En nombre de la barbarie

ANA JEROZOLIMSKI

Steven Sottlof, convertido en “el segundo mensaje al Presidente Obama“, fue decapitado. Asesinado por el jihadista psicópata y fanático que como un verdadero animal le cortó la cabeza con un cuchillo, este periodista norteamericano, que resultó ser también judío y ciudadano israelí, pasó a la negra historia de la oscuridad.

El Estado Islámico impone el terror, mata por doquier a todo aquel que se le cruza en el camino, y deja la sensación de un avance desenfrenado que por sus métodos sanguinarios, parece invencible. Pero no lo es. Depende solamente de quienes deben vencerlo, que se animen a hacerlo. A pararlo.

Lo primero es tomar conciencia acerca de lo que está en juego. Y eso pasa por no discernir si atacar o no a estas bestias, dependiendo de dónde están. No puede ser en Irak sí y en Siria no…Esto pasa por no pensar en intereses sino en valores…los valores de la humanidad que están en peligro. Y decimos “de la humanidad” porque no pueden ser solamente los occidentales, los valores judeo cristianos. No. Deben ser los de todos aquellos que aunque difieran en sus sistemas de gobierno, sus creencias religiosas y sus formas de vida, tienen como común denominador el deseo de vivir con normalidad, en paz, sin violencia. Y claro que eso incluye a pueblos de Oriente.

Quizás el secreto debería hallarse en que ellos sean los primeros. Que sus víctimas inmediatas sean capaces de oponerse, de decir “ésto no”. Nunca podrán sin ayuda de afuera.

El experto en Islam radical del Instituto de Investigaciones de Seguridad Nacional en Tel Aviv, Yoram Schweitzer, escribió días atrás sobre el gran problema que supone la serie de normas que el Estado Islámico está imponiendo, transmitiéndolas a las nuevas generaciones de jihadistas, y que podrán seguir circulando también si eventualmente la organización es derrotada. Pero explica que el gran peligro es que en sus filas hay también fanáticos peligrosos, que son ciudadanos de países europeos: Gran Bretaña, Francia, España, entre otros. El propio asesino decapitador es ciudadano británico.

Esto requiere mano de hierro contra el extremismo, mano dura contra toda violación no sólo de las leyes de un país democrático,sino del espíritu de los ideales en base a los cuales se vive en el mundo libre. Cero tolerancia ante quien incita al odio y usa la democracia en la que vive, para llamar a su destrucción.

No nos gustó nunca el término “choque de civilizaciones”. Por cierto no cuando se pone de un lado a unas religiones y del otro, a una tercera. Pero si por civilización entendemos una forma de vida y de encarar el mundo, de respetar al prójimo y su forma de vivir- siempre y cuando no nos la quiera imponer a nosotros-, teniendo del otro lado todo lo contrario a ello..entonces sí…es ellos, o nosotros.

Fuente:uypress.net

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