BENI COTLER
Ante todo pido disculpas por tomarme el atrevimiento de dirigirme a los presidentes de los países que conforman el Mercosur. Yo soy un humilde argentino perteneciente a la clase media baja del país en que nací. Pero desde hace más de 25 años vivo en Tierra Santa, Israel, con orgullo de ser un judío argentino e israelí.
Pero preciso mencionar algunas cosas a ustedes, que están en un lugar muy alto, el cargo más elevado en cada uno de vuestros respectivos países.
Ustedes están tan alto que perdieron totalmente de vista lo que pasa bien abajo, donde están vuestros pueblos.
Desde esas alturas no distinguen a la pobre Sudamérica. No ven la pobreza, el hambre, la miseria, la delincuencia, el miedo, sin hablar de pequeñeces como desempleo, costo de vida, escasez de vivienda, y tantas otras cosas que soportan muchos millones de pobladores de esta empobrecida zona, y sin tocar el tema educación y salud.
Claro, están muy ocupados en cosas más importantes. Por ejemplo en la última reunión no resolvieron ninguno de los asuntos que les menciono más arriba; era más importante discutir y emitir una declaración contra un pequeño país que existe a duras penas, a cerca de 20 mil kilómetros de distancia.
Un país que nunca les hizo daño sino que siempre les ofrece ayuda cuando un desastre natural daña vuestros países. Un país donde gracias a que se dedican plenamente a la ciencia y a la tecnología, están ayudando a que ustedes y vuestra población tengan mejor asistencia médica y mejor tecnología para avanzar económica y socialmente. Un país que hace todo esto, y además cultiva las artes (música, literatura, plástica, etc.), y ayuda a elevar los niveles de educación, pese a que desde su nacimiento en las Naciones Unidas y su “bautismo” de fuego en 1948 invadido por 5 ejércitos que no lo querían dejar existir, vive en constante guerra de defensa de su vida.
Un país donde la libertad y la democracia son palabras mayores, buen ejemplo para muchos de ustedes. Un gobierno parlamentarista donde dentro de su Parlamento se oyen voces de sus enemigos exigiendo que el país desaparezca y no son llevados a juicio. Un país donde la Justicia es con mayúscula y no perdona ni a presidentes o primeros ministros si cometen una falta.
Un país donde todas las razas y todas las religiones son tratadas de igual forma, y con libertad de culto absoluta.
Por si Vuestras Excelencias no se han dado cuenta todavía, estoy hablando de ese pequeño país de 22.000 kilómetros cuadrados que se llama Estado de Israel, aunque debe soportar que ciertos energúmenos le digan “enemigo sionista”, punta de lanza del imperialismo occidental y otros epítetos. Un país con sólo 9 millones de ciudadanos, donde el 75% son judíos y el resto son árabes israelíes, de los cuales hay un 85 % de musulmanes y un 15% católicos.
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