ALBERTO ASKENAZI PARA ENLACE JUDÍO
Aunque he tratado de no participar del pesimismo general con el que se ve el futuro de Israel, no puedo tampoco negar que lo que está sucediendo no tiene muchas esperanzas de terminar bien.
Al ver las noticias parciales y dirigidas a despertar un sentimiento de odio no sólo hacia Israel sino a todos los judíos del mundo, comprendo la verdadera intención de Hamas al iniciar esta guerra.
No pretenden ganar con sus misiles, ni secuestrando y matando a unos cuantos jóvenes. Ellos lo saben. No es lo que buscan. Su misión es despertar el antisemitismo, y eso lo lograron con creces. Por eso han roto su palabra de cese al fuego en cada ocasión que les fue posible.
No les fue muy difícil. Las semillas ya estaban ahí, latentes en el inconsciente de quienes ahora se manifiestan por todo el mundo contra un país (y un pueblo) que no sólo no fue el agresor, sino que fue agredido a traición en un crimen que es el peor de todos; el secuestro y asesinato de unos jóvenes, casi niños, que estudiaban la Torá.
Siempre ha habido un rechazo hacia los judíos. En cada época se ha alzado un tirano que quiere acabar con nosotros. Y los seguidores de la maldad son numerosos.
No importa que hayamos dado al mundo más de lo que recibimos. O no lo ven o no les importa. Con el morbo de quienes quieren ver correr la sangre del campeón, salen a las calles a apoyar a los asesinos.
La fuerza militar de un país debe ser para disuadir a los enemigos de un ataque. Israel es fuerte, tiene la capacidad de vencer, lo ha demostrado desde el día que nació como país, pero la insidia de quienes cobardemente aportan el dinero para los terroristas y esconden la cara, -llámense Hamas, Al-Qaeda, Hezbolá, la Hermandad Musulmana o Isis-, es lo mismo, tienen una cuenta pendiente consigo mismos que ya pagarán, porque se cosecha lo que se siembra.
Alimentados por los dólares del petróleo, los terroristas cavan túneles en lugar de cavar pozos, construyen bases para sus misiles al lado o incluso dentro de hospitales y escuelas para que mueran niños y mujeres y el mundo los llame “víctimas”, pagan propaganda antisemita en todos los medios del mundo, y lo hacen bien, mejor que los judíos, que no tenemos otro embajador que nuestra capacidad de aportar cosas buenas. La lista de lo que hemos hecho es enorme, y todos lo saben, incluso ellos.
Uno en cada quinientas personas, eso somos.
Uno en cada cuatro premios Nobel, eso somos.
Hace unos meses – antes de la guerra- inocentemente tuve la osadía de escribir un concierto para piano y orquesta con la intención de estrenarlo en Israel.
Beer-Sheva…
El lugar donde firmó la paz Isaac Abinu con Abimélej, rey de los enemigos que no estaban en paz por generaciones.
Ahí sellaron la paz y vivieron como amigos por algún tiempo.
Ese es el nombre del concierto.
Iluso y de una temeridad descomunal, pensaba que era un paso hacia la convivencia pacífica entre dos pueblos vecinos que podían beneficiarse cada uno de ellos con la fuerza del otro, como siempre sucede entre quienes han superado el abismo infernal del odio.
Los judíos no queremos otra cosa que trabajar y vivir en paz.
Hemos logrado cosas increíbles en lo que era un desierto y siempre se enriquece el país en donde habitamos.
Napoleón entendió que para ganar una guerra se necesitaba dinero.
Para que impere la cordura necesita detenerse el flujo de dinero hacia los terroristas.
Y a quienes apoyan a Hamas les digo.
Si ellos son los buenos ¿por qué no los invitan a que los gobiernen?
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