La misión inconclusa de Israel

VICENTE ECHERRI

Luego de 50 días de conflicto entre Israel y los extremistas de Hamas que mandan en la franja de Gaza se ha llegado a un cese al fuego arbitrado por Egipto que, de momento, las partes respetan. Los militantes de Hamas lo han celebrado como una “victoria de la resistencia” y yo creo que tienen razón. Una vez más, Israel ha suspendido las hostilidades y el grupo terrorista sobrevive. La destrucción o serios daños de unos 17,000 inmuebles y más de 2,200 bajas mortales son el precio que han estado dispuestos a pagar por esta “victoria” que consiste, sencillamente, en la supervivencia y en que Israel les suspenda parcialmente el bloqueo. Puesto que la agrupación terrorista ha demostrado que no le tiene ningún aprecio ni respeto a la vida de los palestinos ni a sus bienes, el conflicto les resulta costeable: a pesar de la paliza, se mantienen en pie y desafiantes, ya eso es muchísimo.

Ha sido un grave error, que todavía puede costarle muy caro a Israel, el haber permitido la existencia de estos grupos terroristas —Hamas y Hezbolá— en sus fronteras, pese a haber sostenido guerras con ambos. Esa tolerancia ha hecho posible que esos grupos se armen y que constituyan una seria y permanente amenaza a la estabilidad israelí, particularmente en el caso de los chiíes libaneses, que disponen de un vasto arsenal de misiles provisto por Irán. Ambos grupos debieron haber sido destruidos por Israel tan pronto surgieron o, a más tardar, cuando cometieron la primera agresión. Pensar que la coexistencia es posible es una ilusión o una inconfesada falta de voluntad: hasta ahora, Israel se muestra renuente a pagar —en vidas, recursos y prestigio— lo que cuesta llevar esta guerra hasta la paz que sólo podría proporcionarles una victoria total y sin reservas.

En la campaña que, al parecer, acaba de terminar, Israel perdió sesenta y cuatro soldados y 7 civiles. Frente al número de bajas palestinas, la asimetría no podría ser mayor. Sin embargo, esos soldados muertos, jóvenes reservistas casi todos, pesan mucho más en la conciencia del gobierno y la sociedad israelíes que los dos millares y tantos de palestinos en la de sus adversarios. Ese aprecio por la vida de sus soldados, que en principio puede celebrarse como virtud, se traduce también como debilidad e instrumento de chantaje: los israelíes valen mucho más para sus líderes que los palestinos para los suyos y esto equilibra cualquier asimetría y le da ventaja a los enemigos del Estado judío.

No creo que los israelíes crean seriamente que puedan convivir con Hamas, a pesar de la última paliza que les han propinado en Gaza, ni tampoco con Hezbolá en el norte, no obstante la relativa paz de los últimos años. ¿Qué se interpone ante la necesaria acción demoledora?

En primer lugar, la fatiga. Sesenta y seis años después de la fundación del Estado judío, el conflicto no parece atenuarse y muchos israelíes dan muestras de cansancio con una consiguiente erosión del patriotismo; razón por la cual Israel, que ha sido tradicionalmente un país de inmigrantes, se esté volviendo también un lugar de donde la gente se va. Muchos jóvenes, provenientes sobre todo de naciones del tercer mundo, que hicieron su repatriación o haliyá —más en busca de prosperidad que por identidad nacional— han terminado en Estados Unidos o se han ido a otros países por no querer —entre otras razones— servir de soldados en esa guerra interminable. Tal vez no esté lejos el día en que Israel tenga que empezar a reclutar soldados profesionales (nacionales o extranjeros) para seguir librando esta contienda. Muchas naciones lo han hecho antes y algunas con gran éxito.

Henos de nuevo en una tregua que podría terminar anulando el empeño bélico de Israel en estos últimos 50 días, tal como ha ocurrido en los enfrentamientos previos. El primer ministro Netanyahu le advertía a Hamas ayer que el menor amago de agresión provocaría una respuesta israelí aún más severa. Esperemos que cuando esa agresión —que necesariamente ocurrirá— tenga lugar, no le falte a Israel la voluntad para erradicar a sus mortales enemigos.

©Echerri 2014

Fuente:elnuevoherald.com

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