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La oposición y la prensa culpan al presidente Erdogan de pasividad ante el reclutamiento de terroristas en muchos barrios de Ankara y Estambul
Jóvenes turcos protestan en las calles de Ankara contra la poliítica de Erdogan en Siria
El pasado lunes, Didem Kul, estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Estambul, se encontraba en clase cuando de repente oyó un estruendoso coro de inquietantes cánticos: «¡En el nombre de Alá! ¡Alá es el más grande!».
Las voces venían de varios pisos más abajo, del pasillo de la facultad. «Los cristales retumbaban», explica. De repente, gritos, carreras, golpes. Lo que Kul averiguaría después es que grupos de estudiantes proyihadistas, pertenecientes a la Unión de Jóvenes Musulmanes, se estaban enfrentando a otros que habían organizado un acto en protesta contra el terrorismo del Estado Islámico (EI).
Cuando quince minutos después Kul pudo llegar al lugar del incidente, la escena ya se había calmado, pero Kul reconocía las huellas de los extremistas. «La atmósfera de mi universidad es cada vez más religiosa y conservadora; en cuanto surge algo diferente, los islamistas radicales lo atacan», explica. «Llegan coreando eslóganes religiosos. Si ven pancartas que no les gustan, primero amenazan a los que las han puesto para que las retiren, o las quitan ellos mismos», relata. Después, llega la violencia.
Según los testigos, en el incidente del lunes los miembros de la Unión de Jóvenes Musulmanes, encapuchados con máscaras y gorros negros, atacaron con palos, barras de hierro y cuchillos a otro grupo que repartía propaganda contra las atrocidades cometidas por los yihadistas del Estado Islámico en el norte de Siria. Varios estudiantes resultaron heridos, y la Policía detuvo a 27 personas.
Pasividad del gobierno
Episodios como el descrito se vienen produciendo con regularidad en diversas universidades turcas desde finales de septiembre. Kul acusa a las autoridades académicas de connivencia con los radicales. «Siempre les dejan un pasillo para que escapen, y después la seguridad y la policía cargan contra los estudiantes de izquierda y les arrestan», asegura la joven, ella misma militante de una de estas organizaciones.
Pero las afirmaciones de Kul no son en absoluto una idea minoritaria: estos días abundan las voces -tanto en la oposición como en el ámbito periodístico y diplomático- que achacan al gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan, como mínimo, una política de pasividad hacia la amenaza del Estado Islámico y sus simpatizantes, de la que los enfrentamientos en las universidades no son más que un mínimo ejemplo.
Hace dos semanas, el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, lanzó una crítica bastante directa a los gobiernos de varios países musulmanes por su tolerancia hacia los grupos yihadistas en Siria e Irak. «Les dieron cientos de millones de dólares y decenas de miles de toneladas de armas a cualquiera que luchase contra Assad. Solo que la gente que recibió aquello fueron el Frente Al Nusra, Al Qaida y los yihadistas que venían de todas partes del mundo», declaró el político durante una charla en Harvard.
«El presidente Erdogan, que es un viejo amigo, me dijo: “Tienes razón, dejamos pasar a demasiada gente. Ahora estamos intentando sellar la frontera”», aseguró Biden. Al conocer estas palabras, el presidente turco aseguró que Biden era «historia» para él.
Reclutar terroristas
Varios medios de prensa, tanto turcos como internacionales, han descrito además cómo cientos de ciudadanos de Turquía están viajando a Siria o Irak para unirse al Estado Islámico. Servicios de inteligencia europeos calculan que al menos un millar de los combatientes yihadistas son de origen turco, incluido Oguzhan Gözlemcioglu, uno de los principales comandantes en Raqqa, la capital yihadista en el norte de Siria. Pero cuando el diario «The New York Times» describió cómo reclutadores del Estado Islámico operaban en el barrio de Gözlemcioglu, en Ankara, la reacción de las autoridades turcas fue calificar el artículo de «cúmulo de mentiras» e iniciar una campaña de acoso y desprestigio contra su reportera, Ceylan Yeginsu.
El gobierno turco ha dejado claro que la reciente autorización parlamentaria para enviar tropas a Siria e Irak para «combatir el terrorismo» (deseada internacionalmente para tratar de ayudar a la ciudad kurda de Kobani, asediada por los yihadistas en el norte de Siria), no será utilizada de momento. Y si lo hace, será para intervenir no sólo contra el EI, sino también contra las milicias kurdas del YPG que defienden Kobani, y contra el régimen del presidente sirio Bashar Al Assad. Al ejecutivo de Erdogan le preocupa la relación de las YPG con la guerrilla kurda del PKK, que lleva combatiendo contra el ejército turco desde 1984.
Fuente: AFP
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