Enfermedad: significados

ARNOLDO KRAUS

En el prólogo de Yo también soy. Fragmentos sobre el otro (Taurus, México, 2000), de Mijaíl Bajtín, Tatiana Bubnova, escribe: “Percibimos este mundo mediante una óptica triple generada por mis actos llevados a cabo en presencia del otro: yo-para-mí, yo-para-otro, otro-para-mí”. En el universo de Bubnova, de Bajtin y de Emmanuel Lévinas, la persona requiere de otro ser humano para significarse. El yo-para-mí funciona con limitaciones: “no se es”, no se trasciende, si la persona no se nutre y se apoya en el otro, en los otros. Verse y arroparse en el otro es necesario.

Con los enfermos la idea previa es vital; los significados de la enfermedad provienen de la percepción del doliente y de la comprensión y aproximación de quien escucha o se encarga de él-ella, amigos, familia, médicos. La patología se comprende mejor cuando otro observa, toca y dialoga con el afectado. Entrar en la enfermedad permite entrar en el enfermo.

Cuando las capacidades intelectuales declinan o los cuerpos se quiebran, el intercambio propuesto por Bubnova se modifica. Ejemplo palpable son los enfermos con traqueotomía: el procedimiento imposibilita hablar, y en muchos casos, debido a la magnitud de la enfermedad, impide escribir; la incomunicación deviene sufrimiento. Cuando mejoran y pueden expresarse, la mayoría revive esos momentos con dolor. Para algunos, la imposibilidad para comunicarse escuece más que la enfermedad. La mirada perdida de los pacientes buscando encontrar lo que en otro tiempo tuvieron, retrata el dolor de la incomunicación. Lo mismo sucede con las personas cuyas capacidades intelectuales empiezan a deteriorarse.

La falta de contacto y la imposibilidad de relacionarse con otras personas lacera y modifica el concepto de persona. En ese entorno, el otro, los otros, son imprescindibles. ¿Deja de ser persona el adulto imposibilitado para comunicarse, cuya capacidad para expresar sentimientos e ideas ha mermado?, ¿deja de serlo quien carece de voluntad y autonomía, quien depende absolutamente de otros sin los cuáles peligra su vida? Las preguntas previas son crudas y las respuestas son complejas. Responder “sí” o “no” es inadecuado. El reto es individualizar. Algunas personas y sus familiares optarían por pervivir todo el tiempo posible a pesar de la imposibilidad de razonar; otro segmento poblacional buscaría terminar con la vida cuando relacionarse con otros no sea factible.

Los enfermos con afectaciones mentales pierden en grados diversos la capacidad de razonar y reflexionar. Cuando la lucidez regresa, hay quienes abordan sus necesidades y su realidad de otra forma, desde otra perspectiva (con lo que pueden y tienen).
Enfermedad y dolor remodelan el entorno interno. Copio de un cuaderno algunas reflexiones de pacientes cuyas capacidades intelectuales empezaban a alterarse. En todos alternaban periodos de lucidez y confusión. Las he modificado e interpretado:
—Mi cerebro ha enfermado. Padece algo así como una sífilis psicológica. ¿Sífilis?, interrumpo. Sí, sífilis: un día una amputación, al día siguiente un nuevo hoyo. Imposible de reparar. “¿No hay cómo entenderse con su nuevo cerebro’”, interrumpo de nuevo. Las lagunas en mi cerebro son inmensas. Son como muñones: lo que había ya no está.
—El desván de mi memoria se encuentra vacío. Me esfuerzo, busco en mis cuadernos, pregunto a familiares y amigos, nada sirve.
—Ninguna pérdida es igual a otra pérdida y ningún vacío es igual a otro. “¿Qué tanto siente haber perdido?, ¿qué tan profundo es su vacío?”, le pregunto. La cabeza, cuando no funciona, duele y pesa. No hay cómo curarla, no hay cómo cargarla. El vacío, cuando aparece y no hay como rellenarlo, te jala, te marchita…
—Mis deseos están impregnados de pasado. Cuando la lucidez regresa, me alegro al recordar el pasado. Al cabo de un rato me lleno de tristeza: mi cabeza lo sabe, queda poca vida. No hay como recomponer.
—Mi padre, me dijo un enfermo nonagenario en su lecho de muerte, escribió una nota. La he guardado, la he memorizado, “No te abandones ni permitas que la vida te arrastre, te borre” Mientras atestiguo mi deterioro intelectual más me acerco a mi padre.

Las ideas previas provienen de personas cuyas capacidades intelectuales fluctuaban. Dicen mucho, dicen lo que pueden decir. Quienes escriben notas lo hacen para ellos, pero sobre todo, para el otro, para otros, para sus otros.

*Médico

Fuente:eluniversalmas.com.mx

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Arnoldo Kraus: Arnoldo Kraus es médico. Imparte clases de ética médica en el posgrado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es miembro del Colegio de Bioética. Colabora semanalmente en el periódico La Jornada, así como en diversas revistas culturales. Autor de textos indispensables en el debate nacional en torno a la bioética. Ha publicado ocho libros. Morir antes de morir. El tiempo Alzheimer (Taurus, 2007). En 2010 apareció bajo el sello Almadía un libro de ensayos intitulado Aproximaciones a la muerte.