GERARDO STUCZYNSKI*
Con la irrupción del Estado Islámico en tierras de Siria e Irak, el mundo ha asistido incrédulo a una violencia y crueldad inusitada, observando en vivo y en directo las espeluznantes escenas de decapitaciones, violaciones de infieles al Islam, lapidaciones de adúlteras, crucifixión de cristianos, terrorismo suicida, etc.
Es difícil desentrañar el motivo por el cual, las atrocidades cometidas por el Califato, despiertan menos sensibilidad y preocupación en la gente, los políticos e importantes medios de comunicación, que la última guerra de Gaza.
Aun así, muchos se encuentran desconcertados intentando explicarse y explicar, por un lado, la profunda solidaridad manifestada con el grupo terrorista palestino y por otro, la mayor toma de distancia posible ante los extremistas del Estado Islámico.
Es que todos los grupos integristas islámicos: los palestinos Hamás y Yihad Islámica, Hizbolá en el Líbano (apoyado por Irán), los Hermanos Musulmanes en Egipto, Al Qaeda en Afganistán, Pakistán y Arabia Saudita, Boko Haram en Nigeria, Al Nusra e ISIS en Siria e Irak, abrevan de las mismas fuentes. Consideran que la ley coránica, la “shaaría”, debe regir al mundo y comparten los mismos métodos, la misma ideología y la misma visión.
Para encontrar alguna diferencia que los reconforte, el primer impulso, es subrayar la reivindicación territorial que realiza Hamás contra la potencia ocupante. Sin embargo en los hechos, Israel no ocupa ni un centímetro de Gaza. En 2005 se retiró unilateralmente de todo el enclave, sin pedir ninguna contraprestación, con la intención de impulsar el proceso de paz. La respuesta de Hamás fue la destrucción e incendio de todos los establecimientos, industrias, invernaderos y casas abandonadas y el lanzamiento de cohetes sobre territorio y población israelí.
El segundo intento de explicación seguramente se referirá al aislamiento que sufre Gaza por el férreo control israelí. Si bien es cierto que Israel impone restricciones en los pasos fronterizos y bloquea el acceso por mar, es importante establecer la verdadera cronología. Luego de la desconexión unilateral, Hamás ganó las elecciones legislativas en 2006, y en 2007 dio un golpe de estado expulsando violentamente a la Autoridad Palestina. A medida que Hamás fue aumentando su poder hegemónico sobre la Franja, los ataques a territorio israelí con misiles se intensificaron. Las restricciones son la respuesta israelí a la construcción de túneles y al acopio y contrabando de armas que son utilizadas en su contra. El control aduanero pretende impedir el ingreso de material bélico y no implica un sitio, puesto que innumerables personas, pacientes, personal de organizaciones internacionales, mercaderías y ayuda humanitaria, traspasan las fronteras a diario, cosa que hacían incluso durante la guerra.
Solo resta apelar al tan manido argumento de la lucha por la creación de un Estado palestino. Aquí es importante aclarar que el Estado palestino, al que aspira Hamás, se ubica en lugar de Israel y no al lado de Israel. Para disipar cualquier duda al respecto nos ceñimos a lo que reza su carta fundacional. Su propio nombre significa “Movimiento de Resistencia Islámica”. Considera que su constitución es el Corán, su camino la Yihad (guerra santa) y que la verdadera paz sólo puede alcanzarse entre musulmanes, nunca con los “dhimmi”, monoteístas no musulmanes, como cristianos y judíos.
En tierra santa islámica “Dar El Islam”, está prohibido establecer un Estado “dhimmi”. Por tanto no reconocen el derecho de Israel a existir. Y la única vía para liberar lo que consideran tierra musulmana es a través de la lucha armada, expulsando o eliminando a todos los judíos que la habitan.
Para reforzar esta premisa, su acta constitutiva se remite a “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, un libelo antisemita apócrifo, según el cual, todos los males y las revoluciones del mundo, son causados por los judíos, que representan los valores occidentales y son contaminantes del Islam. Por eso merecen la ira de Dios y deben ser combatidos no sólo en Palestina, sino dondequiera que se encuentren.
El conflicto sería mucho más lógico y comprensible para nuestros parámetros, si se debiera a una lucha territorial. Sin embargo, Israel fue atacado en varias guerras que pretendían echar a los judíos al mar y fue víctima permanente de toda clase de atentados terroristas, mucho antes que controlara los territorios que hoy reclama la Autoridad Palestina. La razón es simple. Tal como lo afirma Hamás, la confrontación es de carácter religioso.
El hecho que Israel haya logrado sobrevivir y cuente con un poderoso sistema defensivo, no implica que los terroristas que lo agreden, tengan características diferentes a los que asesinan a cristianos, yazidíes y a otros musulmanes moderados en otras partes del mundo, pues persiguen idénticos fines.
En Occidente, nuestros valores y creencias, nos llevan a intentar explicar un enfrentamiento bélico en torno a intereses económicos, pues no asumimos que su verdadero motivo pueda ser una guerra religiosa. Aunque nos parezca inconcebible, las corrientes fundamentalistas islámicas, basadas en una particular interpretación de sus textos religiosos, han lanzado la guerra santa contra Occidente y contra los musulmanes moderados, cristianos y judíos de África y Medio Oriente.
Occidente debe derribar presurosamente algunos mitos y convicciones que lo hacen muy vulnerable. Debe ser consciente del peligro que representa el terrorismo radical islámico, un flagelo que se expande y amenaza al mundo moderno. Es como una gigantesca Hidra, el despiadado monstruo mitológico con forma de serpiente, cuyas múltiples cabezas son Hamás y cada uno de los grupos yihadistas.
*Publicado en columna de opinión en El Observador 09/10/2014
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