, sin olvidar a los otros 3.043 israelíes que han sido asesinados por palestinos desde 1948. Una realidad que sufrimos los israelíes, una realidad que debe de terminar.

Hago un llamado a ustedes, los ciudadanos del mundo, para abrir los ojos y ver las realidades que rodean a los ciudadanos israelíes. Ningún país permite este tipo de tragedias, razón por la cual no logro comprender el silencio internacional, que se mantuvo los 18 días que duró el secuestro de los niños.

Sueño con la paz, sueño con el día que culmine la violencia y el odio. Sueño con el día que Israel no necesite un ejército y elimine el servicio militar. Sueño por ese día en que vivamos en paz.

Por desgracia ya no me permito soñar; reconozco que la paz se alcanzará cuando Israel se convierta en un país seguro, un país donde nuestros hijos puedan crecer libremente.

No, los acuerdos de paz no se firman hasta el momento que los palestinos eduquen a sus hijos en base al respeto y al amor. Cito las palabras de Golda Meir : “La paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian.”

Mi sueño, mi quimera, es el mismo de todo Israel, de todo pueblo judío.

La violencia y el odio de los palestinos debe finalizar, mientras llega ese momento, Israel actuará y demostrará la NO TOLERANCIA sobre los crímenes y horrores que vivieron los 3 jóvenes inocentes.

Pido al gobierno israelí reforzar sus políticas, fortalecer su defensa y utilizar los medios necesarios para demostrar a nuestros enemigos nuestra fuerza. Estamos presentes, permanecemos en el mismo lugar con o sin ellos.

Eyal, Gil-ad, y Naftali, nunca los conocí, nunca los conoceré. No obstante se han convertido en una parte de mí, en una parte de todo el pueblo judío. No lo supieron, y no lo harán, en los 18 días de su secuestro, Israel, junto con las comunidades judías de alrededor del mundo los buscó y rezó por su sano regreso. Ustedes fueron capaces de unir a todo Am Israel en la misma súplica, la misma plegaria.

La tragedia que vivieron no será olvidada, sus crímenes no quedarán impunes. Capturaremos a Marwan Quiasmaa y Amar Abu Eisha, sus asesinos, de antemano les confirmo que sufrirán el castigo que merecen.

Les prometo a los tres y a sus familias, que si D-os me permite, nombraré a mis hijos Eyal, Gil-ad, y Naftalí, para que lleven la misma sonrisa de los tres.

Que sus memorias sean bendecidas.

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