HENRIQUE CYMERMAN
Hamas, con gran apoyo popular, se acerca a Irán y se convierte en alternativa a Abas.
Si hoy hubiese elecciones en Cisjordania y Gaza, Hamas obtendría la mayoría absoluta. La sociedad palestina ve como héroes a los milicianos islamistas que atacan Israel con misiles. Su líder político, Jaled Mishal, es una alternativa real al presidente Mahmud Abas. Vive exiliado en Doha y el miércoles, por primera vez en tres años, habló con Irán, que le ofreció ayuda económica y militar. Tanto la república islámica como el grupo islamista abogan por la destrucción de Israel.
Abas está en una posición complicada. Al principio de la crisis culpó a Hamas de haberla iniciado al secuestrar a tres estudiantes judíos y de disparar sus cohetes contra Israel, que provocaron la ofensiva israelí sobre Gaza. Ahora, sin embargo, ha cerrado filas con los islamistas. El conflicto, como era de esperar, ha fortalecido la unidad palestina.
Antes de la ofensiva, Hamas había tocado fondo. La opinión pública criticaba la creciente islamización de Gaza y la crisis económica. La situación, para muchos gazatíes era insostenible.
Hamas utilizaba gran parte de sus recursos económicos en fabricar cohetes y excavar túneles para atacar Israel. Su brazo armado, Ezedin al Qasam, lo forman hoy 20.000 guerrilleros muy bien organizados y motivados.
Desde la caída de los Hermanos Musulmanes en Egipto, Hamas apenas tenía apoyos en el mundo árabe. Al provocar a Israel y atraerlo a la ratonera de Gaza, el movimiento buscaba romper con este aislamiento.
Los países árabes, como Egipto, Jordania, Arabia Saudí y los emiratos del Golfo, temen ahora, con la única excepción de Qatar, el avance de los grupos islamistas -EIIS, Al Qaeda, Hizbulah y Hamas- en Siria, Iraq, Líbano y Palestina.
Todos estos países apoyan la iniciativa árabe para una paz entre Israel y Palestina. A cambio del acuerdo, Israel podría establecer relaciones diplomáticas y comerciales con 57 estados islámicos. Muchos de esos países trabajan en secreto con Israel para hacer frente a la amenaza de Irán y los islamistas radicales. Quizá por eso, a pesar de las víctimas de Gaza, los árabes callan.
El Gobierno israelí, a estas alturas del conflicto, con 35 muertos -más que en la última guerra de Líbano-, debería estar sometido a una gran presión popular a favor del alto el fuego. La sociedad considera como hijos o parientes de cada uno a los soldados que cumplen el servicio militar obligatorio. Fue sorprendente ver hace unos días cómo 30.000 personas acudieron al funeral del soldado Max Steinberg, de 18 años, nacido en Estados Unidos, porque no tenía familia en Israel y querían acompañarlo. “Ahora entiendo por qué Max quiso venir a este país: por su gente”, dijo su padre, agradecido.
A pesar del gran número de bajas, la mayor parte de la sociedad israelí sigue apoyando la ofensiva en Gaza, aunque también reconoce que la solución definitiva no puede ser militar. Como dice el reservista David Aren “ni Hamas es el Che Guevara del siglo XXI, como algunos aseguran en Europa, ni Israel es una Esparta moderna. Lo que hacemos en Gaza nos duele, pero no nos dejan alternativa.”
Fuente:lavanguardia.com
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