Hitler había confiado hasta el final en las «armas asombrosas» para tornar a su favor el curso de la guerra

VÍCTOR JAVIER GARCÍA MOLINA

Aviones a reacción y proyectiles dirigidos se hicieron realidad, pero los aliados lograron neutralizar la bomba atómica alemana.

Hasta el último momento Hit­ler confió en las nuevas armas a las que se había referido en varias ocasiones y con las que espe­raba aún dar un giro radical a la gue­rra.

Algunas no pasaban de ser fanta­sías, otras no llegarían a estar operati­vas, pero varias de ellas recibieron su bautismo de fuego, aunque sin los ra­dicales efectos esperados: rayos de la muerte, cañones subsónicos, bombas térmicas, carros de combate de escala gigantesca; inventos delirantes… Pe­ro, también, misiles balísticos, cazas y bombarderos a reacción, nuevos ga­ses tóxicos y la bomba nuclear. El ca­tálogo de las armas secretas nazis no tiene parangón.

Desde su llegada al poder, Adolf Hitler, decidido a tener las fuerzas armadas más poderosas de Europa, alentó el desarrollo de cualquier ha­llazgo tecnológico que pudiese otor­gar ventaja en el campo de batalla. Sin embargo, la anárquica estructu­ra del propio régimen, con múltiples organismos que se solapaban unos a otros y rivalizaban entre ellos por los recursos, hizo que ese esfuerzo inves­tigador se diluyese entre la maraña del organigrama del poder nazi.

«Wunderwaffe»

A medida que el signo de la guerra se volvía desfavorable para Alemania y se veía más clara la incapacidad de obtener la victoria por medio de las armas convencionales, la confianza de Hitler en sus Wunderwa­ffe, o armas asombrosas, aumentó exponencialmente, no siendo aventu­rado conjeturar que fue uno de los fac­tores que contribuyeron a alargar la guerra, no tanto por su influencia en el combate, sino por la fe ciega que el líder nazi depositó en ellas.

El mues­trario de las Wunderwaffe abarca to­dos los campos de la investigación, aunque, debido a las características de las fuerzas armadas alemanas, su doctrina militar y sus intereses estra­tégicos, la aviación, los submarinos y los carros de combate fueron los sectores que más investigación y re­cursos consumieron y que, sin duda, proporcionaron las armas que más podían haber afectado al desarrollo de la contienda.

Así, el Messerschmitt Me262 fue el primer avión a reacción operacional de la historia y un arma verdaderamente excepcional para su época, que podía haber devuelto la hegemonía a la Luftwaffe en la lucha por el aire. Su aparición en los cielos en abril de 1944 fue una sorpresa para los aliados, que no podían competir con las prestaciones de este magnífi­co avión.

Sin embargo, su historial de combate se vio lastrado por las penu­rias de combustible, las limitaciones operativas y las demoras provocadas en su producción por las objeciones de Hitler para su uso como avión de caza. Otros pioneros fueron el Arado Ar234, el primer bombardero a reac­ción, aunque fue fabricado en escaso número, el Horten Ho229, el caza-misil Bachem Ba349 o el Me163 Komet, pro­pulsado por cohete… Los diseños de aviones alemanes se adelantaron sin duda a su tiempo.

«Vergeltungdwaffen»

Sin embargo, los misiles fueron quizás la parte más im­portante del desarrollo armamentísti­co nazi: en la base de Peenemünde se desarrollaron las Vergeltungdwaffen, las «armas de la venganza», la res­puesta al bombardeo de las ciudades e industrias del Reich por parte de los aliados.

Las V1 y sobre todo las V2 (los primeros misiles de la historia) sem­braron el terror en Europa occiden­tal, sobre todo en Inglaterra y Bélgica durante los últimos años de la guerra. Pero la falta de precisión, en el caso de las V1, y lo escaso de su número y tardío de su puesta en servicio, en el caso de las V2, libraron al mundo de la venganza nazi.

Más aterrador resulta comprobar lo adelantada que estaba la fabricación de un artefacto nuclear por Alemania. El Proyecto Uranio de desarrollo de una bomba atómica comenzó al poco tiempo de descubrirse la fisión nu­clear, en los meses previos al inicio de la guerra. Durante toda la contienda no cesaron los esfuerzos para conseguirla, al igual que se duplicaron los intentos aliados para neutralizar esa amenaza.

Las plantas de «agua pesada», indispen­sables para la fabricación de la versión alemana de la bomba, fueron objeto de acciones de comando y bombardeos, como también lo fueron los transpor­tes de dicho material. Finalmente las acciones de los aliados dieron su fru­to y Hitler no llegó nunca a tener esa arma terrible en su panoplia militar.

Respuesta al bombardeo estratégico aliado

Planteada para minar la moral de la población alemana, la Cam­paña de Bombardeo Estratégico de Alemania se decidió a princi­pios de 1942 y pasó por varias fa­ses, durando hasta el final de la guerra. Las ciudades más pobla­das del Reich sufrieron los bom­bardeos de la RAF y de las llama­das «fortalezas volantes» ameri­canas: Colonia, Hamburgo, Kassel, Berlín y, al final de la guerra, Dres­de, en un ataque cuyas víctimas y destrucción son sólo comparables a las que causarían las bombas ató­micas.

Los bombardeos no provo­caron merma en la moral del pue­blo alemán (aunque sí un gran re­sentimiento hacia los aliados), pero menoscabaron de manera conside­rable los efectivos de la Luftwaffe. La respuesta de Hitler fue sus «ar­mas de la venganza»: V1 y V2, aun­que sus efectos fueron mucho me­nores de los deseados.

Los personajes

Wernher von Braun. Padre de las ‘V1’ y ‘V2’.

Uno de los más importantes ingenieros aeronáuticos del siglo XX, Wernher von Braun es el responsable del diseño de las armas de represalia V1 y V2, que, a pesar de sus imperfecciones, produjeron —sobre todo la V2— un enorme impacto en la población civil del momento. Tras el fin de la contienda, Von Braun fue captado por los servicios secretos de los EEUU e incorporado a sus proyectos científico-militares a cambio de que no se presentaría ningún cargo contra él por el empleo de mano de obra esclava en los trabajos realizados en el desarrollo de dichas armas. Nacionalizado americano, fue el más decisivo de los arquitectos de las misiones de la incipiente NASA, la agencia aeroespacial estadounidense, y la imagen del programa Saturno, que hizo posible la llegada del hombre a la Luna.

Fuente:www.abc.es

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