SARA SEFCHOVICH
Hoy hace veinte años, se fundó, en el contexto de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo efectuada en El Cairo, Egipto, la organización Católicas por el Derecho a Decidir.
En ella, un grupo de creyentes pretenden “desde una perspectiva ética, católica, feminista y laica”, defender los derechos sexuales y reproductivos de mujeres y jóvenes.
Parece increíble pero así es: son católicos que defienden la existencia del estado laico: “Subrayamos la relevancia de la separación entre las Iglesias y el Estado y de las esferas religiosa y política”; católicos que piensan que las mujeres son sujetos de derecho, capaces de tomar decisiones sobre su cuerpo y de disfrutar de su sexualidad; católicos que defienden el aborto, en abierta oposición a las directivas de la Iglesia, convencidos de que hay argumentos dentro de su propia fe, alternativos a las posturas conservadoras de la jerarquía y de que les asiste “el derecho a disentir de las enseñanzas morales eclesiásticas oficiales”.
Y no solamente lo dicen, sino que actúan en consecuencia, como fue el caso de su intervención para la despenalización del aborto en el DF en el 2007 y su participación en la reforma al artículo 40 constitucional.
Para llevar a cabo lo anterior y volver realidad sus propuestas, hacen un trabajo intenso y permanente: de monitoreo de las políticas públicas, los discursos de la jerarquía y cualquier publicidad que atente contra los derechos de las mujeres; de realización de publicaciones y campañas para la difusión de sus mensajes (algunas de ellas geniales, como la serie animada Catolicadas en la que de manera divertida y fresca hacen evidente la falta de congruencia de las enseñanzas y actitudes de los jerarcas con el Evangelio en relación con la justicia social, los derechos humanos y los derechos sexuales y reproductivos y que ha tenido enorme éxito en México y en otros países de mundo); de capacitación a líderes juveniles y a personal médico; de acompañamiento a mujeres que solicitan servicios de aborto y a familiares de víctimas de feminicidio. Elaboran investigaciones, encuestas de opinión, reflexiones teológicas y socioreligiosas acordes con sus planteamientos y mantienen conversaciones con los interesados a través de la tecnología.
La manera de hacerlo es también interesante. Han conseguido aliarse con grupos afines en términos de sus objetivos (feministas, defensores de derechos humanos), así estos no sean católicos, con lo cual demuestran que es posible trabajar juntos por un objetivo común, dejando atrás las diferencias; han logrado jalar para su molino a grupos de la propia iglesia y a centros de derechos humanos fundados por órdenes religiosas, haciendo evidente que la poderosa institución no es monolítica y que en ella hay personas y grupos progresistas; han formado redes que trabajan en todo el país para lograr sus objetivos de generar opinión pública favorable y de capacitar y formar liderazgos; han trabajado con las autoridades de salud, para incidir en las políticas públicas, para que las delegaciones oficiales mexicanas que acuden a reuniones internacionales tengan en ellas discursos progresistas, y para que las posturas conservadoras no intervengan ni en la formulación de políticas públicas ni en dichas reuniones.
No menos significativo es su trabajo en relación a algunos de los problemas más serios que tiene el país: el feminicidio, (promovieron la creación del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio y monitorean en la mayoría de los estados del país); la violencia contra las mujeres y la violencia sexual (sus informes han servido de base para los que México presenta ante organismos internacionales); enfermedades como el sida y la aceptación de la diversidad.
En resumen, se trata de una propuesta y una acción ética y de derechos humanos importantísima. Muchas felicidades.
[email protected] www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM
Fuente:eluniversalmas.com.mx
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