Judíos expulsados por indígenas guatemaltecos buscan reconstruir sus vidas

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Amontonados en un vetusto edificio de Ciudad de Guatemala, unos 230 judíos ortodoxos y ultraortodoxos buscan reconstruir sus vidas bajo la mirada curiosa de capitalinos, mientras buscan dónde asentarse tras ser expulsados de un pueblo indígena en medio de un fuerte choque cultural y religioso.

“Continuaremos en Guatemala porque la semilla es fértil y tiene que germinar”, dijo a la AFP el rabino Uriel Goldman en la recepción del inmueble, donde se acumulan dos camas, una bolsa de ropa sucia y una vieja lavadora.

La abrupta salida el jueves de San Juan La Laguna, unos 200 km al oeste de la capital, en la ribera del turístico Lago Atitlán, obligó a esas 30 familias a instalarse en el despintado edificio de seis niveles, inapropiado para un hogar.

“Es un edificio incómodo, en especial para niños y mujeres porque fue diseñado para oficinas, no para vivir”, se lamentó Goldman, un hombre alto y robusto con espesa barba larga, vestido de traje negro y camisa blanca.

Para evitar que sus miembros salgan a comprar verduras o frutas -algunos no hablan bien español-, la comunidad instaló en el primer piso del edificio un minimercado de alimentos para autoconsumo.

Sentado en un banco rústico de madera, el líder espiritual dice que estarán unos seis meses en ese lugar, donde campea la inseguridad que golpea al país, contrario a la tranquilidad del pueblo indígena donde vivían desde hace seis años.

“Vamos a buscar un lugar donde podamos construir las casas de la comunidad”, afirmó en español fluido Goldamn, nacido en Israel pero nacionalizado estadounidense y quien habla cuatro idiomas.

El rabino dijo que tienen ayuda económica de otras comunidades judías de otros países, que evitó precisar.

“Aquí nadie tiene más que otro, todos tenemos lo mismo y los días de reposo todos comemos lo mismo”, comenta a la AFP Israel Abraham, un guatemalteco convertido al judaísmo hace 12 años.

Para los indígenas los judíos les resultaron muy extraños. En la capital también atraen las miradas de los transeúntes. Unos pocos los saludan, otros se detienen para observarlos.

Se visten de negro, las mujeres usan velo y los hombres llevan barba y largos bucles en las patillas. Son austeros, familias con muchos hijos, a quienes educan en casa con maestros de la comunidad.

La forma de educar a los niños en una de las críticas al grupo. Para demostrar que es efectiva, Abraham llama a su hijo de seis años, Akiva, y le pide que lea primero en hebreo y luego en español.

“La educación es más vital para el alma”, expresó otro de ellos, Misael Santos, mientras suena su teléfono celular, uno de los pocos aparatos tecnológicos que usan. No ven televisión.

Goldman tiene diez hijos y tres nietos, Santos cuatro y Abraham tres, pero el cuarto nacerá en diciembre.

Con voz serena, Goldman asegura que no sienten “odio o rencor” contra los miembros del consejo indígena de ancianos de San Juan La Laguna y las autoridades municipales que promovieron su salida forzada, pero asegura que no volverán a ese pueblo que los acogió y después los expulsó.

Líderes indígenas los acusaron de no respetar su cultura y costumbres, de que no respondían al saludo de los vecinos, no creen en Jesús y la Virgen María, se bañaban desnudos en el Atitlán y ahuyentaban el turismo.

“El cuerpo para nosotros es sagrado y las mujeres solo llevan descubierta la cara. ¿cómo nos vamos a bañar desnudos? Va contra nuestras creencias”, afirmó Goldman.

Según su versión, todo comenzó por un conflicto religioso que se transformó en “político” cuando el alcalde del lugar respaldó al Consejo de Ancianos con el fin de ganar adeptos para las elecciones de 2015.

Santos explicó que un pequeño grupo de judíos se había asentado en San Juan La Laguna atraídos por la tranquilidad del pueblo. Pero las cosas cambiaron cuando comenzaron a llegar más miembros de Israel, Canadá, Estados Unidos, Inglaterra y Rusia.

Los líderes del pueblo indígena interpretaron que su presencia era una amenaza a su cultura y tradiciones, reconoció Goldman.

El sociólogo Marco Garabito consideró que en la expulsión medió el hecho de que históricamente los indígenas -42% de los 15 millones de guatemaltecos, aunque ellos sostienen que son 60%- han sido marginados.

Fuente:noticias.terra.com.mx

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