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viernes 22 de noviembre de 2024

Israel, el mundo y esa palabra tan fea

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ELI COHEN

En el libro coral En defensa de Israel, Vicenç Villatoro exponía su tesis de que el conflicto de Oriente Medio levantaba tanto revuelo internacional única y exclusivamente porque había judíos de por medio. Ciertamente, tras la última crisis desatada entre Israel y Hamás, los hechos confirman esta teoría.

No es mi intención caer en absurdos simplismos, como el de que todo el que critica a Israel es antisemita; sólo quiero mostrar datos que reflejan, para bien o para mal, una realidad: un muerto palestino en un ataque israelí tiene más valor que los demás muertos en los demás conflictos del mundo.

En primer lugar, el contraste entre la sobreexposición mediática del conflicto entre israelíes y palestinos y el apagón mediático que se cierne sobre otros, como el de Siria, donde han muerto más de 200.000 personas –muchas de ellas en ataques con armamento químico–, o el de México, donde la guerra del narcotráfico se había cobrado más de 50.000 vidas ya en 2006, es harto revelador. Si atendemos a la frialdad de las cifras, el conflicto entre israelíes y palestinos no se ha cobrado aún ni la mitad de las muertes que ese último conflicto. Según el Stockholm International Peace Research Institute, entre 1948 y 1997 murieron 13.000 israelíes y palestinos por el conflicto que los enfrenta. La nada sospechosa organización israelí Btselem (que está en contra de la ocupación) ha revelado que entre 1987 y 2011 murieron 7.978 palestinos y 1.503 israelíes; en la cifra de víctimas palestinas se incluyen 1.593 personas que fallecieron en conflictos internos palestinos y no se incluyen los más de 600 muertos que han dejado las luchas intestinas en Gaza desde 2006. De acuerdo con la Oficina de la ONU para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios en los Territorios Palestinos, entre 2005 y 2008 murieron 1.754 palestinos y 117 israelíes por causa del conflicto. Alberto Moyano, del Diario Vasco, se preguntaba, al albur de la última crisis, por qué las condenas son tan enérgicas cuando el muerto es palestino:

¿Por qué resulta tan complicado posicionarse en contra del bombardeo de Gaza sin recurrir a términos como ‘genocidio’, ’exterminio’ y ’nazismo’, clamorosamente ausentes en otros conflictos tanto o más sangrantes?

Hablando de auténticos genocidios: en Darfur han muerto 300.000 personas desde 2003, según el Parlamento británico.

Más cerca de Gaza, de hecho, en la puerta de al lado, como aquel que dice, tenemos que el año pasado la violencia política se cobró la vida de 1.100 personas en Egipto. En cuanto a los terroristas islámicos de Boko Haram, han asesinado a 2.053 civiles en los seis primeros meses de este año, según Human Rights Watch.

La sobreexposición en el conflicto entre israelíes y palestinos, que se refleja en esta foto de uno de los primeros heridos en Gaza tras el inicio de la operación Margen Protector –foto en la que vemos más fotógrafos que enfermeros–, tiene la derivada crucial de la manipulación. Que ha sido denunciada hasta por la mismísima BBC, que en un demoledor reportaje demostró que muchas de las imágenes aparejadas en Twitter al hashtag #GazaUnderAttack no eran de Gaza sino de Siria, Libia o Irak.

Mientras que la pasividad de la ciudadanía de las sociedades occidentales ante conflictos como los antes referidos es la norma, cuando Israel mata palestinos… la cosa cambia. Aún estamos esperando las flotillas en dirección a Siria o Darfur, las manifestaciones ante las embajadas de Francia por su papel en el derrocamiento de Gadafi y sus intervenciones en Mali (operación Serval) para evitar la formación de “un Estado terrorista a las puertas de Europa”, en palabras del presidente Hollande; las concentraciones en todo el mundo contra Asad el genocida o contra los psicopáticos cárteles de la droga. Brendan O’neill se queda estupefacto ante la ausencia de reacción cuando las víctimas no son palestinas y el clamor que se suscita cuando quien interviene es Israel; por eso, dice, es muy difícil distinguir cuándo acaba el antisionismo y empieza aquello que se designa con esa palabra tan fea: antisemitismo.

Por otro lado, y como por arte de magia, cada vez que estalla la tensión entre israelíes y palestinos las comunidades judías de todo el mundo se ponen en alerta.

Instantáneamente, cuando muere un palestino en un bombardeo israelí brota un sentimiento, calificado de antisionismo, que toma como objetivo las sinagogas y los judíos. El pasado domingo una sinagoga de París fue atacada con cócteles molotov por un encolerizado grupo de supuestos pro palestinos. Una sinagoga de París a la que acuden judíos franceses. Las imágenes evocan la enseñanza que el escritor George Steiner aprendió de su padre cuando, en 1934, siendo un niño, vio desde su ventana cómo una muchedumbre gritaba “¡Muerte a los judíos!”: “No te asustes, hijo mío”, le dijo, “lo que ves se llama Historia”. El rabino de Casablanca recibió ayer una paliza y la excusa fue Gaza. En Londres, una mujer judía fue agredida en una manifestación pro palestina. Habrá que dar una patada en las costillas a cualquier norteamericano que veamos, por lo de Abu Ghraib, o por lo de Hiroshima y Nagasaki. El concepto de responsabilidad colectiva siempre ha sido aplicado a los judíos, y también implica, inexorablemente, esa palabra incómoda que no queremos pronunciar: antisemitismo.
Más. A Israel se le reprocha que ninguno de los suyos haya caído en esta última crisis. Ayer murió la primera víctima israelí, un hombre de 38 años, tras ser alcanzado por un proyectil de los lanzados por Hamás desde Gaza. Era un voluntario que llevaba comida a los soldados que están de servicio en la frontera con la Franja.

El sistema de defensa Cúpula de Hierro ha conseguido que los terroristas de Hamás sólo hayan conseguido matar a un israelí luego de lanzar 1.250 proyectiles. Los israelíes deberían sentirse orgullosos por dotarse de unas medidas de protección tan exitosas. Pues bien, resulta que Israel debe pedir perdón ¡por tener un buen sistema antimisiles! Por lo visto, lo que tendría que hacer es dejar que mueran más de los suyos para que el conflicto sea menos asimétrico. Israel está usando sus armas para proteger a sus ciudadanos, y Hamas, como hemos visto en tantos videos y declaraciones, alienta a sus ciudadanos para que protejan sus armas. La diferencia parece notable.

En Gaza están muriendo civiles, y hay casos verdaderamente trágicos, como el de la familia Kaware, que perdió a ocho miembros en un bombardeo israelí. No es cuestión de minusvalorar ninguna muerte, pero está visto que la muerte de un palestino importa más que la de un sirio, la de un mexicano, la de un sudanés o la de un libio; bueno, sólo cuando la mano ejecutora ha sido israelí.

Como hoy saben Villatoro, Moyano y O’Neill, la razón se revela cuando se pronuncia esa palabra terrible que no queremos pronunciar.

Fuente:elmed.io

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