Acepto la insignia amarilla

EITAN CHITAYAT

Denme una insignia amarilla, un deprimente trozo de tela cocido en forma de Estrella de David que cada judío llevaba consigo en la Alemania nazi y en los países conquistados por los alemanes, en los países aliados, en toda cultura que expone al judío odiado.

El judío culpable, sucio, estafador. El judío desagradable, menos que humano. El judío que sólo puede hacer el mal.

La estrella amarilla nos fue impuesta, fuimos obligados a digerirla. Representaba la deshonra y se asociaba con el antisemitismo. Era una insignia de vergüenza semejante a la carta de Hawthorne Scarlet, una novela de ficción de 1850, sólo que seis millones de veces peor.

Hoy, la vergüenza puede desaparecer.

Denme una insignia amarilla. Encuentrenla y dénmela, rápido.

Quiero llevar una insignia amarilla, arriba de mi pecho izquierdo donde todas y cada una de las victimas del holocausto fue obligada a colocarla. Quiero cocer la insignia en cada prenda solitaria que visto. Quiero lucirla en la playa, sobre mi pecho desnudo si es necesario.

Quiero caminar por las calles de Paris y enfrentar a la gente, con esta insignia. Fuera de la Casa Blanca, en Bruselas, en Holanda, en las mezquitas de Berlín, en las calles de Canadá y Gran Bretaña. Aparecer en las universidades de los Estados Unidos, en la Universidad del California, San Diego.

Quiero que todos me vean con ella y escucharlos decir:

¨Hey, aquí viene el judío¨, es igual que todos ellos.

Piensa que es lo mejor, diferente. Pero es sólo un mugroso judío. Un asesino a gran escala.

Mata a niños cristianos y musulmanes y utiliza su sangre para hacer matzá, como el resto de los judíos.

Ellos bombardean pueblos enteros. Creen que son muy exitosos, los mejores intelectuales.

Matan a los niños, esos judíos.

Son los dueños de Hollywood, de los medios de comunicación, los bancos.

Son la escoria de la tierra.

Hitler tenía razón.

Rocemos suásticas en las tumbas de sus abuelos.

Vamos a golperarlos, asesinemos a un rabino en Miami.

Eso les enseñará – a existir¨

Anhelo tanto esa insignia, me hierve la sangre.

Para mi, esa insignia amarilla simboliza todo lo bueno. No lo justo para mi, sino para el mundo.

Es el símbolo del mal que sobrevive. Legado y sabiduría, tolerancia y optimismo. Es la fortaleza y la confianza ante el rostro de la debilidad e inseguridad de aquellos que no aprendieron lo que su buena madre debía haberles enseñado. Esa insignia amarilla es coraje. Es educación, adaptación. El bien sobre el mal. Heroísmo y sacrificio, convicción. Es la vida.

Es el testamento de los que murieron trágicamente al llevarla. Bendita sea su memoria, para que las generaciones sobrevivientes de hermanos y hermanas no teman ser lo que son. Para que no callen más. No pedir perdón por ser judío o israelí. Gracias a ellos y por ellos mismos, esta insignia dejó de ser una vergüenza muchos años atrás.

Y…. estoy aquí para quedarme.

Es una estrella que oscurece todo emblema que aboga por el odio, ahoga la forma y el color de las suásticas, las banderas negras de ISIS y Al Qaeda, el verde de Hamas o el amarillo de Hezbollah.

Espero encontrarme con cualquier mentiroso que me llama asesino de niños o me acusa de genocidio. Les mostraré la insignia amarilla, para su bien. Para que observen y recuerden el verdadero genocidio. ¿Qué es el intentar eliminar a una raza? Para que tomen consciencia de a dónde lleva la ignorancia y el odio, las mentira. Esos acusadores no tendrán que buscar la historia, porque acontece en nuestro alrededor. En estos momentos y en todo el mundo.

Antes de ser llevados a las cámaras de gas hace 70 años, los judíos con la insignia amarilla escuchaban: ¨Maten a los judíos, Heil Hitler, Un buen judío es un judío muerto.¨ Todo eso, antes de ser repudiados en sus comunidades, despojados de sus pertenencias, su propiedad e identidad y por último, de sus vidas. Escuchaban palabras… al igual que en muchos otros países como en Irak, de donde mi padre fue expulsado por ser judío.

Siempre comienza en palabras.

Las mismas palabras que ahora escuchamos en los medios sociales. Las manifestaciones, conversaciones. Palabras que no tienen nada que ver con Israel. Palestina. Política. El Medio Oriente. Quizás deseen ignorar a ISIS y a Hamas, pero si estos grupos no son constantemente expuestos como lo que son, ustedes no ayudan a que el mundo se deshaga de ellos.

Ahora el mundo está repleto de palabras antisemitas y anti-israelíes. Palabras antisemitas que un judío como yo está acostumbrado a escuchar. Palabras como las de Dieudonné, Mel Gibson y Roger Waters, como las de los líderes islamistas radicales, que predican mentiras, odio y segregación ante sus púlpitos en el nombre de Alá.

Les hablo a ustedes, ciegos seguidores del islam radical que se congregan y cantan odio en sus plazas, en manifestaciones, en sus hogares, en los medios y entre sus amistades. En países democráticos, aprovechando la libertad de expresión que el occidente les ha otorgado, entre pueblos amantes de la libertad.

Les hablo a ustedes, supuestos liberales – incluso amigos míos que critican a mi Israel que lucha por su existencia en una guerra defensiva, pero hablan tan poco de los cientos de miles que están siendo asesinados en Siria, en Irak. Hablan tan poco de aquellos que pagan con su vida por profesar cualquier otra religión que no sea el islam, de ISIS que se apodera del Medio Oriente mientras continúa matando a miles de personas. Hablan tan poco de los sirios que están siendo gaseados y del primer ministro turco diseminando el antisemitismo que termina con sólo una cosa.

Ustedes, liberales de izquierda, eligen el odio, son decididamente ignorantes. Por supuesto que la muerte y la guerra son terribles y que la matanza debe de cesar, pero nada cambiará hasta que no solucionen el problema causado por ISIS, Hamas, Hezbollah, Al Qaeda y los otros grupos a los que ustedes envían tarjetas de navidad. Hagan un favor al mundo, regresen a sus notas fascistas que aparentemente saben cómo escribir pero no más que eso.

Observen bien mi insignia amarilla. Vean de dónde viene. Miren qué sucedió luego de que nosotros los judíos fuimos obligados a llevarla. Pregúntense si nosotros los judíos, los israelíes hacemos lo mismo a otros, si exterminamos a un pueblo, o si otros hacen lo que ustedes piensan que nosotros hacemos. Otros de quienes ustedes no hablan o a quienes no condenan mediante una simple publicación o botón de ¨like¨.

Yo no voy a ninguna parte, estoy aquí para quedarme.

Nunca jamás.

Aunque algunos lo deseen, NUNCA JAMÁS.

Para todos los demás que leen estas palabras desde lejos, que pueden estar de acuerdo con mi mensaje, judíos o no judíos al igual, no tengan lástima por mi familia, mis amigos o por mi. No tengan lástima por nosotros. Estamos bien y no tememos. Quiero pensar que conocen el resultado y que están con nosotros. No sólo porque saben que esto no terminará con nosotros, sino porque son sensatos y no ciegos.

No teman, pues no intento ser victima. Ninguno de nosotros lo somos, y espero que ustedes tampoco lo sean. Mi insignia amarilla mira al extremismo en los ojos. Todas nuestras insignias miran directamente a los ojos de todos, cegando a los extremistas con luz en un mundo cada vez más oscuro.

Entonces ¿aceptaré la insignia amarilla?

Por supuesto que sí.

Fuente:Times of Israel. // Traducción: Esti Peled

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Esti Peled: Esti Peled es corresponsal de Enlace Judío en Israel. Desde Haifa, donde radica, está siempre atenta a lo que sucede en el Estado judío. Aprovechando las 8 horas de diferencia horaria entre Israel y México, nos brinda las últimas noticias desde el lugar más "cubierto" del planeta.