El día en que mi madre me subió al Kindertransport

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

Enlace Judío entrevistó al Sr. Peter Katz, sobreviviente del Holocausto y Presidente de la Unión de Sobrevivientes del Holocausto, quien habla en estas líneas sobre su niñez en Viena, sobre sus padres y sobre la aventura que significó el haber subido al tren que le salvaría la vida.

Enlace Judío: Cuéntanos un poco de tu vida

“Bueno, yo nací en Viena en 1930. Mis padres, ambos murieron en el Holocausto nazi. Recuerdo mi infancia en Austria, era un niño feliz, mimado y consentido por mi madre. Antes de iniciar la guerra asistí a la escuela de gobierno que quedaba a 10 minutos de mi casa. Mi vida era tranquila, como la de la mayoría de los niños de la ciudad. Una vida amable, donde íbamos al parque, a pasear, a jugar con amigos y niños de mi edad.

Cuando mis padres se casaron, compraron un departamento en el centro de la ciudad en el que nací, cinco años después. Mi papá se casó a los 41 años y mi mamá a los 23; 18 años de diferencia, que significaban un mundo para mi padre. Él no sabía qué hacer para contentar a mi mama, la amaba tanto.

Salí de Viena a los 6 años y regresé a los 28 en el año de 1958, cuando la guerra había finalizado. Es impresionante cómo a mi regreso, logré recordar todos los detalles, calles y lugares. Pienso que Viena está relacionada al recuerdo de mis padres, aun hoy y después de tanto sufrimiento, sigo enamorado de mi ciudad.

En 1930, Europa contaba con una gran comunidad de judíos, muchos de ellos en altas esferas de la sociedad. Fueron épocas de gran crecimiento intelectual y económico. Grandes pensadores, universitarios, científicos y banqueros como el caso de Rothschild. No logro entender cómo llegaron los Nazis a Austria, el emperador Francisco José apoyaba mucho el crecimiento intelectual, el estudio y la ciencia. Apreciaba a los judíos”.

EJ: ¿Qué le pasó a tu familia?

PK: “Un día de diciembre, salí de casa sin saber que ese iba a ser el último día con mi madre. Mi Papá no estaba en la casa, él trabajaba en Francia de forma ilegal. Nadie sabía lo que estaba por suceder, las amenazas contra judíos comenzaban, aun así mi madre no salió de Viena, a ella le enseñaron a no rebelarse contra la autoridad.

Fue en el año de 1942, tras la conferencia de Wannsee, en la cual cambiaron los métodos de trabajo de la SS. La urgencia por ganar la guerra y terminar con el pueblo judío los orilló a adoptar nuevas políticas. Se crearon masivas y modernas técnicas de aniquilación, la creación de las Fábricas de la Muerte.

Ese mismo año, mi madre recibió un comunicado que indicaba que todo judío iba a ser despojado de su casa. Para los Alemanes Nazis era inconcebible que un judío tuviera un departamento tan grande y lujoso.

Toda esta información la sé gracias a los Centros de Comunicación creados en Viena y distintas ciudades europeas. Estos Centros son financiados por Yad Vashem y gracias a ellos es que conozco la historia de mi familia”.

EJ: ¿Recuerdas este día de diciembre, qué fue lo que pasó?

PK: “En el año del 42 comenzó el caos, se agudizó el antisemitismo. Mi padre tenía una tienda donde vendía telas, entre ellas sedas. En ese entonces no existían las tiendas de hoy en día, las personas confeccionaban y personalizaban sus trajes.

En la Noche de los Cristales Rotos, los nazis destruyeron los aparadores de la tienda de mi padre. En la calle había gente con armas gritando, corriendo y destruyendo los establecimientos de los judíos, perdimos gran parte de la mercancía.

Tres días después, en la ciudad entera, las calles seguían sucias y destruidas. Ese mismo día llegaron 4 oficiales, clausuraron la tienda y colgaron una manta que decía “Ya puedes comprar en esta tienda la cual hemos avisado”. La tienda se la había quedado un notario. No se nos permitió la entrada nunca más”.

EJ: ¿Cómo fue el día que te fuiste en el tren?

PK: “Mi mamá se enteró del programa en la comunidad Judía de Viena. La información era poca, el tren lo organizaba la Cruz Roja Internacional autorizado por la Gestapo, sólo autorizaron el viaje de 400 niños de 6 a 12 años. La desesperación, la angustia del porvenir orillaron a las madres mandar a sus hijos al exilio, a la salvación. El día del viaje me llevaron a la sinagoga de la comunidad, ahí mismo bordaron nuestros nombres, dirección y ciudad de origen”.

EJ: ¿Tu mamá se dio cuenta lo que estaba sucediendo?

PK: Sí claro, esto fue una semana después de la Noche de los Cristales Rotos, ya se sentía el caos, el antisemitismo y el desprecio por los judíos. Mi madre daba gracias a D-os por haberse enterado del viaje donde me podía salvar. Me despedí de mi mamá en la sinagoga, no la volví a ver, pero sé que ella me salvó la vida”.

EJ: ¿Tú sabias lo que estaba sucediendo? ¿Qué te dijo tu mama?

PK: “Mi mamá no podía controlar su llanto, me pedía tener cuidado. Sentimos nuestra despedida como la última. Nos subieron a camiones que nos llevaron a la estación y de ahí a un tren normal.

Los nazis se caracterizan por hacer todo debajo del agua, no era fácil darse cuenta de sus locuras y asesinatos. Europa entera estaba en guerra, la gente, los ciudadanos estaban enfocados en sus propios problemas y malestares, el tema de los judíos no era su prioridad.

Había gente buena y gente que deseaba nuestra expulsión para quedarse con nuestros bienes. La unica forma de salir de Viena era con documentación falsa, muchos judíos consiguieron pasaporte de Estados Unidos, pero antes de dejar el país, debían de dejar sus bienes bajo el Notario público confirmando que a tu salida dejabas tus propiedades al Reich Alemán. Algunas familias tuvieron la suerte de huir de la guerra, sin un centavo, sin una propiedad, dejando todo atrás, buscando su salvación”.

EJ: ¿En el comienzo de la guerra, seguías teniendo amigos en la escuela?

PT: “Tenía alrededor de 40 unos judíos otros no; perdí a todos. Recuerdo que la propaganda era tan eficaz, hacía ver a los Nazis como héroes y salvadores de la nación alemana. Tan sólo tres días después del triunfo de Hitler nos llamaron a la Dirección junto con mis amigos judíos, se nos informó que ya no podíamos regresar a estudiar a la escuela.

La situación fue empeorando con el tiempo, primero la escuela, después los negocios de los judíos, la estrella amarilla, y poco tiempo después el desprecio y odio de nuestros vecinos, no me gustaba salir al parque, todo el tiempo me gritaban e insultaban”.

EJ: ¿Nadie de tu entorno se opuso a las acciones del gobierno?

PK: “No, al contrario; el miedo, el rechazo a ser criticados y señalados detuvieron a las personas a ayudar a los judíos. Hubo gente, poca, pero la hubo, que por humanismo y no por interés defendían a los judíos”.

EJ: ¿Cómo fue el recorrido del tren?

PK: “ El tren viajó de Viena a Polonia, pero no nos dejaron bajar porque el tren era belga. Ya en Bélgica nos llevaron a una casa de campo donde nos quedamos durante dos meses. Es curioso pensar que 400 niños llegaron a las calles de Bélgica buscando refugio provisional. Pensar en masas de 400 niños buscando refugio, difícil de imaginar. Para nosotros, para toda Europa, era cuestión de tiempo, Hitler no podía durar mucho tiempo en el poder.

Los 400 niños provenientes de Viena fueron expuestos en una plaza pública de Bruselas, para que fueran adoptados momentáneamente por familias locales. Una pareja de franceses se me acercó y tal cual me llevaron con ellos. La pareja me trató bien, no recuerdo sentir angustia ni miedo, para mí todo seguía siendo una aventura. Permanecí en Bélgica 8 años hasta que entraron los Alemanes a Bruselas y tuvimos que exiliarnos en Francia como refugiados.

Regresamos a Bélgica todavía bajo la ocupación alemana, ahí cursé un año de primaria. En 1941 nos obligaron a todos los judíos a utilizar la estrella amarilla.
No me gustaba ir al parque, no soportaba ser la burla de los niños. No me importó, no volví a portar la estrella amarilla”.

EJ: ¿Cómo entraste a trabajar con la Resistencia?

PK: “En Bélgica comencé a trabajar para la resistencia, en un principio no sabía lo que estaba haciendo, ni la importancia de mi trabajo. Me encargaba de transportar de una estación de tren a otra, documentos de la resistencia en el interior de periódicos y papeles. Este tipo de comunicación fue esencial para la creación y organización de la resistencia Alemana”.

EJ: ¿Te pagaban por el trabajo?

PK: “En un principio no, pero después me pagaron con una identificación falsa que contribuyó a mi traslado y supervivencia. Mi nuevo nombre fue John Vandenberg, con este ingresé a trabajar en un laboratorio fotográfico que trabajaba para el gobierno Alemán. Permanecí en el estudio hasta el fin de la guerra”.

MS: ¿Volviste a ver a tus papás? ¿Sabes qué sucedió con ellos?

PT: “No, nunca los volví a ver, sé de ellos por los Centros de Documentación que trabajan junto con Yad Vashem. De mi papá, supe que llegó a París ilegalmente en el 38. En 1940 se creó la zona de Vichy donde pudo trabajar en una editorial. En enero del 42 fue capturado por la policía francesa, lo enviaron a un campo de detención por la zona de los Pirineos, junto a los españoles exiliados. Del campo de detención llevaron a mi papá al velódromo, donde estuvo 45 días hasta que lo llevaron a Auschwitz donde murió”.

MS: ¿Qué sientes al saber lo sucedido?

PK: “No sé lo que siento, no existe la venganza para el pueblo judío. Nos enseñan a perdonar al prójimo”.

EJ: ¿Crees que se hizo justicia?

PK: “En caso de los nazis no se hizo justicia, salieron de Austria y Alemania 32 mil criminales de guerra”.

EJ: Retomando el tiempo que trabajaste en la Resistencia, ¿por qué lo empezaste a hacer?

PK: “Trabajé en la Resistencia porque me sentía protegido. El 23 de septiembre de 1944 fue liberada Bruselas por el ejército inglés. Ese día me convertí nuevamente en una persona libre y solitaria. No tenía familia, mis padres habían muerto”.

EJ: Y acerca de tu mamá….

PK: “Mi mamá fue enviada a un campo de trabajo cuando contaba con tan solo 40 años. Fue en el 43 cuando murió por una epidemia de tifoidea, lo último que supe de ella fue gracias a dos cartas que me escribió en el campo de trabajos forzados.

Aún no logro entender cómo llegaron a mis manos las palabras de mi madre. Dos cartas es lo que me queda de mi familia, de mi infancia y de Viena, el país en el que nací”.

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