LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
El Año Nuevo Judío.
Esta semana se celebra el año nuevo judío, 5775 años de un pueblo que, a través de su longeva existencia, ha enfrentado múltiples dificultades, al final de cuentas es “el pueblo elegido de Dios”. Toda mi vida he sido un judío secular, no obstante, me siento estrechamente vinculado a la tradición judía y a Israel. En el último lustro, como parte de mi desempeño profesional, he escrito más de 200 artículos sobre judaísmo, antisemitismo, el Estado de Israel, el fundamentalismo islámico y el Holocausto; de este último, de alguna forma, soy una especie de “sobreviviente”; aunque mis padres y un hermano de mi papá llegaron a México, alrededor de 1932, el resto de sus numerosas familias fueron víctimas de los nazis; mi niñez se vio impregnada por este infausto suceso que dejó una profunda huella en mi ser, sobre esto ya he escrito en mis primeras Crónicas.
Mis padres, con toda su idiosincrasia judía, no celebraban las fiestas de esta fe; en contadas ocasiones fui con ellos y con mis hermanos a las fiestas de sus amigos. Las primeras celebraciones del año judío en las que participé con amigos míos fueron las que se realizaron en el Ijud, la Organización Juvenil Judía a la que pertenecía cuando era adolescente, después fui invitado por los padres de, en aquél entonces, mi novia, Sari, quien posteriormente fue mi esposa, a la celebración del año nuevo y otras festividades judías. Cuando mi hijo y mi hija mayores se casaron al inicio de los noventas, ellos se encargaron de organizarlas; a las mismas se agregaron después mis nietos. Paralelamente, nuestros amigos Bila y Abraham nos convidaron a celebrar las fiestas con sus hijos y con otros amigos; por cierto, Bila ha servido en ellas una “orgía gastronómica” de la cocina judía. En algunas ocasiones fui invitado por mi ex consuegra y participé con mi familia en la festividad de la pascua judía en el templo Bet Israel.
Para el “banquete” de Rosh Hashaná de este año la situación ha cambiado sustancialmente; mi hija mayor, quien siempre organizaba la fiesta, me dijo que solo la llevaría a cabo entre sus dos hijos y su esposo. Mi hijo mayor, no me mencionó nada, empero, me enteré que la celebraría con la familia de su novia; mi hija menor y su esposo seguramente hicieron la celebración con los padres de él; no nos invitaron, quizá porque no somos judíos practicantes como ellos y no “merecemos compartir” la alegría de la fiesta. Afortunadamente Chico y Lea, nuestros amigos de Brasil nos invitaron a su casa en donde veremos a Bila y Abraham. La desintegración de mi familia avanza, no me consuela que este proceso se generalice en muchos hogares. Después de todo, nuestras fiestas son cada vez más apáticas, medio mundo está entretenido en sus “juguetitos electrónicos” y en su mundo egocéntrico.
En este contexto, Rosh Hashaná tiene un significado de renovación, iniciar un nuevo ciclo en el que básicamente fijo metas de corto plazo, a mi edad no es ilógico pensar en las de largo plazo, lo importante es contar con buena salud y esforzarse por mantener un espíritu positivo frente a las adversidades que puedan presentarse. A mi familia, amigos y lectores, sean judíos o gentiles, les deseo Shaná Tova Umetuka: un feliz y dulce año nuevo.
Desastres Ecológicos
En cuanto a lo que sucede en México, me preocupa la conducta irresponsable ante la sociedad de legisladores, políticos, servidores públicos, y, cada vez más, de los empresarios. En este sentido, el pasado 6 de agosto se registró en Sonora, en la mina Buena Vista del Cobre, del Grupo México, propiedad de Germán Larrea, considerado como el tercer hombre más rico de México, un derrame de 40 mil metros cúbicos de ácido sulfúrico que contaminó los ríos Sonora y Bacanuchi, cuyos afluentes atraviesan siete municipios sonorenses donde viven 22,000 habitantes que fueron afectados al suspenderse el servicio de agua para consumo humano y para actividades agropecuarias. El Grupo México, en una actitud verdaderamente deshonesta, atribuyó a las lluvias el derrame de los contaminantes; lo cierto es que la minera tenía la obligación de tener tres piletas de contención del sulfato por si se desbordaba una tener la otra como reserva, y en caso de que esta también se rebasara era necesaria una tercera pileta; sin embargo, la empresa solo tenía una, con capacidad para 40 mil metros cúbicos, la segunda se encuentra en construcción y la tercera no existe. Cuando las autoridades comprobaron que no había llovido, los directivos del Grupo México aceptaron “que les falló la soldadura de un tubo y se les desbordó la única pileta existente”. La empresa no ha revisado sus instalaciones desde hace un año por lo que en la práctica está operando en la clandestinidad; adicionalmente, ha ocultado que hay tres grandes contenedores de agua totalmente contaminados y que la recuperación de todo lo afectado, tardará cuando menos siete años.
En este contexto, el gobierno federal anunció la creación de un fideicomiso de dos mil millones de pesos que los responsables de la contaminación están obligados a aportar para cubrir la afectación, adicionalmente a las multas que les impondrá la Semarnat al ecocidio, le saldrá barato al Grupo México si se considera que sus ingresos anuales suman varios miles de millones de dólares al año. Algunos legisladores han sugerido que se retire la concesión de la mina al Grupo México y se consigne penalmente a los responsables de los hechos; si bien este castigo afectaría seriamente a la economía regional, la designación de una nueva concesión podría otorgarse a otra compañía que esté dispuesta a cumplir con la ley.
La crisis de la minera Buena Vista del Cobre no solo provocó la contaminación de los ríos mencionados, sino que evidenció la complicidad del gobernador de Sonora con el Grupo México, porque le ayudó a encubrir la tragedia ecológica; empero, al mismo tiempo salió a la luz que un rancho familiar de Padrés, enclavado en la zona del derrame tenía una represa construida ilegalmente, lo que le llevó a un enfrentamiento con el Gobierno Federal. La presa que Padrés denominó un “bordo”, con capacidad de 4 millones de metros cúbicos de agua, comenzó en 2011, aprovechando de manera ilegal las aguas del arroyo Manzanal y el río Bacanuchi. El rancho de Padrés, de tener un valor de cinco millones de pesos en julio del 2011, subió a 260 millones en el 2014. En días pasados, ante las fuertes lluvias que cayeron en el rancho de Padrés, la presa se “desplomó”; no obstante, se sospecha que fue “dinamitada” para borrar evidencias de cómo fue construida; en todo caso el Grupo México y el gobernador de Sonora representan una clara evidencia de la corrupción que existe en el país.
La situación de Sonora evoca a la de Guerrero, en donde hace un año dos tormentas tropicales: Ingrid y Manuel, provocaron severos daños en cerca de mil localidades de esa entidad, casi 300 mil damnificados y numerosos muertos; si bien no se pueden evitar los desastres naturales, sí disminuir su impacto; en Guerrero los daños se debieron en buena medida a la irresponsabilidad de las autoridades que permitieron indebidamente la construcción de viviendas en zonas peligrosas como los cauces secos de ríos o lagunas. Hace un año el Gobierno Federal prometió que se deslindarían responsabilidades para castigar a los culpables; hasta ahora no ha pasado nada. La corrupción es un cáncer que corroe a México, es el mayor desafío que tiene la sociedad mexicana para salir del marasmo en que vive.
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