DINA SIEGEL VANN
El conflicto en Gaza ha revelado fracturas políticas porque los sectores de opinión de cada país han querido buscar culpables.
El fin de estación es buen momento para echar una mirada retrospectiva a los meses transcurridos, especialmente cuando nuestra región latinoamericana ha sido impactada con tal intensidad por los últimos desarrollos en Medio Oriente. Por mucho tiempo vivimos bajo la impresión de que estábamos exentos de la vorágine mesoriental, concentrándonos en nuestros propios desafíos que son muchos más allá de los logros y avances. Lo que ha reflejado la última crisis en la Franja de Gaza son los vasos comunicantes entre dichas zonas que transportan de ida y vuelta coincidencias, complicidades y también lamentablemente atavismos.
En nuestras tierras americanas hemos testimoniado el cruce de líneas rojas. Más allá de la crítica legitima a políticas o comportamientos de Israel y de su derecho a la autodefensa ante la tormenta constante de misiles contra sus centros poblacionales o las distintas posturas ante soluciones para dar fin a la confrontación entre palestinos e israelíes, hemos visto un verdadero festín de verborragia antisemita de una crudeza sin precedentes, disfrazada o no en el ropaje innovador y políticamente correcto del anti-sionismo. En efecto, comunidades judías han experimentado niveles récord de hostilidad en círculos oficiales, políticos, mediáticos e intelectuales, particularmente en la twitosfera.
En contraste con Europa, donde el fenómeno ha adquirido tonos y expresiones que nos remontan a los años pre Holocausto y que han causado una profunda sensación de deja vu de nuevo, la mayoría de las expresiones y episodios antisemitas en América Latina se habían mantenido básicamente en los márgenes. En general, las crisis en Medio Oriente habían sido capitalizadas por sectores minoritarios con posturas en muchos casos rabiosamente anti-americanas.
Aunque corremos el riesgo de expresar lo obvio, Latinoamérica no es una región homogénea. Sus gobiernos adoptan políticas domésticas y exteriores basadas en variables que incluyen memoria y principios históricos, patrones socioculturales, circunstancias políticas, públicos influyentes, intereses nacionales e incluso ambiciones personales.
Es significativo, sin embargo, que justamente los países que fueron los más extremos en la expresión de sus posturas sobre la crisis en Gaza comparten elementos similares. Por ejemplo, comunidades palestinas influyentes que como en Chile —con más de 400,000 integrantes— mantienen una postura irreductible que no contempla la coexistencia entre palestinos e israelíes sino una lucha a ultranza y la desaparición del Estado judío. Lamentablemente estas actitudes extremistas han derivado en expresiones que vulneran los derechos y la seguridad de sus compatriotas judíos y en fracturas que amenazan la paz social de todos los chilenos. Un llamado por parte de la Presidenta Bachelet a comportamientos más civiles y responsables estaría a la orden.
Otro factor compartido es la inclusión del conflicto de Medio Oriente en agendas domésticas y regionales. El caso de Venezuela es emblemático. El presidente Maduro, al igual que su antecesor, utilizó la crisis en Gaza para distraer la atención de políticas económicas fallidas, de derechos políticos acotados, del crimen rampante y del creciente descontento popular. Venezuela continúa siendo uno de los únicos países en el mundo donde los medios oficiales alientan la expresión del antisemitismo. Es verdaderamente inconcebible que a pesar de los agudos problemas de desabastecimiento que aqueja a las grandes mayorías, el régimen venezolano haya enviado, ya en dos ocasiones, más de 20 toneladas de alimentos a Gaza como parte de este teatro político.
Por el otro lado casi todos los miembros de Mercosur emitieron un comunicado en contra de Israel. Es inexplicable como un bloque netamente comercial, en este caso y solo en este caso, decidió pronunciarse sobre temas que le son ajenos. UNASUR estuvo a punto de un comportamiento similar en una cumbre a realizarse en Montevideo. Pero el Presidente Mujica, quien había concitado el enojo de muchos al haber caracterizado injustificadamente al Estado de Israel como genocida, evocando una relación cercana que se remonta hasta antes de la creación del Estado de Israel, pospuso dicha Cumbre.
Un elemento adicional fue la erosión de diques de contención en el discurso público, lo cual permitió la expresión de argumentos que demonizan a Israel, analogías obscenas entre la narrativa del Holocausto y el conflicto entre palestinos e israelíes, y acosos contra las comunidades judías locales cuestionando su lealtad a su país de nacimiento. Manifestaciones multitudinarias en las calles latinoamericanas, convocadas y dirigidas por figuras públicas, tildaron a Israel de genocida. No recordamos expresiones vociferantes de este tipo contra masacres como la que ha realizado el Gobierno de Siria contra sus propios ciudadanos y que ha resultado en 140.000 víctimas y millones de desplazados o los designios genocidas de ISIS contra cristianos y otros musulmanes.
No es coincidencia que países con lazos políticos y económicos cercanos a EE UU incluyendo México, Guatemala, Colombia Panamá y Paraguay fueron más balanceados en sus pronunciamientos y en el comportamiento de su opinión pública y publicada. Perú fue la gran sorpresa dada su afiliación a la Alianza del Pacifico. De hecho, Israel fue el primer país invitado como observador. Quizás el presidente Humala fue presionado por sectores en el congreso peruano que han bloqueado sus iniciativas y es por ello que cedió y llamó a su embajador en Israel a consultas.
Este también fue el caso con El Salvador. Con una diáspora en EE UU casi numéricamente paralela a su población y una fuente importantísima de remesas en momentos de estancamiento económico y la pendiente reforma migratoria que beneficiaría a millones de sus connacionales, el gobierno del Presidente Sánchez Cerón votó en contra de sus propios intereses y se alineó con países con fuertes posturas antiestadounidenses.
¿Qué significado tendrá este lamentable capitulo para la región? El cese de fuego en Gaza se mantiene por el momento, pero la tormenta causada ha dejado profundos estragos. Ha revelado fracturas políticas y sociales en muchos países cuyos gobiernos y sectores de opinión han caído en el juego histórico de buscar culpables tanto externos como internos.
Esperemos que esto no traiga aparejados escenarios dramáticos como aquellos vividos en otras épocas y latitudes.
Dina Siegel Vann es Directora del Arthur and Rochelle Belfer Institute for Latino and Latin American Affairs del American Jewish Committee en Washington, DC. Email siegelvannd@ajc.org o Twitter @AJCLatino
Fuente:elpais.com
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