En mi libro Adulterio Kosher, sugerí que el marido haga de su pareja una mujer webcam. Es una propuesta sarcástica pero justa. Nosotros somos sanos sexualmente cuando nuestra sexualidad no es reprimida. ¿Por qué no satisfacer la necesidad de voyeurismo en el hombre permitiendo que los maridos miren a sus mujeres? En lugar de considerar necesidades eróticas individuales como algo enfermo, ¿por qué no satisfacerlas de manera kosher? Si la mujer se siente bien con que su pareja la fotografíe mientras se viste, ¿a quién le importa?
Ahora vienen las noticias dolorosas acerca de un rabino conocido que utilizaba a parejas de otros hombres como mujeres webcam. El dolor de la victima y de la familia del responsable es inimaginable. Las mujeres van a la mikve (baño ritual judío) para sentirse físicamente rejuvenecidas y palpar la espiritualidad. Ellas no van para sentirse sucias. La mikve es un lugar de santidad femenina, que ha sido violado escandalosamente.
Pocas historias han sido más serias que la violación religiosa de mujeres y por lo tanto, se requiere una acción. Es necesario realizar una amplia investigación del acceso de hombres a la mikve de las mujeres para que ellas sientan y sepan que éste es un lugar inviolable de privacidad religiosa y seguridad espiritual. Esta dolorosa historia destaca la necesidad de acelerar el establecimiento de autoridades conocedoras de la halajá (ley judía) femenina para que las mujeres puedan hablar de temas femeninos privados.
Mentiría si no diría que me lleno de lástima por el rabino Barry Freundel, un académico brillante, cuyos escritos profundos y lúcidos sobre ética judía son muy informativos. Observar cómo un dedicado líder comunitario destruye su vida debe de producir en el resto de nosotros los rabinos condena y humillación. En cualquier momento, incluso los hombres virtuosos pueden caer en el precipicio e involucrarse en acciones reprensibles que son inexcusablemente nocivas para victimas confiadas y virtuosas. Y pocas cosas son más virtuosas que una mujer que acude a la mikve para fundar la naturaleza sagrada de su matrimonio.
He argumentado que el sexo no es algo que puede o debe controlarse, sino canalizarse, no debe suprimirse, sino sublimarse. El judaísmo considera que el instinto sexual humano es placentero, erótico y no solamente tiene fines reproductivos. La parashá (lectura de la torá) de la semana pasada indica claramente que el propósito del sexo no es procrear, sino lograr la intimidad que nace de la unión. ¨El hombre debe de separarse de su padre y su madre para unirse con su pareja y convertirse en uno.¨
En esta era del cinismo romántico y el declive del matrimonio, ¿por qué no utilizar el instinto humano más poderoso para lograr el acercamiento entre el hombre y la mujer? En lugar de hacer sentir a los hombres que sus necesidades eróticas son una aberración, podemos motivarlos a canalizarlas con sus cónyuges.
Esta regla se aplica aún más en las mujeres. El judaísmo reconoce que las mujeres son mucho más sexuales que los hombres. Por lo tanto, la ley judía estimula al hombre para satisfacer a su pareja primeramente.
Entonces, ¿podemos dejar de representar al sexo en la religión como un juego de hombres? La Ketubá (contrato de matrimonio) leída en todas las bodas es una declaración pública de las obligaciones sexuales del hombre hacia su cónyuge y no lo contrario.
Y bajo este contexto, el voyeurismo rabínico es particularmente trágico.
La mikve simboliza la santidad del sexo. Antes de que la pareja satisface la acumulada pasión sexual que ha sido negada para luego ser expresada en un determinado lapso de tiempo, los cónyuges declaran la santidad del sexo al sumergirse en las aguas sagradas. El judaísmo santifica el deseo carnal dando lugar a la inmersión en el baño ritual.
El sexo es kosher, cálido y húmedo.
¿Y por qué la mujer? Porque el hombre siempre ha necesitado la novedad sexual para crear pasión y ha cometido el trágico error de encontrarlo en un nuevo ser y no a través del juego creativo con su cónyuge. Entonces D-os le da al hombre una mujer que emerge fresca de las aguas primordiales.
El hombre tiene su origen en la tierra, un símbolo de sexualidad que puede permanecer árido y sin vida, mientras que la mujer se renueva en la eterna fuente de la vida. Y el hombre debe buscar la renovación sexual con su pareja, en lugar de encontrarla en la pornografía superficial o la invasión criminal de la privacía de la mujer.
Esta es una lección que todo hombre y cónyuge debe aprender y re-aprender.
El rabino Shmuley Boteach, ¨el rabino de Estados Unidos¨ es autor de Kosher Sex and the Kosher Sutra y ha publicado Kosher Lust: Love is Not the Answer.
Fuente: Shmuley Boteach, The Algemeiner.
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