Homenaje a Max y Amparo Shein, generosos filántropos

RODICA RADIAN GORDON

La pareja Shein impactó la vida de miles de mexicanos en rubros como la educación.

Ayer inauguramos en la embajada de Israel el Auditorio Max y Amparo Shein, con la presencia de su familia, amigos y miembros de la comunidad judía de México. De esta manera reconocimos su gran aporte en el seno del liderazgo comunitario, así como su incondicional apoyo a Israel. Pero más allá de las estrechas relaciones con Israel, la pareja Shein impactó la vida de miles de mexicanos en rubros tales como la educación, la salud y una vida digna.

Don Max comenzó su obra filantrópica en los años 1940 con la construcción de la Escuela Secundaria Pública núm.15 Albert Einstein en la calzada México-Tacuba, un proyecto que señaló el preludio de su interés constante en temas de educación. A lo largo de los años, otras escuelas fueron construidas gracias a su generosidad. Asimismo construyó y apoyó con donaciones a instituciones de salud como, por ejemplo, el hospital Civil de Ixtapan de la Sal (1960). Fue miembro de varios patronatos de instituciones dedicadas a la salud y un importante donador para familias marginadas.

Después de la muerte de su compañera y esposa Amparoen 1982, Don Max siguió con su labor filantrópica, dando inicio a nuevas iniciativas de gran éxito en áreas de la educación. De este modo, inspirado por el uso de computadoras en redes escolares en Israel, Don Maxdecidió equipar a escuelas primarias y secundarias de bajos recursos en México con talleres y equipo de cómputo, así como capacitar a los maestros de dichos talleres. El proyecto sigue vigente hasta hoy día gracias a su familia. Continuando con  esta gran visión, creó  —junto con otros ocho destacados empresarios— la Unión de Empresarios para la Tecnología en la Educación, UNETE. Además de contar con equipamiento tecnológico y conectividad a internet, las escuelas beneficiadas por UNETE reciben capacitación para docentes, contenidos educativos y acompañamiento escolar presente y remoto.

Cabe, a su vez, mencionar su iniciativa en 1993, junto con otros benefactores de la comunidad judía, de instalar una planta de energía solar eólica en San Antonio Agua Bendita en el Estado de México, pueblo que carecía de luz eléctrica, utilizando tecnología israelí y estadunidense. Asimismo, en 1994 donó un importante equipo para el laboratorio de detección de cáncer cervicouterino de la Secretaría de Salud.

Catorce años han pasado desde la muerte de Don Max en 2000, pero su memoria está viva por las huellas que dejó a través de su altruismo, generosidad y visión. Él decía que dar es un privilegio. Su obra filantrópica brilla hasta hoy en día y su personalidad sigue inspirando a muchos líderes, dentro y fuera de la comunidad judía mexicana. Un hombre que supo de migraciones en su juventud y de los desafíos y privilegios de construir nuevos arraigos en su nuevo país de elección.

Fuente:excelsior.com.mx

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