La eficacia del terror medieval

HERMANN TERTSCH

Los videos terribles de asesinatos salvajes son grabados por sus propios autores para promocionar su acción política y militar. Con esta propaganda criminal, el Estado Islámico ha conseguido financiación de Arabia Saudí, Qatar y otros países del Golfo.

El fornido oficial, cumplidos ya los cincuenta, en uniforme de combate, de rodillas, da explicaciones. Le sujeta un hombre con un pasamontañas negro. Le interrumpe varias ves una voz junto a la cámara que graba la escena. Sin alzar la voz. No intenta zafarse. Sabe que no hay escapatoria. Entra en escena otro hombre que oculta la cara tras un pañuelo. Le agarra la cabeza al militar con la zurda, se la tuerce, y con la derecha, con un cuchillo corto, le secciona el cuello. Se dispara un chorro de sangre hacia el suelo. Se corta la imagen. Otro plano. El cuerpo decapitado del oficial con su cabeza ensangrentada colocada encima de la tripa. Fin de la escena. Otra: Una mujer, desnuda sobre una mesa, se convulsiona con violencia. Intenta desesperadamente zafarse de quienes la sujetan. Los cuatro brazos que la apresan están cubiertos por manguitos de plástico para no mancharse. Por la parte izquierda aparecen otros dos brazos, también con manguitos, y un cuchillo. Sujetan la cabeza de la mujer por el pelo, tiran hacia la nuca para tensar la garganta. Y el cuchillo la secciona. El chorro de sangre que brota, cae en una palangana ya medio llena que sujetan otras manos, otros brazos con manguitos, en la parte inferior del encuadre.

Otra más: Una plaza urbana con una verja circular muestra cada metro, metro y medio, una cabeza humana clavada en una pica. Cabezas de hombres. Aunque también hay otras imágenes con cabezas de niños. Y pequeños abiertos en canal. Aquí los cuerpos son varones adultos. Todos decapitados. Algunos están ensartados en la verja. Otros apoyados junto a la misma. A lo lejos tres cuerpos cuelgan de un armazón de tubos. Y una escena más: combatientes armados con fusiles de asalto vigilan a decenas de jóvenes tumbados en una fosa poco profunda. Son varias decenas tumbados mirando al suelo en dirección alterna. Cabeza junto a pies del próximo. Todos muy jóvenes. Dos encapuchados abren fuego y caminan a un tiempo. Uno disparando ráfagas contra todos los tumbados. Otro remata, tiro a tiro. Ninguno de los vivos se mueve ante la cercanía de la muerte. Nadie hace además de levantarse o intentar huir. Todos esperan, en paralizante resignación la llegada de su bala.

Todas las escenas descritas recuerdan a las peores imágenes de los peores crímenes del siglo XX. Pero se producen y se graban en estos días del verano del 2014. No son casos excepcionales. Porque muestran atrocidades de las que se tienen noticias coincidentes desde toda la región afectada por esta plaga ideológica o religiosa o terrorista o como quieran llamarla. Pero además no son imágenes robadas para denunciar las atrocidades ajenas y conmover al mundo y urgir a la comunidad internacional a levantarse contra la inaudita crueldad de los autores de estas atrocidades.

Son videos, muchos de ellos producidos con calidad y esmero por los autores de los crímenes, cuyo fin es promocionar la acción política y militar de los mismos. Son películas de propaganda de los propios criminales hechas para su mayor gloria y prestigio. Y son una de las armas más eficaces del monstruo que ha surgido de la guerra de Siria y hoy ya ha dinamitado fronteras, controla grandes territorios y aterroriza a toda la región y que responde al nombre de Estado islámico de Irak y Siria (ISIS) o ya Estado Islámico a secas. Su embrión fueron los grupos más radicales del sunismo llegados a combatir al régimen de Bashar al Assad en Siria, con Al Qaida como referencia religiosa ideológica. Que recibieron de los países del Golfo toda la ayuda financiera y de armamento que no recibieron de ninguna parte las fuerzas en principio moderadas del Ejército Sirio Libre (FSA).

Así, con el mensaje de que la crueldad absoluta y sin compromiso se veía recompensada tanto en el frente de batalla como por los donantes extranjeros, el prestigio de estos grupos subió como la espuma. Con nadie se estaba mejor armado, financiado y protegido. Arabia Saudí, los países del Golfo en general y Qatar en particular, compaginan la financiación de clubs de fútbol occidentales, fondos de inversión y fundaciones benéficas con estos grupos que se nutren del culto a la muerte y el terror de tradiciones mesiánicas del islam. En qué medida lo hacen para expandir su propia influencia o para pagar su propia tranquilidad es irrelevante. El hecho es que quienes siembran el terror y la muerte entre minorías y mayorías en Siria e Irak y pronto quizás en el resto de la región han sido financiados por elegantes jeques educados en Oxford, Cambridge, Harvard y Stanford. Y en la hora estelar de estas orgías de sangre el mundo asiste impávido a la irrupción en la modernidad de la eficacia del terror medieval.

Fuente:abc.es

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