ÁNGEL VILLARINO
La propaganda, el activismo y las terribles imágenes que llegan de Gaza acorralan cualquier intento de contextualizar. Sin entrar en profundidades históricas, les prevenimos contra doce argumentos que se escuchan a todas horas y que, sin ser del todo mentira, esconden al menos una media verdad.
Gaza
1. “Los palestinos ya tienen su propio país en la Franja de Gaza”
2. “Gaza no es un país, sino un campo de concentración”
Desde 1994, Gaza dispone de autogobierno. Y desde 2005, allí no viven israelíes. El gobierno del entonces primer ministro, Ariel Sharon, ordenó la retirada de más de 8.000 colonos. Se marcharon dejando atrás todo aquello que no podían trasladar, como sus famosos invernaderos, semillas para la prosperidad, se dijo, del incipiente experimento político. Se repitió lo que ya se había dicho en 1994: que nada impedía a los habitantes de la Franja crear su propio Singapur, un vergel diminuto, superpoblado y establecido al calor de un largo conflicto, sí, pero suficiente para sostener una economía boyante.
Rodeada por un muro y por zonas de seguridad que se comen cerca del 50% de la tierra cultivable, con 1,8 millones de personas viviendo en un área que es la mitad de la isla de Ibiza y sin salida al exterior, Gaza está hoy a medio camino entre la definición de “gueto” y la de “país”. Las autoridades palestinas no controlan sus propias fronteras, los embargos comerciales y las draconianas medidas de seguridad hacen imposible el comercio con el exterior y sólo la ayuda humanitaria evita el colapso total y la hambruna. De los servicios que abastece Israel, entre el 90 y el 95% del suministro de agua no es apto para el consumo humano y la electricidad funciona unas pocas horas al día.
2. Hamás
3. “Hamás llegó al poder con un sanguinario golpe de estado y ahora controla todo”
4. “Hamás alcanzó el poder democráticamente”
Fue sanguinaria y fue por la fuerza, pero la llegada de Hamás al poder estuvo avalada por el 45% de los votos y el 58% de los escaños. En enero de 2006, los habitantes de la Franja votaron y se decantaron por Hamás, ante el espanto de Israel y de Occidente. Desde fuera se conjuró para anular el resultado de las elecciones y la reacción de los milicianos islamistas fue, una vez más, a punta de pistola. David Wurmser, entonces asesor para Oriente Medio del exvicepresidente de EEUU, Dick Cheney, lo describió así: “No se puede decir que fuese un golpe de estado de Hamás, sino un golpe de estado de Fatah (su oposición, más moderada) que previnieron antes de que pudiese ocurrir”.
Lejos de controlar todo lo que se mueve en Gaza, Hamás es sólo un actor de peso dentro de una estructura infinitamente más compleja. Sus líderes, varios de ellos en el exilio, renunciaron a principios de año a todos sus cargos oficiales en la Autoridad Nacional Palestina que preside Mahmud Abbas para volver a presentarse ante la sociedad como un movimiento popular armado, en lugar de como un partido político. Tampoco tienen el control piramidal sobre todas las milicias que actúan en la Franja y algunas operan por su cuenta. Sus apoyos en el extranjero, además, están bajo mínimos, con gobiernos regionales abiertamente hostiles, como el de Egipto, y otros debilitados y/o menos dispuestos a ayudar, como en los casos de Siria o Irán.
3. El pueblo palestino
5. “Los palestinos idolatran a Hamás y no les interesa la democracia”
6. “Los palestinos son víctimas de Hamás”
Se suele acusar a los palestinos de Gaza de estar cegados por el antisemitismo, de tolerar la corrupción y aplaudir el autoritarismo, de permitir que Hamás utilice a sus hijos como escudos humanos o de aprobar que se gasten ingentes recursos en fabricar cohetes o túneles. En realidad, los palestinos pueden estar confundidos acerca de la solución, pero conocen el problema. En sondeos previos a las elecciones de 2006, sólo el 15% de los habitantes de Gaza consideraba que Israel era su principal emergencia. Por el contrario, dos tercios de la población identificaba la corrupción y la ausencia de un imperio de la ley como sus grandes preocupaciones. En su día, la mayoría de los analistas explicaron precisamente así la victoria de Hamás, puesto que ocho de cada diez palestinos consideraba “corrupto” o “muy corrupto” el gobierno de Fatah.
Sondeos más recientes (junio de este año) indican que cerca del 83% de la población palestina exige una votación y que sólo el 12% tiene pensado votar por Hamás. Las encuestas también demuestran que el odio contra los vecinos es una realidad. Al 70% le parecía “inaceptable” participar en actividades culturales o torneos deportivos con israelíes. Y sólo un 55% estarían dispuestos a cooperar con ellos en proyectos científicos, ambientales o sanitarios.
4. La democracia israelí
7. “Israel no es un país democrático, no es mejor que Arabia Saudí”
8. “Israel es una democracia ejemplar”
Israel es una democracia vibrante, con separación de poderes, elecciones, garantías, estado de derecho y libertad de expresión. Como no existe otra igual en Oriente Medio. Pero no se puede decir que sea “ejemplar”. Al menos no para todos, hasta el punto de que se ha planteado muchas veces si es posible llamarlo democracia, o si sería más correcto llamarlo “etnocracia”. Su Constitución, que habla expresamente de “nación judía”, está basada sobre un ideal étnico (más que religioso). El gobierno recibe con los brazos abiertos a todo aquel que demuestre ascendencia hebrea (al menos una abuela judía), independientemente de su nacionalidad y religión actual. Al resto se lo pone bastante más difícil.
Sólo los palestinos con pasaporte israelí pueden votar. Los primeros partidos árabe-israelíes se fundaron entre los años 80 y 90. Hoy ocupan 12 de los 120 escaños del Knéset (Parlamento). Su influencia es muy limitada y no ayuda la bajísima tasa de participación electoral de la comunidad, que ha caído a mínimos en los últimos años, víctima del desencanto. Mientras muchos israelíes acusan a los parlamentarios árabes de actuar como un “caballo de Troya” o una “quinta columna”, es común que los palestinos los vean como traidores o como figurantes de una farsa, por colaborar con un estado cuya legitimidad ellos no reconocen.
En el Parlamento, sin embargo, se expresan con aparente libertad. En los últimos días, por ejemplo, el diputado árabe Ahmed Tibi denunció en la tribuna que Israel está cometiendo “crímenes de guerra, volando casas, matando familias enteras intencionadamente, además de niños y mujeres”. Otro parlamentario, Ibrahim Sarsour, leyó uno a uno los nombres de todos los palestinos que habían fallecido en la Franja y acusó a los colegas allí presentes de ser sus verdugos.
5. Derechos en Israel
9. “Los palestinos no tienen ningún derecho en Israel”
10. “Los palestinos tienen los mismos derechos que los judíos”
Sólo los descendientes de los cientos de miles de árabes que quedaron dentro de sus territorios en 1948 son ciudadanos de Israel. Conforman más de una quinta parte de la población actual (millón y medio de personas) y se consideran musulmanes en un 80% (hay también cristianos árabes, beduinos, etcétera). En teoría, ellos sí son iguales ante la ley e incluso el árabe es idioma oficial, pero los códigos y su puesta en práctica están plagados de excepciones. Algunas les benefician (por ejemplo no están obligados a hacer el servicio militar) pero por lo general sufren lo que el propio Departamento de Estado de EEUU describe como una “discriminación institucional, legal y social”.
Se han identificado al menos 20 leyes que los discriminan desde el nacimiento. Entre las más polémicas se cuenta la llamada Ley de Ciudadanía, bajo la cual los palestinos de Gaza y Cisjordania que se casen con árabes israelíes tienen serias restricciones para trasladarse a vivir a Israel. Los descendientes de árabes tienen además muy limitado el acceso a la tierra, que está controlado por el estado en más de un 90%. Aunque se han registrado mejorías en los últimos años, el resultado es que los árabes israelíes apenas tienen acceso a nuevas tierras. Así, actualmente ocupan el 3% del territorio y representan más del 20% de la población. Tampoco se les ha permitido fundar nuevos asentamientos desde 1948, a pesar de que han crecido exponencialmente a causa de sus altísimas tasas de natalidad.
En el capítulo socioeconómico, alrededor del 50% viven por debajo del umbral de pobreza, una categoría en la que sólo caen en 15% de los judíos. Al mismo tiempo, experimentan mejoras en muchos indicadores, por ejemplo en el acceso a la educación y la sanidad, acrecentando sus diferencias con las paupérrimas y castigadas comunidades palestinas instaladas en países vecinos como Egipto, Jordania o Siria. Israel argumenta que las causas de su pobreza tienen un determinante factor cultural, causado por ejemplo por sus altísimos indices de natalidad (familias de muchos hijos) y con el hecho de que la mayoría de las mujeres no trabajan fuera del hogar.
6. Estados Unidos
11. “Estados Unidos es el principal responsable de esta crisis”
12. “Estados Unidos hace lo que puede por frenar el conflicto”
Como ha sucedido en otras muchas ocasiones, tanto con Administraciones demócratas como republicanas, Estados Unidos juega un doble papel en la actual crisis. Aunque con pies de plomo y midiendo cada palabra, su diplomacia se ha movilizado para lograr un alto el fuego y el cese de las hostilidades, con un grado de implicación superior al de, por ejemplo, la mayoría de los gobiernos europeos, e incluso de las vecinas potencias árabes. Subrayando a cada paso que no cuestionan el derecho a la existencia de su “gran aliado” en la región, tanto el presidente Barack Obama como el secretario de Estado, John Kerry, han lamentado las bajas civiles y han pedido el cese de las hostilidades. Hasta el punto de ser acusados de “antisemitas” dentro del país por políticos republicanos, grupos conservadores y asociaciones hebreas.
Al mismo tiempo, Estados Unidos ofrece, cada año, tres mil millones de dólares de ayuda militar a Israel. Desde 1946 hasta hoy, el 20% de lo que Washington ha gastado en tareas de defensa fuera de sus fronteras ha acabado en Israel. Le siguen Vietnam (11%), Egipto (8,6%) y Turquía (6%), lo que también da pistas del grado de implicación de EEUU en la región. La semana pasada, mientras el Congreso se mostraba incapaz de aprobar un presupuesto de urgencia para hacer frente una enorme crisis migratoria en la frontera sur, los legisladores aprobaron de una sentada 225 millones de dólares extra para el escudo de Israel, la llamada “Cúpula de Hierro” que les protege contra los cohetes palestinos.
Fuente:elconfidencial.com
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