JOSÉ MARÍA AZNAR, EX PRESIDENTE DE ESPAÑA
La primera obligación de cualquier Gobierno es garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Desgraciadamente, eso es algo que los líderes políticos israelíes -de izquierdas, centro o de derechas- han tenido que aprender muy rápido desde el nacimiento del Estado de Israel hasta nuestros días.
Desde mis tiempos al frente del Gobierno de España tengo muy claro que no existe decisión más difícil y dolorosa que enviar a los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas a zonas de peligro. Ahora que se ha iniciado en Gaza una ofensiva terrestre limitada, que persigue la destrucción de los numerosos túneles que los terroristas de Hamás han construido para acceder a territorio israelí y cometer atentados, es importante recordar hasta qué punto Israel ha venido actuando con moderación. Desafortunadamente, toda guerra acarrea destrucción y muerte, y además, se cometen errores, a pesar de que ningún ejército toma tantas precauciones para evitar bajas innecesarias como las Fuerzas de Defensa de Israel.
Es moralmente obligado recordar que Israel no ataca a civiles inocentes, sino a combatientes vestidos de paisano, a diferencia de Hamás, que dispara indiscriminadamente contra centros urbanos. Por ejemplo, si el Reino Unido estuviese recibiendo el impacto en su territorio de un número proporcionalmente similar de misiles lanzados por Hamás, más de 40 millones de ciudadanos británicos estarían expuestos a ellos, como lo está el 80 por ciento de la población israelí.
Algunos creen que el lanzamiento indiscriminado de cohetes desde Gaza por los terroristas de Hamás responde al brutal e infame asesinato del adolescente palestino Mohamed Abu Khdeir. Sin embargo, lo cierto es que el disparo de cohetes por Hamás comenzó bastante antes, coincidiendo con el inicio de la búsqueda a cargo de las fuerzas de seguridad de Israel de los tres adolescentes israelíes, Eyal Yifrach, Naftali Fraenkel y Gilad Shaer, secuestrados y asesinados por militantes de Hamás cerca de Hebrón. El lanzamiento de cohetes desde Gaza comenzó el 15 de junio, mientras que los restos del pobre Mohamed fueron encontrados el 2 de julio.
Hamás nunca ha necesitado excusa alguna para atacar a Israel. Lo lleva en los genes y lo proclamó en su carta fundacional.
De hecho, desde 2007, cuando Hamás se hizo violentamente con el poder en Gaza, Israel se ha visto obligado a responder a los ataques de Hamás en tres ocasiones: a finales de 2008, cuando Ehud Olmert autorizó la Operación Plomo Fundido; en noviembre de 2012, con la operación aérea Pilar Defensivo; y ahora, con la Operación Margen Protector ordenada por el primer ministro Benjamín Netanyahu.
Se pide a Jerusalén que muestre autocontrol y moderación, pero no me consta que exista ninguna otra nación obligada a hacer frente una amenaza terrestre de índole terrorista, que condiciona el día a día del país, y que simplemente opte por hacer caso omiso de los cohetes que surcan sus cielos: más de siete mil lanzados en los últimos años, y uno cada minuto y medio durante la noche del martes 7 de julio.
En realidad, los problemas de Israel residen mayoritariamente en la comunidad internacional. Como mínimo, los líderes de Hamás saben por experiencia propia que Israel lucha con una mano atada a su espalda: no puede responder con la contundencia debida porque sería acusado de actuar “desproporcionadamente”; no puede infligir ni mucho daño ni muchas bajas porque sería acusado de crímenes contra la humanidad; no puede dedicar mucho tiempo a preparar su respuesta militar porque nadie quiere ver lo horrible que resultan todas las guerras.
Desgraciadamente, como afirmó el general Sherman, que de guerra algo sabía, “la guerra es el infierno” para todos. No podemos hacer otra cosa que lamentar el sufrimiento de los inocentes.
Ahora mismo, la frecuencia en el lanzamiento de cohetes contra Israel parece responder a una estrategia deliberada de Hamás para prolongar el conflicto. Estos líderes terroristas son conscientes de que a mayor número de imágenes de palestinos muertos que reciban los medios de comunicación, sean reales o no, procedan o no de Gaza, mayor será la presión que ejercerá sobre Israel la opinión pública y muchos líderes occidentales para conseguir un alto el fuego.
Es por eso que los dirigentes de Hamás no tienen inconveniente en utilizar a civiles como escudos humanos, ya que su máquina de propaganda se alimenta a base de sufrimiento y de sangre.
Permitir a Hamás servirse de este juego una vez más sería un error. Si no se trata de mera retórica y de verdad creemos que Israel tiene todo el derecho del mundo a defenderse, entonces dejemos esta vez a los políticos en Jerusalén hacer lo que tienen que hacer. Es más, aprendamos todos de Hamás y de sus tretas. Resulta evidente que Israel es muy superior militarmente hablando, sin embargo, su capacidad de disuasión es limitada. Como he subrayado en otras ocasiones, Israel ha tenido que luchar con Hamás cada dos años en los últimos tiempos. Y ello porque Hamás está convencido de que posee un arma infalible: el doble rasero que se aplica a Israel.
Me temo que algo peligroso está influyendo en Gaza. El plazo fijado para alcanzar un nuevo acuerdo en torno al programa nuclear de Irán previsto para el 20 de julio ha sido aplazado cuatro meses, ya que las partes han acordado una prórroga para continuar con las negociaciones. En cualquier caso, una cosa está clara: ¡la exigencia a Irán de que cumpla con lo demandado por la ONU en sus diferentes resoluciones, esto es, la interrupción completa del enriquecimiento de uranio, ya se ha abandonado! ¡Vaya sorpresa! Lo que se discute ahora mismo es básicamente cuántas centrifugadoras el régimen de los ayatolás puede conservar.
La Administración estadounidense se conforma con impedir que Irán adquiera el arma nuclear, mientras que Israel se niega a permitir que Irán se dote siquiera de la capacidad para construirla. Se trata de dos cosas muy distintas.
Si Hamás piensa que puede salir victorioso de este pulso planteado a Israel a pesar del más que previsible quebranto militar, pues las acciones de la organización islamista no se ajustan al concepto tradicional de disuasión, no es descabellado sostener que Irán llegará a una concusión semejante y actuará en consecuencia.
Y si no hay disuasión eficaz frente a un enemigo convencional, mucho menos frente a un adversario dotado de capacidades nucleares.
Mientras más aislado internacionalmente vea Irán a Israel, más audaces serán las acciones de Teherán. Por ello, para fortalecer la capacidad de disuasión de Israel y, por extensión, nuestra propia seguridad, debemos apoyar a Jerusalén en su lucha contra los terroristas que gobiernan Gaza. Solamente Israel puede proyectar la disuasión que se necesita para frustrar las ambiciones nucleares de Irán.
Un Israel criticado, castigado y aislado porque actúa en defensa propia es el mejor incentivo para que sus enemigos, que son los enemigos de todos nosotros, se sientan más fuertes e inflamen sus sueños. Eso es algo que no podemos permitirnos.
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