ROSA MENESES
Médicos Sin Fronteras lanza una web multimedia para narrar la vida de las víctimas.
Un conflicto de más de tres años, con casi 200.000 víctimas mortales y que ha ocasionado la huida de nueve millones de personas de sus hogares -casi tres millones se han refugiado fuera del país y el resto son desplazados dentro de sus propias fronteras-. Es la radiografía de la contienda de Siria, que ha provocado la mayor crisis humanitaria de los últimos 20 años. La fotografía es el drama diario que sufren las personas a las que la guerra les ha arrebatado sus vidas, sus seres queridos, su futuro.
Más allá de los números y las macabras estadísticas que nos deja la guerra de Siria, está su alcance, esos invisibles tentáculos que han destruido todo a su paso, hasta los detalles más sencillos de la vida: un desayuno en familia, el camino al colegio, las tardes de paseo, el cariño de una madre.
La organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF) acaba de lanzar un proyecto documental multimedia, ‘El coste de la guerra’, para contar cómo es la vida de las víctimas en medio del conflicto y del personal sanitario que intenta paliar su dolor. Una serie de documentales y fotografías narran lo que ocurre en un solo día en diferentes lugares asediados por los efectos de la contienda bélica de Jordania, Líbano e Irak.
Por la falta de seguridad, la organización no ha podido realizar sus documentales dentro de Siria, donde también está presente. De hecho, el secuestro de cinco miembros de MSF por un grupo armado en el norte de Siria retrasó el lanzamiento del proyecto. Allí dentro, las dificultades son extremas. “Los desplazados internos se encuentran en asentamientos que no tienen la organización de los campamentos que hay fuera del país y, por tanto, tienen más dificultades en cuanto al acceso sanitario, al agua y la comida”, explica Aitor Zabalgogeazkoa, jefe de misión de MSF en Siria durante los dos últimos años.
Acceso complicado
“Estos lugares son más vulnerables al entorno de la guerra en incluso han sufrido ametrallamientos y bombardeos. Están más expuestos al conflicto y el acceso de la ayuda humanitaria es más complicado porque la seguridad amenaza la distribuciones de comida o material de primera necesidad, se interrumpe el flujo de convoyes…”, añade.
Más de tres años de guerra han devastado psicológicamente a la población civil. “Se nota mucho el cansancio, el pensar que no hay salida, en los programas de salud mental. El estrés postraumático empezará a verse ahora”, subraya este coordinador de MSF.
Siguen llegando refugiados a las fronteras sirias con Turquía, el Líbano, Jordania e Irak. “El perfil del refugiado de hoy es más vulnerable que los que llegaron hace dos años. Primero porque los que salen ahora ya han agotado todos sus recursos económicos, sus ahorros hasta el punto de no poder pagar un autobús que les saque de allí. También porque tienen peores capacidades para hacer frente a la situación, están más traumatizados y han perdido a familiares”, explica Zabalgogeazkoa.
Una sonrisa en medio de la tragedia
A pesar de que hayan sentido el atroz zarpazo de un misil, hay refugiados que mantienen la esperanza con la ayuda de los médicos que trabajan sin descanso para MSF. Como Rukaya, una niña de 14 años que no deja de sonreír cuando habla con el doctor Haydar Alwash, cirujano iraquí que un día también fue refugiado y que desde hace años trabaja con este organismo humanitario.
Rukaya caminaba con su madre en su ciudad natal cuando la zona fue bombardeada. No recuerda nada, sólo la sensación de que sus piernas se derretían. Cuando despertó en Ramtha -en la frontera jordana- supo que su madre había muerto y que habían tenido que amputarle ambas piernas. Resiliencia no sólo forma parte del vocabulario de las víctimas, sino de su lucha diaria.
Aitor Zabalgogeazkoa explica de dónde sacan los médicos y los cooperantes de MSF la fortaleza interior para enfrentarse cada día a tanta tristeza. “El trabajo que haces puede ser a veces frustrante, pero vale para algo. Cuando hemos estado trabajando en los hospitales y vemos que la gente afectada puede salir adelante, esto es lo que nos hace creer en lo que hacemos”.
“Me choca, por ejemplo, en Alepo, la normalidad con la que la gente asumía los bombardeos. Esa fatalidad que se ha instalado en ellos. Se ve en que los niños lloran menos que en otros sitios”, evoca el coordinador.
Fuente:elmundo.es
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