PILAR RAHOLA
El grito de alerta es del Papa Francisco a Ronald Lauder, presidente del Congreso Mundial Judío: “Antes sufrieron los judíos, ahora es el turno de los cristianos”. Al tiempo, la periodista libanesa y fundadora del American Congress of Truth, Brigitte Gabriel, se expresó en términos igualmente dramáticos en el Jerusalem Post: “Somos testigos de un genocidio contra los cristianos”, y hablando de la “metástasis” del integrismo islámico, desde Libia hasta Iraq, aseguró que el panorama para las minorías religiosas es sombrío. “Muy dura es la situación de las mujeres cristianas”, añadió. Y por citar una fuente en el terreno, la Oenegé Mechric (Comité Cristiano de Oriente Medio) ha lanzado un desesperado SOS al mundo por la persecución de los cristianos en las zonas de dominio islámico. Los datos le amparan: a finales del siglo XX la población cristiana de Oriente Medio se aproximaba al 20%. El último censo la sitúa en el 5%. Como afirmó el escritor Marcos Aguinis en La Nación argentina, el fanatismo islamista busca “un Medio Oriente Christenrein“, es decir, limpio de cristianos, después de haber logrado un Juderein en 1949, cuando se libró de la casi totalidad de los judíos que vivían por siglos en la zona.
Si además de la estadística, repasamos noticias luctuosas recientes, el panorama es desolador, desde las matanzas en Sudán, en Nigeria, en Iraq, en Siria, en Palestina y etcétera, hasta las persecuciones en toda la piel del islam. No olvidemos las leyes de las dictaduras del petrodólar contra los cristianos, o las famosas leyes pakistaníes contra la blasfemia.
Y a la par, en la piel occidental, imanes agazapados en los rincones de la democracia vertebran sus peroratas contra judíos y cristianos en mezquitas de nuestras ciudades. No hace mucho, Italia expulsó a uno de ellos, el ínclito imán Raoudi Aldelbar, que entre otras lindezas decía que Alá debía perseguirlos y matar hasta no dejar ninguno: “Haz que su comida se convierta en veneno y se convierta en llamas el aire que respiran”, aseguraba este delincuente con disfraz de hombre de Dios.
Y si repasamos los textos de la mayoría de los gurús actuales del islamismo radical, la idea de la superioridad del islam, el desprecio descarnado a cualquier otra opción religiosa y la obsesión por cruzados y judíos, conforma el ADN de la ideología.
Ciertamente, el panorama es tan grave como asegura Gabriel y tan alarmante como avisa el Papa Francisco y sin embargo, tal como pasaba con la persecución a los judíos, no preocupa, ni ocupa a casi nadie. ¿El motivo? Quizás porque el problema no es el yihadismo más salvaje, sino la persecución legal y aceptada del cristianismo en las dictaduras de los amigos. Si en Arabia Saudí no se puede mostrar una cruz, bajo pena de muerte, ¿qué esperemos que hagan los asesinos yihadistas? Sólo son la versión más salvaje de una ideología estructuralmente violenta.
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