La gran vergüenza

FÉLIX MADERO

Los yihadistas crucifican, degüellan, decapitan y ahorcan y la UE manda ayuda humanitaria.

La actualidad, esté o no conectada con la realidad, no da tregua. Imposible descansar con un periódico en la mano. Ni aunque te conformes con la lectura de los titulares reposará tu conciencia ante la situación general del mundo. Hay algo impúdico, quizá obsceno, en el hecho de leer el periódico frente al mar, en la playa, sentado a la sombra tomando una cerveza. Hace falta mucha templanza para no perder la compostura mientras leemos noticias sin reparar en nuestra privilegiada situación. No hemos hecho más que otros, que diría Don Quijote a Sancho, y sin embargo asistimos a un espectáculo brutal en el que otros ponen los muertos, los enfermos, los niños mutilados, las mujeres vendidas y violadas. Sí, nos espantamos mientras una lejana voz interior nos dice que ya vendrá alguien y pondrá orden es este caos.

Irak, Siria, Gaza, Guinea, Nigeria… sitios sin alma en los que el dolor y el sufrimiento no traspasan la página de papel en que los enviados especiales escriben el horror. En Irak se vive una verdadera masacre, un genocidio que la Comunidad Internacional sigue entre la distancia y la duda. Parece que Europa se acaba de enterar de que a los terroristas del Estado Islámico no se les puede hacer frente con armas que ya en la II Guerra Mundial eran precarias, y ha decidido enviar armamento a una población que lo que necesita es una defensa activa que urgentemente acabe con el terror. Digámoslo claramente: una intervención militar en toda regla.

Obama nos recuerda ahora que Estados Unidos ya no es la nación indispensable y que no están para aventuras militares. Una desgracia de la que toman nota los terroristas yihadistas. Y aun así son ellos, los norteamericanos, los que con sus cazas bombardean posiciones estratégicas del Estado Islámico mientras Europa decide mandar pistolas a los peshmerga, los insuficientes combatientes kurdos. ¿Es posible que la OTAN no tenga nada que decir? ¿Nadie va a parar la expansión del movimiento preparado para fundar un califato entre Siria e Irak?

Vuelven a la memoria los versos del pastor alemán Martín Niemoller escritos antes de la última Gran Guerra. ¿Recuerdan? Primero vinieron a buscar a los comunistas, y no dije nada porque yo no lo era. Luego fueron a por los judíos, sindicalistas, homosexuales, católicos y estudiantes y no dije nada porque yo no era nada de eso…

¿Qué ha de pasar para frenar esta barbarie? ¿No habrá ninguna voz que cuente al mundo lo que piensa pero no dice? Y nosotros ¿podemos estar tranquilos creyendo que lo que pasa no nos afecta? Recordemos Ruanda, pensemos en Yugoslavia y el error de actuar mal y tarde. Los yihadistas asesinan, violan y esclavizan a mujeres y niños, sean cristianos, turcomanos, chiíes o suníes. Los crucifican, degüellan, decapitan y ahorcan.

Quizá recuerdan cómo acaba el poema de Niemoller. Ahí va: «Luego vinieron a por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie al que le importara ni que quisiera hacer nada por mí».

Fuente:kioskoymas.abc.es

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