Comunidades – 22/10/14
En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el primer ministro de Israel Binyamin Netanyahu hizo una equiparación entre el grupo terrorista palestino Hamas y el ISIS (o Estado Islámico): “Ambos son ramas del mismo árbol venenoso” aseguró.
Desde ya, muy pocos diplomáticos, periodistas y académicos se han mostrado hasta el momento dispuestos a abrazar este postulado. Y en particular, muy pocos han elevado en relación a Estados Unidos y el ISIS el tipo de preguntas que han hecho -con auténtica insistencia- en torno a la acción militar israelí en Gaza, principalmente: ¿Qué hay sobre las bajas civiles en los bombardeos de la coalición contra posiciones de ISIS en el Medio Oriente?
La aviación estadounidense, respaldada por jets de las fuerzas aéreas de naciones árabes, europeas y otras ha estado bombardeando bases, campos de entrenamiento, centros de arsenales y refinerías en manos del grupo jihadista en la vecindad de varias ciudades sirias e iraquíes. Se ha reportado sobre la muerte de terroristas, han surgido videos que muestran a militantes hurgando entre los escombros en busca de sobrevivientes, y hemos visto fotografías de enormes pilas de humo elevándose de zonas atacadas. Es probable que Washington haya provocado la muerte a muchos más civiles árabes de los que ISIS haya matado a civiles norteamericanos, en términos absolutos y proporcionales. No obstante, tal como Jonathan Tobin se sorprendía hace poco en la revista Commentary, sabemos casi nada acerca de posibles muertes civiles en las zonas agredidas. Quizás no haya habido ninguna muerte civil. O quizás muchas. La verdad es que no tenemos idea porque quienes deberían estar planteándose eso no lo han estado haciendo demasiado. Lo cual es llamativo a la luz de la reciente preocupación que han mostrado por el sufrimiento árabe… al menos en Palestina.
La información ha girado en torno a la naturaleza bestial de ISIS, el tamaño de sus finanzas, la velocidad de su expansión, la timorata reacción de la Casa Blanca y las complejas alianzas regionales surgidas en la necesidad de dar respuesta. Todas ellas son legítimas preocupaciones geopolíticas. Este esfuerzo en comprender lo que está en juego estuvo enteramente ausente en la guerra Israel-Hamas. ¿Alguien se interrogó por el presupuesto operativo de Hamas? ¿Se informó debidamente acerca de su Carta fundacional genocida? ¿Se comentó cabalmente acerca de sus asociaciones con Irán, Catar y Turquía? ¿De la provechosa economía de sus túneles? ¿Del centenar y medio de niños palestinos que murieron construyéndolos? ¿De su fenomenal zigzag organizacional en el contexto de las revueltas árabes? Estados Unidos está peleando en el lejano Medio Oriente en válido ejercicio de la doctrina de la responsabilidad de proteger población civil asediada y para preservar la estabilidad de la zona. Israel debió luchar contra el movimiento de resistencia islámico palestino en sus fronteras para proteger al 75% de su ciudadanía que estuvo expuesta a una lluvia incesante de misiles y -cuanto le cuesta al mundo admitir esto- para sobrevivir.
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