El caso sirio: un desafío más complicado que el iraquí

ESTHER SHABOT

La persistencia del dominio de Bashar al-Assad significa que en ese caso no es uno el enemigo a combatir, sino dos.

Combatir y derrotar al Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) se ha convertido en una causa abrazada por un amplísimo abanico de naciones las cuales a pesar de diferencias profundas entre ellas respecto a un sinnúmero de áreas, hoy están dispuestas a unir fuerzas y soslayar sus viejas rencillas a fin de gestar una política coherente que logre detener los avances de este salvaje ejército de fanáticos. La coalición multinacional recientemente armada por Estados Unidos y a la que cada día se van añadiendo nuevos miembros ha decidido operar fundamentalmente mediante ataques aéreos contra las bases del ISIS. Sin embargo, hay consenso entre analistas militares y políticos de que estas acciones no bastarán para cumplir con sus objetivos, y que sin una campaña paralela en tierra tendiente a desarticular de manera directa a las posiciones yihadistas, la empresa fracasará.

En ese sentido, la situación en Irak ofrece la ventaja de que se cuenta con la vital participación en tierra del ejército nacional iraquí y de las milicias peshmergas que actúan en la zona del Kurdistán. Se presume que el nuevo primer ministro de Irak, Haidar al-Abadi, será mucho más eficiente que su antecesor para conjuntar fuerzas locales opuestas al ISIS y que su coordinación con los kurdos y con la coalición multinacional ofrece un panorama relativamente más optimista que el presentado por la situación que prevalece en territorio sirio. Y es que, en efecto, Siria constituye un hueso más duro de roer, ya que la persistencia del dominio del régimen de Bashar al-Assad sobre una parte sustancial del país significa que en ese caso no es uno el enemigo a combatir, sino dos, con la complicación de que ambos son a su vez, enemigos entre sí.

Un análisis serio de este reto indica así que no obstante la dureza y precisión de los bombardeos aéreos de la coalición sobre blancos en Siria, mientras no haya una autoridad central confiable en Damasco que conduzca la campaña terrestre contra los avances del ISIS, será imposible detener a los yihadistas del Estado Islámico. Teóricamente habría en ese sentido tres alternativas. La primera, permitir y fomentar que Al-Assad retome el control total del país, lo cual constituiría una solución aberrante e inoperante dado el historial que lo precede. La segunda, con la que coquetean aún varios miembros de la coalición estriba en intensificar la ayuda a los grupos rebeldes sirios moderados para que consigan hacerse del poder central, cuestión prácticamente imposible dada la fragmentación y debilidad que aquejan a estos grupos golpeados y diezmados tras más de tres años de guerra civil. Queda así tan sólo la tercera opción la cual fue sugerida por el primer ministro británico, David Cameron, hace un par de días: se necesita “un gobierno central sirio comprehensivo” para derrotar al ISIS.

¿Qué se entiende por “gobierno comprehensivo”? Probablemente alude a la propuesta presentada en la primera conferencia de Ginebra en junio de 2012 consistente en armar un gobierno de transición mixto integrado por oficiales del régimen y de la oposición, pero sin la figura de Al-Assad quien debería dimitir. En aquel entonces la citada propuesta no fue aceptada por ninguna de las partes, además de haber sido saboteada por Irán y Rusia. Hoy la idea se recicla a la luz de la amenaza representada por el ISIS (y por otros grupos radicales como el Frente Al Nusra). Y bien podría especularse que Cameron está lanzando el mensaje a diversos protagonistas de este drama, en especial a Irán y Rusia, de que un gobierno de transición de ese tipo y sin Al-Assad, es tal vez la única forma de combatir con eficacia a ISIS en territorio sirio. Habrá que ver si la alarma rusa e iraní acerca de la peligrosidad de esta agrupación yihadista es suficiente como para decidirlos a abandonar a su viejo aliado, Bashar al-Assad.

Fuente:excelsior.com.mx

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esther shabot: Licenciada en Sociología (Universidad Nacional Autónoma de México, 1980), con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). Docente en la ENEP Acatlán, UNAM (1984-1994), impartiendo las materias «Medio Oriente en el siglo xx» e «Historia Mundial del siglo xx». Actualmente es profesora en diversas universidades e instituciones educativas mexicanas privadas. Desde 1986 es columnista semanal en el periódico Excélsior donde trata asuntos internacionales. Formó parte del equipo de investigación y redacción del libro documental Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México en la primera mitad del siglo xx (1992). Es coautora de Humanismo y cultura judía (1999) y coordinadora de El rostro de la verdad. Testimonios de sobrevivientes del Holocausto en México (2002). Redactora de la entrada sobre «Antisemitismo en México», en Antisemitism: A Historical Encyclo-pedia of Prejudice and Persecution (2005).