DR. GERARDO STUCZYNSKI
Como judío uruguayo, hijo y nieto de sobrevivientes del Holocausto, un verdadero genocidio, del cual nada se enseña en los programas educativos de nuestro país, me siento sumamente indignado y ofendido por la calificación que hace el presidente de las acciones militares que Israel emprende en la Franja de Gaza.
Quienes lo vivimos en carne propia, entendemos perfectamente bien la diferencia entre el intento de eliminar a todo un pueblo y la lucha contra el fundamentalismo islámico que se opone a la aceptación del otro y a vivir en paz.
Contrariamente a lo que sostiene el presidente, Israel no comete genocidio, sino que se defiende, lucha contra el terrorismo que sí ansía masacrar indiscriminadamente a toda una población.
Israel debió entrar en una confrontación bélica como respuesta a los incesantes lanzamientos de misiles por parte del grupo terrorista Hamás sobre civiles israelíes.
No parece preocuparle mucho al gobierno que encabeza Mujica, que millones de ciudadanos israelíes cuenten con escasos segundos para correr a proteger sus vidas a los refugios, entre ellos, miles de uruguayos.
La palabra “fanatismo” con que Mujica califica a Israel, en realidad sólo es aplicable al régimen extremista que gobierna la Franja de Gaza de facto desde 2007. Hamás nunca se preocupó en brindar educación, trabajo y salud a su población. Empleó todos sus esfuerzos y recursos en almacenar una cantidad impresionante de armas y construyó una verdadera ciudad subterránea, con túneles y pasadizos, para infiltrarse a territorio israelí y cometer atentados terroristas sorpresivos y sangrientos.
Su inhumana estrategia consiste en utilizar a sus propios civiles como escudos humanos, lanzando desde casas, escuelas, hospitales y mezquitas miles de misiles contra ciudades israelíes, además de esconder su arsenal de armas en esos lugares.
Cuando Israel se ve obligado a repeler las agresiones para proteger a su propia población, utiliza la tecnología militar más moderna para minimizar el número de víctimas civiles.
Hamás, que ejerce un control absoluto sobre todas las informaciones que se emiten desde Gaza, es quien determina cuántas de las víctimas son civiles inocentes y cuántos combatientes.
Y considera que en la guerra mediática que también libra, el mayor número de víctimas civiles, son un triunfo propagandístico en su lucha por deslegitimar a Israel.
Esto también explica por qué Hamás violó sistemáticamente todos los ceses al fuego propuestos por Estados Unidos, Naciones Unidas y Egipto. Espera que su propia violación al cese al fuego genere una reacción que sea lo menos contenida posible.
Israel, como lo ha demostrado en reiteradas ocasiones, sólo busca vivir en paz con sus vecinos. Ha firmado acuerdos de paz con Egipto, Jordania y se encuentra en un escabroso proceso con los palestinos de Cisjordania, gobernados por la Autoridad Nacional Palestina.
Hamás no representa la causa palestina ni lucha contra la ocupación. No hay un solo centímetro de Gaza ocupado por Israel desde la desconexión unilateral que realizó en 2005.
El objetivo declarado de Hamás es destruir al Estado de Israel y aniquilar a los judíos dondequiera que se encuentren. Nada ha dicho el presidente Mujica ni su canciller Almagro sobre el particular. Llama la atención que los países sudamericanos han sido más duros en sus censuras y medidas contra Israel que los propios países árabes.
Los terroristas que luchan para eliminar al único Estado democrático de la región son quienes deben recibir las condenas del mundo y no éste, que sólo lucha por su supervivencia como tal.
No condenar ni mencionar al agresor constituye una toma de partido por el terrorismo, inaceptable, reñida con las más nobles tradiciones de nuestro país.
Eso sumado a que no hemos escuchado del presidente calificaciones similares ante hechos que, sin atisbo de duda, sí configuran genocidio y que han ocurrido y aún ocurren en otras partes del planeta.
Por tanto expreso mi más profunda decepción y repudio a esas afirmaciones.
Desde hace dieciséis años soy miembro del Jurado del Premio Jerusalén, que la Organización Sionista Mundial y la Alcaldía de Jerusalén, a través de la Organización Sionista del Uruguay, entrega todos los años a figuras nacionales que se destacan por su amistad con Israel y el pueblo judío.
Manifiesto mi más profundo arrepentimiento por haber votado afirmativamente para que el presidente Mujica reciba esa distinción en 2010, de la cual, sin duda alguna, no es merecedor.
La guerra es atroz; todos y cada uno de los muertos, una terrible tragedia. La verdad es también una de las víctimas. Exhorto al gobierno en particular y a la población en general a obtener más información antes de expresarse de una manera tan ofensiva y alejada de la realidad.
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