ABRAHAM BARCHILÓN GABIZÓN
En días pasados, con motivo del conflicto de Gaza, escuchamos a los progres verter toda clase de infundios sobre el Estado de Israel, sobre el Judaísmo y algunos incluyeron a los Estados Unidos de América.
Quienes utilizan su profesión para firmar panfletos, léase Bardem y Penélope Cruz, los que emplean sus retorcidas plumas, léase Antonio Gala, los que aprovechan la ocasión para que les publiquen algo o los que ahora formulan declaraciones con expresiones racistas y xenófobas, como las de Cayo Lara, (con pañuelo palestino al cuello incluido), o la nefasta intervención de la alcaldesa accidental de Segovia, suspendiendo un ciclo de cine judío, parecen haberse quedado mudos de pronto, pero no ahora, sino desde que, bajo el mandato de los Hermanos Musulmanes en Egipto, se han atacado y quemado iglesias e instituciones cristianas (ortodoxas, católicas y protestantes).
La Unión Juvenil de cristianos Coptos estimó que unas 38 iglesias quedaron totalmente devastadas por el fuego, pero muchas más sufrieron saqueos. En Irak, el terrorismo interétnico, siembra de cadáveres diariamente el suelo de esa zona y no digamos el sepulcral silencio ante las matanzas en Siria o ante las acciones del grupo terrorista radical Boko Haram, que ha asesinado a 12.000 personas y herido a otras 8.000 en los últimos cinco años, quemando iglesias, secuestrado en abril de este año, en la localidad de Chinook, en el estado de Borno, al menos 200 niñas. ¿Alguien se pregunta qué ha pasado con ellas?, ¿habrán sido asesinadas, violadas, utilizadas como esclavas? Y menos aún se escucha su voz ante el declarado Califato de terroristas –Estado Islámico de Irak y el Levante–, que bajo amenaza de ser ejecutados o enterrados vivos, instan, por la fuerza, a los que profesan el yazidismo y el cristianismo a convertirse al Islam o morir.
La organización islamista avanza a sangre y fuego sobre Siria e Irak. Sus objetivos, divulgados mediante la publicación del mapa mundial, incluyen la Península Ibérica, los estados de los Balcanes, Medio Oriente, África del Norte y grandes zonas de Asia.
Tampoco se escucha análisis alguno sobre el elegido Presidente de Turquía –Erdogan– (al estilo de Rusia, burlando sus propias leyes de improrrogabilidad del mandato y pasando de Primer Ministro a Presidente, Putin / Medvédev) quien, como máximo exponente de su democracia, prohíbe y cierra las redes sociales.
Ante tanto silencio, no puedo concebir que se trate de una epidemia de afonía, sino simple y llanamente de miedo, cobardía y un clarísimo doble rasero. No es lo mismo atacar un Estado democrático –Israel– o a una población de corte occidental como es la judía en la que, bajo los principios democráticos, toda expresión, aunque sea malévola, queda amparada en la libertad de expresión, que a un grupo de terroristas ante los cuales meten la cabeza, cual avestruz, debajo de la tierra y piensan que ese “malvado país“, al que tanto odian, del que algunos detractores viven, consumen su elevadísima tecnología y se aprovechan de todos sus avances.
Pero, para el terrorismo Islámico, los progres también son infieles y no aliados, como ellos creen.
El Estado de Israel, desempeña, defendiendo, no sólo a sus habitantes sino al mundo occidental, de los terroristas islámicos de Hamas, una misión que hace falta analizar sin tener miopía, no enfocando exclusivamente la zona donde se desarrolla ese conflicto sino englobándola dentro del clima de terrorismo con que el radical islamismo intenta dominar al mundo occidental.
Fuente:elfarodigital.es
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